Título: Yo fui a EGB
Autor: Javier Ikaz y Jorge Díaz
Editorial: Plaza&Janés
Páginas: 256
ISBN: 9788401346712
Precio: 18,90 €
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Sinopsis: El libro que celebra el gran fenómeno de internet de los últimos años. Un recorrido nostálgico por los usos, las costumbres, las marcas, los programas, las canciones, la comida, etc., de una época que marcó a varias generaciones de españoles. Si aprendiste los ríos y las cordilleras mientras mordisqueabas una goma Milán, si comiste empanadillas en Móstoles, si estabas entre dos tierras y no encontrabas el sitio de tu recreo, si para ti el tiempo era oro y jugabas al precio justo, seguro que fuiste a EGB. Si llevaste hombreras o te echabas laca Nelly, si el primer libro que leíste fue El libro gordo de Petete, si tu primera lágrima fue porque Marco no encontraba a su madre, si el primer polo que te comiste fue un frigodedo, no hay duda de que tú también fuiste a EGB. Los pitufos, Naranjito, Parchís, ET, las chapas, el seiscientos, Orzowei, los minerales, los gusanos de seda, los rotring, la teleindisdreta, la abeja Maya, los lagartos de V, la Botilde, The Final Countdown… Todos los que fuimos a EGB sabemos que hay mil historias que contar y estamos deseando retroceder en el tiempo para recordarlas todas en un libro totalmente ilustrado y escrito por los autores del exitoso blog Yo fui a EGB. El libro que celebra el fenómeno de internet Yo fui a EGB , seguido por más de medio millón de personas, y ganador del Mejor Blog Personal y Mejor Blog del Público en los Premios Bitácoras, y Mejor Blog Personal y Mejor Blog del Año en los Premios 20Blogs.
Después de que el blog Yo fui a EGB empezara a cosechar éxitos y sus lectores crecieran como la espuma, sus autores decidieron publicar el libro que tenemos ya en las librerías ni más ni menos que con la editorial Plaza&Janés. Un libro de tapa dura y con las páginas a todo color, con cientos de recuerdos entre sus páginas.
En cuanto lo tuve en mis manos, le di el repaso normal que doy a todos los libros, paso sus páginas rápidamente entre los dedos. No pude por menos que detenerme al azar en una de ellas. Suelo hacerlo en dos o tres a lo largo de esa primera inspección (manías que tiene una) pero en esta ocasión el ritual fue distinto. Me detuve en una, la cual me leí completa, y de repente me vi pasando páginas ordenadamente hasta terminarlo. Con lo cual en ese mismo momento comencé por el principio para leer las anteriores, y al llegar a las ya leídas me dije «¿una segunda lectura?», así que en solo una tarde he leído el libro dos veces. ¡Y lo que me queda!
Parece que hay ciertas épocas en las que la nostalgia se acentúa mucho más. Y en cuanto a temas infantiles, el otoño es la época del año en la que más melancolía sentimos. Leer en un libro tantos recuerdos de esa época de bocadillos de libras de chocolate, viendo Barrio Sésamo antes de hacer los deberes de los cuadernillo Rubio, o saliendo a jugar al escondite con los amigos, o a las canicas, o intentando saltar con dos combas. Esto último me recuerda a ese examen de la clase de gimnasia en la que el profesor me dijo que si saltaba de un solo intento en cuclillas hacia atrás haciendo un doble salto, no tenía que hacer más exámenes. Y oye, ¡que siempre se me dio bien la comba! Tantos y tantos recuerdos de aquellos días tan ochenteros y noventeros…
Leyendo este libro, puedes viajar en el tiempo como Michael J. Fox y Doc con su Delorean, volver al cole con la ropa con un par de hombreras y pelo cardado, con tu carpeta forrada de pegatinas y dedicatorias, pasando por el kiosko a comprar la nueva Super Pop. Pero también hacen un repaso a los juguetes de la época, aquellas primeras consolas pequeñas, o los Playmobil (y lo que han dado de sí, todavía este año le compré a mi hermano unos Playmobil del Museo del Prado, ¡lo que le gustó el regalo!). Y, ¿qué me decís de esos rotrings que utilizábamos en la clase de dibujo? ¿Y esos programas de la tele que todos recordamos? «La bola de cristal», con el que nos sentíamos tan mayores porque salía gente de carne y hueso, como en los programas de los mayores, o sino con los dibujos animados (¡esos sí que eran dibujos!) como David el Gnomo, o Willy Fog. Este último me marcó tanto que hoy en día cuando no estoy viajando, estoy planeando un nuevo viaje.
