Inteligencias artificiales, ¿podrán con nosotros?

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Hace ya casi dos décadas que Spielberg estrenaba A.I (Inteligencia Artificial), largometraje que inicialmente habría llevado a la gran pantalla Stanley Kubrick si no fuese porque murió dos años antes del estreno. La inteligencia artificial que nos planteaba, a base principalmente de cyborgs, se nos antoja muy diferente de la que se ha ido implementando poco a poco en nuestras vidas. El  enfoque ha cambiado considerablemente, y sólo hay que ver Ready Player One para saberlo: somos nosotros los que realizamos una inmersión en otra realidad, más que integrar de manera física las inteligencias en nuestro día a día.

Así, ya es más que común que le preguntemos directamente a nuestro smartwatch quién ha ganado el último partido de la liga, o al smartphone si necesitaremos llevar el paraguas si es que pensamos volver tarde a casa. Nuestros asistentes están en la nube, y los podemos “invocar” cada vez que los necesitemos desde diferentes plataformas. Siri, en representación de Apple, lleva con nosotros casi 7 años. Cortana llegó más tarde de la mano de Windows, pero antes que ella hizo su aparición Google Now. Alexa es la opción de Amazon, e incluso Samsung se ha atrevido con un Bixby que no muchos conocen. ¿Cuál es más inteligente? Hay un amplio debate al respecto, ya que cada una tiene sus fortalezas y debilidades, podríamos hablar casi de personalidad, y de hecho en su momento se viralizó una “discusión” entre Siri, Cortana y Google Now. Si las dejamos hablando entre sí, podemos sorprendernos de a dónde son capaces de llegar.

Pero seamos realistas, preguntar por el clima y que un smartphone nos conteste es relativamente sencillo de conseguir: algunas palabras claves que generan una búsqueda en internet, usando un algoritmo concreto y en parte limitado. Lo difícil es enseñar a pensar a las máquinas, y a aprender de sus errores (y también de los errores ajenos). En el terreno del juego hemos visto cómo este algoritmo se ha ido perfeccionando a base de exhaustivas investigaciones. Si hace tres décadas podíamos jugar al dominó contra la máquina en un Amstrad en blanco y negro, hoy por hoy existen inteligencias que son capaces de derrotar a los mejores jugadores profesionales de poker. Hablamos de Libratus, Cepheus o DeepStack. Sólo saben jugar al poker, pero lo hacen mejor que la mayoría de los humanos. Así, fácilmente cualquier app para jugar al poker Android nos podrá brindar en un futuro una experiencia tremendamente realista sin necesidad de disputar una partida con una persona de carne y hueso. ¿Buena o mala idea? Si se trata de apostar dinero y el oponente es una máquina, puede que estemos perdidos.

Hace ya algún tiempo publicábamos la noticia de que un ordenador había superado el Test de Turing: consiguió en un 33% de las ocasiones que un jurado no detectase que estaba hablando con una máquina. Cuatro años después, seguimos evolucionando, y podemos llegar a temer situaciones como las que se dejan entrever en la serie de ficción WestWorld, que acaba de estrenar su segunda temporada con una fuerte acogida, y que presenta ciborgs tan realistas que son casi imposibles de distinguir de los humanos. Y por supuesto, tremendamente inteligentes.

Mientras algunos investigan y experimentan para llegar a estos resultados, otros empiezan ya a preocuparse de lo que puede suponer este nivel de perfeccionamiento de la inteligencia artificial: la automatización de trabajos es cada vez más palpable, no sólo a través de displays que nos permiten pedir nuestra comida rápida y pagarla, ahorrando personal en los restaurantes, sino también mediante los bots que muchos bancos y empresas están implementando en sus páginas webs, ahorrando millones de euros y agilizando ciertos trámites muy mecánicos. La cuestión ya no radica sólo en una transformación absoluta de la concepción de la oferta y la demanda de empleo, sino en cómo los algoritmos de gigantes tecnológicos como Google o Facebook son capaces de determinar nuestros gustos e influir en ellos de cara a que consumamos unos u otros productos, o que tomemos decisiones políticas, como ya hemos visto muy recientemente.

Si cada paso que damos en internet queda registrado por estas nuevas inteligencias artificiales llamadas algoritmos, en parte dejamos de tener el control sobre la repercusión de nuestras acciones, al menos aquellos con un conocimiento muy limitado de los entresijos de internet. En el momento presente, el acceso a internet es prácticamente universal y está al alcance de personas de cualquier edad y cultura, por lo que la responsabilidad en el uso es muy variable. Hay quien sabe protegerse y quien es el objetivo perfecto de cualquier empresa ávida de datos. Como siempre, el lucro es la motivación que se esconde tras de todos estos nuevos compañeros de fatiga, la cuestión es ¿quién domina a quién? Por lo pronto, parecen seguir estando a nuestro servicio, pero el mantenerse informados es de gran importancia para que así siga siendo.

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