“La librería ambulante”, de Christopher Morley

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Título: La librería ambulante

Autor: Christopher Morley

Editorial: Periférica

ISBN: 978-84-92865-50-5 

Páginas: 184

PVP: 16’75€

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Sinopsis: Prepárese para entrar en un mundo único y lleno de encanto, donde el tiempo se ha detenido: estamos en la segunda década del siglo XX, en unos Estados Unidos todavía rurales y de paisajes idílicos, donde conviven los viejos carromatos y los novísimos automóviles; Roger Mifflin, un librero ambulante que desea regresar a Brooklyn para redactar sus memorias, vende su singular librería sobre ruedas (junto a su yegua y su perro) a la ya madura señorita Helen McGill, quien decide, harta de la monotonía de su vida, lanzarse a la aventura y recorrer mundo. A partir de ese momento se sucederán los encuentros y los desencuentros, y las más divertidas peripecias se darán la mano con las grandes enseñanzas que proporcionan libros y librero.

 

 

<<Me preguntaba si querría comprar este carruaje>>, dijo el hombrecillo haciendo ondular su mano desde el vagón hasta el caballo. Mientras hablaba soltó un gancho de alguna parte y uno de los costados se levantó como una tapa. Una especie de mecanismo hizo clic, la tapa se convirtió en un tejadillo y entonces ya no hubo sino libros y más libros en filas.

Aquel costado del vagón no era otra cosa que una gran librería. Estanterías sobre estanterías, y todas repletas de libros, viejos y nuevos. Mientras yo miraba todo aquello, el hombrecillo sacó una tarjeta de visita y me la dio.

 

 

Esta es una de las novelas más entrañables que la editorial Periférica nos obsequió en 2012. Un pequeño homenaje que su autor, Christopher Morley, hace a la lectura y a ese maravilloso arte del que hacen gala los libreros: el de ofrecer, aconsejar y recomendar  un libro –o muchos- para cada persona. Y el señor Mifflin, el héroe de esta historia, es un personaje peculiar que cumple con estas características.

Robert Mifflin, un antiguo profesor que decidió en su día dejarlo todo para acercar los libros y la cultura a las personas, ahora desea regresar a Brooklyn para asentarse definitivamente en un lugar y escribir sus memorias. Y para llevar a cabo sus planes se presenta en la granja de la señorita McGill con la intención de vender su Parnaso –su fantástica librería sobre ruedas que hace las veces de vivienda-  junto con todos los libros, el perro, el caballo y demás cachivaches por cuatrocientos dólares. Helen McGill, una mujer madura y hermana de un afamado escritor, accede, en uno de esos arrebatos espontáneos, a comprar el Parnaso para así poder pasar unas merecidas vacaciones teniendo sus propias aventuras y vendiendo libros. ¡Y qué aventuras! Junto a este hombrecillo tan erudito y bien entendido en literatura -que decide acompañar a la nueva librera durante una parte del trayecto-, Helen disfruta de lo lindo de su compañía, de sus charlas, de lo divertido que es vender libros soltando discursos a favor de la lectura y de lo emocionante que es el viaje en sí. Sin duda alguna, desde el momento en que conoce al señor Mifflin, Helen consigue tener más aventuras y emociones en su vida que en los quince años que había pasado en la granja con su hermano Andrew.

Christopher Morley escribió una original novela de buena calidad, con un estilo espontáneo y rebosante de humor en cada una de sus páginas. En ella consigue una perfecta combinación donde reúne lo atractivo de las aventuras y ese amor incondicional por los libros y la literatura, algo que se puede apreciar a través de la figura del señor Mifflin, de sus apasionados discursos y de las innumerables menciones de los clásicos de la literatura. Una historia inolvidable que aguarda aventuras rocambolescas, anécdotas literarias y momentos divertidos que hacen sonreír de placer y soltar unas cuantas carcajadas. Una lectura ágil, maravillosa y muy recomendable a todos esos lectores que aman la lectura y ese gratificante y mágico oficio que es el de librero. Un título indispensable que no debería faltar en ninguna estantería porque, tal y como dice el señor Mifflin en uno de sus apasionados monólogos:

<<cuando le vendes un libro a alguien no solamente le estás vendiendo doce onzas de papel, tinta y pegamento. Le estás vendiendo una vida totalmente nueva. Amor, amistad y humor y barcos que navegan en la noche. En un libro cabe todo, el cielo y la tierra, en un libro de verdad, quiero decir. ¡Repámpanos! Si en lugar de librero fuera panadero, carnicero o vendedor de escobas la gente correría a su puerta a recibirme, ansiosa por recibir mi mercancía. Y heme aquí, con mi cargamento de salvaciones eternas. Sí, señora, salvación para sus pequeñas y atribuladas almas. Y no vea cómo cuesta que lo entiendan. Sólo por eso vale la pena. Estoy haciendo algo que a nadie se le ha ocurrido hacer desde Nazareth, Maine, hasta Walla Walla, Washington. ¡Es un nuevo campo, pero vaya si vale la pena! Eso es lo que este país necesita: ¡más libros!>>.

 

 

Sobre el autor

Nació en Haverford, Pensilvania y estudió en Harverford College, donde su padre trabajaba como profesor de matemáticas. Posteriormente, se matricularía en la universidad inglesa de Oxford para estudiar historia moderna  durante tres años (época que contaría en su novela autobiográfica de 1931 John Mistletoe). En 1913, de vuelta en Estados Unidos, se instaló en Nueva York y comenzó a trabajar en la editorial Doubleday. Pocos años después se convertiría, recorriendo Estados Unidos como columnista y reportero, en uno de los periodistas más prestigiosos de su época.

Su primera novela, La librería ambulante (Periférica 2012), fue publicada en 1917; en 1919 apareció su continuación, La librería encantada. Una de sus obras más conocidas, Kitty Foyle, fue publicada en 1939 y trasladada al cine con el mismo título (en España como Espejismo de amor); su protagonista, Ginger Rogers, obtuvo un Oscar por su papel como Kitty.

Inteligente, lúcido y sofisticado, fue un escritor de éxito y al mismo tiempo un escritor de culto. Se ha dicho de él, comparándolo con Noel Coward, que su refinamiento era indudablemente británico. Sutil humorista, dijo de sí mismo que amaba tanto a Shakespeare como al Conan Doyle de las aventuras de Sherlock Holmes. Sin embargo, sus dos grandes maestros fueron compatriotas suyos: Walt Whitman y Mark Twain. El eco de su obra se encuentra en escritores de distintos países y generaciones: de Kingsley Amis a Tom Wolfe.

 

 

Redacción: Mariona Rivas Vives

 

 

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