Payasos de la tele, los pastelitos de la Pantera Rosa, rebobinar las cintas de cassette con un boli, los jerseys de lana (de la que picaba, como bien puntualizan en el libro), los exámenes sorpresa (incluso hay un examen en el libro, para los más nostálgicos, con preguntas de aquella época, algunas todavía recordarás, ¡seguro!), las nocheviejas con Martes y 13… Tantos recuerdos con tantas fotografías que nos recuerdan incluso cosas que teníamos ya solo en el inconsciente, que hacen que este libro haya que recomendarlo a todos esos nostálgicos, que somos muchos, de la mejor época de nuestra historia reciente (aunque no hubiera teléfonos móviles, ni PS3, ni pantallas táctiles…)
El otro día salió el tema de la época de los 80 y los 90 tomando un café con las amigas (a las 9 de la noche, ya se nos pasó la edad de querer salir de noche todos los findes). Estuvimos no recuerdo ya cuánto tiempo hablando de ello, sacando mil y un recuerdos cada una, haciendo bromas de las de antes, sintiendo una nostalgia sana por nuestro pasado escolar. Voy a decirlas ahora mismo que vayan a la librería a comprar «Yo fui a EGB». Intuyo que nos espera por lo menos otra tarde, libro en mano, recordando todos los detalles del libro. ¡Y son unos cuantos! ¿Para cuándo el siguiente libro?
Javier Ikaz nació siendo aún muy pequeño, concretamente un abril de 1978, pero con la total convicción de que no le gustaría ir a clase. Cuando llegó el momento de ponerse la bata y acarrear una pesada mochila descubrió que aquello tampoco estaba tan mal, a pesar de las matemáticas. Hizo muchos amigos de los que se alejaba cuando se ponían a jugar al fútbol, ocasión que aprovechaba para leer y escribir. De hecho la afición la mantiene y le ha permitido publicar varios libros, y gracias a su cinefilia ha dirigido numerosos cortometrajes y un documental. No era mal estudiante y mucho menos bueno, pero finalmente acabó con el libro de escolaridad en un cajón del mueble del salón, junto a un montón de cartas del banco sin abrir, y con un título de informático sin ejercer. Desde bien joven desarrolló un oído musical nefasto, a pesar de tener la casa llena de cassettes de todo tipo. Una vez se encontró una moneda de cien pesetas en la calle y descubrió que la vida merece la pena. Desde entonces lee y escribe como si no hubiese mañana. A veces hasta de manera profesional.
Jorge Díaz nació en Bilbao en abril de 1971 y hubiera pasado totalmente desapercibido durante los ocho años de su EGB de no ser por aquellos cuadernos de matemáticas en los que utilizaba la regla hasta para hacer el símbolo «más» y aquella dichosa canción que un profe les mandó inventar y que a punto estuvo de convertirse en el himno del colegio. Siempre suspendía gimnasia, calcaba los dibujos y se ponía rojo como un tomate cuando tenía que hablar en público, ¡imaginaos cuando tuvo que pasar por todas las clases cantando su canción! Se aficionó a llegar tarde por las mañanas y enseguida descubrió que el pasillo no era ningún castigo. No ganó ni una sola medalla, pero sí un montón de amigos que todavía conserva y a los que sigue llamando por su mote del cole. De la universidad salió con un título en Ciencias de la Información (Publicidad) que le permitió trabajar como creativo en varias agencias de publicidad hasta que hace un par de años decidió montar la suya propia, Pentsaleku, ese lugar al que mandan a los niños a pensar cuando se portan mal. Además de diseñar, bloguea y, durante los últimos ocho años, ha escrito en un montón de publicaciones hasta hacer de los blogs su profesión y conseguir hablar de música sin necesidad de tener que cantar. Hace muy poco descubrió que ya no se pone colorado.