«Perdón por los sueños» – Todo lo que tienes que hacer es dejar de respirar

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El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía
 
» Mark Twain»

 
 
La soledad no empieza cuando ella se va,
la soledad comienza cuando sin ella
tú tampoco te encuentras.
 
¿ A partir de qué altura el cielo es cielo?
Sería muy bueno saber ciertas cosas
antes de aprender a volar.
O por ejemplo,
¿ En qué beso el amor se convierte en cariño?
 
Te dirán que uno más uno son dos (y no siempre)
que Roma es la capital de Italia,
que debes estudiar mucho
para estar en el paro con cierta decencia.
 
Ignoran que cuando ella se va,
la única suma que te importa
son las de sus lunares en la piel,
que Roma sin sus labios también es un suburbio
y que la decencia solo sirve
para que te la perviertan con morbo.
 
Que en el amor se miente por amor,
de eso tampoco te avisará nadie,
aunque seguramente ni siquiera lo sepan.
Y cuando se dan cuenta ya es tarde.
 
Casi siempre es tarde.
 
La única vez que llegué pronto a un sitio
ella lo llamó casualidad.
Era el amor, el sitio me refiero.
Aunque sinceramente no lo diferencié tanto
de un simple banco de parque.
 
Nunca deberías fiarte de quien llama casualidad al amor,
seguramente lo llevaba buscando toda la vida.
 
Llegué pronto, tanto,
que ni siquiera había abierto del todo.
A lo mejor me equivoco pero yo creo que el amor
es como las puertas giratorias de los hoteles
si te despistas un poco acabas justo donde empezaste.
 
Y aquí estoy, de hecho,
con las alas rotas
y con unas ganas absurdas de saber
si el cielo, el de verdad,
se puede tocar simplemente alargando la mano.
 
 
 
 
Autor: Ernesto Pérez Vallejo

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