¡Queremos leerte! Hoy tocan zombis con Mowy Gascon y «No todo está perdido»

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De nuevo viernes, amantes del terror. Hoy os traemos un breve relato zombi de la mano de un bloguero llamado Mowy Gascon de 27 años. Mowy Gascon nos cuenta que comenzó a escribir desde bien pequeño y que lo hace a diario, plasmando en su blog, Mis terrores nocturnos, sus relatos. Es amante del terror, la ciencia ficción, la fantasía y lo paranormal; además de un cinéfilo.

La literatura, el cine y las series de temática zombi (Walking Dead, el éxito televisivo más reciente y sonado) han experimentado en estos últimos años una nueva época dorada y como fan del género que soy, no quería dejar de traeros un relato de este tipo. Así que os dejo ya con…

NO TODO ESTÁ PERDIDO

Un extraño olor pútrido empezó a inundar la habitación.

Cientos de muertos vivientes estaban peleando por entrar a través del fino vidrio que separaba aquel sitio creído por Jack seguro.

Afuera, en el cementerio, seguían saliendo de las tumbas centenares de muertos vivientes.

Jack nunca pensó que en aquel camposanto alejado de la mano de Dios cupiesen tantos cadáveres.

A lo lejos podía ver cincuenta o sesenta zombis ya en pie apoyados sobre losas de color grisáceo y lleno de moho por el paso de los años.

Pero todavía era peor.

En la ventana que daba a la habitación tenía por lo menos dos docenas de zombis mirándole fijamente con las cuencas de los ojos vacías y baba derramándose por sus labios palidecidos y agrietados.

Estaban planeando como entrar, con el poquito cerebro que les quedaba en funcionamiento.

Mierda, ya están aquí, han encontrado una entrada.

Mi vida, mis esperanzas, todo se va a la mierda en cuestión de segundos.

Todo estaba muerto ya, como aquellos pútridos seres que habían vuelto de la muerte para devorarle vivo.

Un gran sonido estrepitoso se escuchó en la habitación contigua a la que Jack estaba.

Se acabó, este es mi final. Se terminó.

Estaba a punto de morir y eso ya no importaba a nadie.

Volvió a escuchar el ruido de antes pero ahora con más fuerza.

Empuñó con su mano derecha la barra de hierro que había usado ya hacía un rato para deshacerse de unos cuantos de esos repugnantes seres.

Se puso en pie y avanzó hasta el final de la habitación, hacia la puerta.

Sostuvo el picaporte con la mano izquierda mientras sostenía aferrada muy fuertemente la barra metálica con la otra mano

Justo cuando estaba apunto de girar el picaporte escuchó tras de sí un gran estrépito.

Se giró y vió como el vidrio había cedido tras los fuertes golpes de esos seres.

Al girarse pudo ver a uno de los monstruos intentando entrar por la ventana. Su cuerpo se estaba desquebrajando. Trocitos de carne podrida empezaban a caer a ras de la ventana al cortase con los trozos que aun quedaban adheridos a la montura de la ventana.

Al monstruo no parecía importarle ver como se le empezaba a rajar el estómago y brotaban pedazos de intestino. Quería entrar dentro y unos cristales no le iban a impedir entrar en la habitación y llevarse un delicioso cerebro fresco a la boca, pasando antes por esos asquerosos dientes llenos de moho y tierra.

Jack esbozó una sonrisa al ver como un trocito del hígado caía al suelo haciendo un ruido asqueroso.

Volvió a girar la vista hacia la puerta y cogió con firmeza el pomo.

Ya estaba todo perdido.

¿Qué más da que me cojan estos o los que hay en el pasillo a la salida de esta habitación?

¿Qué importa si mi fin esta muy cerca?

Ya no importa nada.

Solo quería que la muerte fuese rápida aunque sabía que ellos no tendrían piedad al arrancarle la piel a tiras y comérsela.

No habría piedad cuando le sacasen los ojos y escuchase como estallaban en la boca de algún monstruo.

Estaba todo perdido. Nada importaba.

En la habitación ya había un número considerable de muertos.

Entraban rápidamente por la ventana.

Al otro lado se imaginaba que habría un número parecido de zombis por los ruidos que había escuchado recientemente.

No había elección.

Morir o morir.

Abrió enérgicamente la puerta y se encontró de frente una gran luz que le dejó ciego por unos instantes.

A la misma vez que vió la luz escuchó una voz que le gritaba una y otra vez.

―¡Échate al suelo chaval!

―¡Túmbate, rápido!

Con un acto reflejo se tiró sobre el frío suelo y escuchó como unas cuantas escopetas disparaban a gran potencia cartuchos muy grandes.

Un disparo. Silencio.

Otro disparo y, al poco, otro más.

Al final parecía que la suerte le sonreía, al final parecía ser que el destino había cambiado de rumbo.

Quizás no estaba todo perdido aun.

Aun había esperanzas.

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Autor del relato: Mowy Gascon

Redacción: Lydia Alfaro

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