«Margot en la Plaza de Castilla», de Manuel Lacarta

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Título: Margot en la Plaza de Castilla 

 Autor: Manuel Lacarta

Editorial: Araña Editorial (2013)

ISBN: 978-84-941238-2-5

Número de páginas: 140

Precio: 14,98€

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La obra lírica de Manuel Lacarta siempre transita en los aspectos más íntimos de la cotidianidad con una poética personal que transforma cada pequeño detalle en un todo complejo, un «crescendo» que tiende a la enumeración descriptiva del mundo mínimo; mundo que, por otro lado, nos rodea y nos suele pasar inadvertido, salvo en esos momentos especiales, cuando nos vemos sometidos al temblor emocional de un suceso turbador, positivo o negativo: un encuentro con la persona amada, un beso, una discusión, una certeza de que las cosas podrían cambiar y el cielo podría venirse abajo. Entonces nos percatamos de que el exterior está presente, de que un númen conecta todas las cosas en una suerte de panteísmo oculto bajo la rutina y las miserias de nuestras almas egoístas. Manuel maneja a la perfección esa inducción poética, el descubrimiento del punto común en todas las miradas. Lo plasma, además, irónicamente centrado en la pluralidad de los detalles, transmite la unión iluminando la diferencia.

Se debe decir que Margot en la Plaza de Castilla es, ante todo, un libro de amor y un canto a la mujer, a todas las mujeres: distintas, complejas, únicas. Margot, como ya ocurría en su famoso Bambi, aunque en otros derroteros, supone un concepto poético. No obstante, ella, la protagonista de todo el libro, no se queda en el mero símbolo de lo femenino, de la Diosa en sus variados aspectos, sino que también supone un viaje caleidoscopio en el tiempo, un cuadro cubista, una fusión de la misma persona amada a través de la propia relación. Citando el libro: «(…)No siempre sucede, darse de sopetón una mañana a nuestro lado con la vida que fue,(…)».

Todo en Margot recuerda a la propia Margot, al desarrollo narrativo de una historia tan compleja o simple como puede serlo cualquier idilio, persona o perspectiva. Porque el amor presupone una unión de dos, y aquí el compañero de la mujer es la mirada del poeta trasformada en palabra y, a la postre, en recuerdo y prospectiva. Un camino donde uno puede tropezar con la sombra de los propios pies, y en el que los dedos tiemblan al buscar un corazón. No obstante, ese Amor concreto, tan conceptual como material, se termina confundiendo en todas las personas amadas en la vida: las que hemos perdido y suponen una entidad extraña o las que nos acompañan aún, pero sin ser las mismas salvo en nuestro recuerdo, con un regusto a las corrientes de fondo del río aparentemente calmo de Heráclito. Al descubrir el cambio en aquello que amamos nos percatamos de nuestras propias transiciones. En ese sentido quedan patentes las influencias Cervantinas y manieristas que impregnan a Lacarta: la recuperación de un ubi sunt, muy asumido desde un principio, y la aceptación de su irónica y destructiva belleza.

En el apartado puramente técnico cabe señalar la maestría del autor en el  encabalgamiento, que marca el ritmo de unas composiciones extensas. Resulta imposible, o casi, dejar de leer un poema hasta su final: supone una potencia fluvial que te arrastra y te deja caer en el siguiente texto, el siguiente apartado, hasta llegar al final del propio libro. La imagen sencilla se recubre de belleza, de entonación, de música. Porque Margot le debe mucho al ritmo y la melodía, cuidada al detalle, que apunta hacia la sinfonía global. Creo que pocos poetas contemporáneos logran mantener el ritmo en piezas tan extensas como las presentes en las páginas centrales.

En cuanto a la edición, pertenece a la Colección la Bella Araña. Un ejemplar manejable y con carácter de una editorial prometedora. Papel grueso, color crema, letra clara y de buen tamaño. La cubierta (con solapas) expone una composición fotográfica de una muchacha desnuda junto al agua en tres posados distintos que, como la propia Margot, se muestra plural, esquiva en su rostro y siempre nos ofrece la espalda, nos invita a perseguir un sueño imposible. La edición se acompaña de una faja informativa con una reflexión de Luis Alberto de Cuenca.

Un bello relato, narrado en poemas, en el que la chica del cuento nos seguirá acompañando y cobrando mayor entidad durante las seguras relecturas. Porque todos tenemos una caperucita roja vistiendo la seda de un pijama blanco.

 

Sobre Fernando López Guisado

Fernando López Guisado (Madrid, 1977) combina la escritura, la divulgación cultural y la reseña literaria con la Imagen Radiológica. Ha publicado: Aromas de Soledad, El Altar de los Siglos, Porque nunca fue suyo, La Letra Perdida (2ª edición 2014, edición ecuatoriana 2015 en El Quirófano Ed.), Rocío para Drácula (premio de la Asociación de Editores de Poesía 2014) y Montaña rusa. Aparece en numerosas antologías y ha coordinado el volumen Anatomías Secretas en torno a la figura del licántropo. Colabora con diversos medios y revistas de difusión cultural. Conduce la bitácora digital Buenas Noches Nueva Orleans. Ha realizado labores de profesor de taller de creación, asesor literario y jurado en diversos certámenes. Durante las noches de invierno, brilla por la radiación acumulada.