El Mundo Oscuro, cap. 2: El extraño desconocido

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Una corriente de aire frío envolvió su cuerpo o, al menos, simplemente tuvo esa sensación ya que se suponía que estaba muerta y su cuerpo estaba tirado en medio de un charco de sangre en el suelo. Ella ahora era un fantasma, un alma sin recipiente. Se miró lo que deberían ser las manos y las vio en su sitio, sin embargo. Movió las piernas y comprobó que su cuerpo parecía estar ahí sin estar…

—Lo que ves es lo que tu alma proyecta.Tienes grabada la imagen de lo que fuiste, Eva.

Dio un grito y apuntó la mirada hacia la suave y grave voz que acaba de hablarle a tan sólo un metro de distancia. Era un hombre alto y corpulento, de ojos tan azules que casi parecían transparentes y el pelo negro ondulado, que le caía rebelde por el cuello.

Vestía totalmente de negro y un largo abrigo cubría lo que aparentaba ser un cuerpo de infarto. Él misterioso desconocido flotaba igual que ella.

—¿Quién eres tú? —inquirió Eva. Un nudo se había formado en su estómago.

—Eso no es lo importante ahora, Eva.

—Pero tú sí que sabes mi nombre —miró hacia su cuerpo sin vida, a merced de las alimañas que pudiesen surgir y sintió que las lágrimas le quemaban en los ojos— ¡Necesito respuestas! ¿Qué va a ser de mí ahora?

El apuesto desconocido avanzó en el aire hasta ella y posó un dedo en su mejilla. Eva se apartó instintivamente al notar el frío roce en su piel.

—Sientes todas y cada una de las sensaciones que podías tener cuando estabas viva —sonrió de medio lado y se apartó deslizándose en el aire mientras movía los brazos al son de una música inexistente—, pero se trata de tu memoria vital. ¡Sólo eso! Algo que irás perdiendo a lo largo del tiempo… Meses, años o días, nunca se sabe.

Eva observaba con la boca abierta al apuesto desconocido para el que, con toda probabilidad, iba a cambiar aquel adjetivo por la descripción “loco de atar”.

—¿No existe el cielo ni el infierno? ¿Voy a quedarme vagando por el mundo? ¿Qué coño era esa cosa que me mató? —esto último lo dijo gritando y sollozando. La actitud despreocupada de aquel tipo la estaba sacando de quicio.

Él rompió a reír de manera efusiva, continuó así durante unos minutos, ante la atenta e iracunda mirada de ella, hasta que se calmó y siguió hablando mientras se limpiaba las lágrimas.

—No tan deprisa, pequeña. Te lo explicaré todo si te calmas y no dices tacos.

—Soy toda oídos —dijo sin pasión.

—A tu primera pregunta te diré que, efectivamente, no existe ni el cielo ni el infierno, sólo existen las almas que vagan por el mundo hasta que se esfuman en el aire.

Sentirás durante un tiempo placer y dolor, frío y calor, felicidad y tristeza pero; sobre todo, ira, teniendo en cuenta las circunstancias de tu muerte… Y esa cosa que te ha matado es un Krakon. ¡Felicidades! —Abrió los brazos en toda su amplitud— Has sido la primera víctima de la invasión.

 

¿¡La invasión!?

—¿Qué invasión? ¿Qué está pasando?

—Mujer, ahora a tí bien poco te debe de importar puesto que ya te han dado pasaporte a la otra vida…

—¡Pero tengo seres queridos! ¿Van a morir todos?

—Bueno, eso depende de cómo se lo monten los humanos a partir de ahora. Una invasión es una invasión. Se desatará una guerra, imagino. Pero bien poco podrán hacer contra esos seres —volvió a sonreír—. ¡Tú ya has comprobado de qué son capaces!

 

—Pedazo de imbécil. ¡Vete al cuerno!

 

Eva intentó echar a andar pero sólo consiguió patalear en el aire. La ira creció hasta que supo que, si tuviese cuerpo, su rostro estaría rojo y de su cabeza saldría humo.

—Piensa que te mueves y lo harás. Es así de sencillo —le dijo él en un tono condescendiente que la enfureció más si cabe.

Pero le hizo caso. Pensó que se deslizaba en el aire y su cuerpo, o su alma, lo hizo. Se desplazó unos metros no sin antes dedicarle unas palabras desdeñosas al impertinente desconocido:

—No me caes bien. ¡Lárgate!

—Créeme, Eva, soy lo mejor con lo que puedes cruzarte ahora mismo.

Su voz sonó tan cerca de su oído que casi gritó de la sorpresa. El tipo estaba a unos centímetros de ella.

—Dime quién eres —insistió.

—Digamos que soy un alma más que vaga por el mundo al igual que ahora tú.

—No me lo trago. Sabes muchas cosas que un simple fantasma no tendría porqué saber: mi nombre, además de esos Krakons y su invasión…

El desconocido la ignoró bajando hasta el suelo para observar su cadáver.

—Una verdadera lástima, ¡sí, señor! Eras muy bonita —señaló en su dirección—. ¡Me gusta tu camiseta!

Eva bajó hasta donde él estaba y consiguió reunir el valor necesario para verse a sí misma en aquel estado: su pelo negro y liso estaba desparramado en el frío asfalto, sumergido en su propia sangre, que otorgaba un brillo caoba a las finas hebras extrañamente bello. Sus ojos marrones y grandes, estaban abiertos al igual que su boca, en una expresión de terror y dolor absoluto. Su esbelto cuerpo parecía el de una muñeca de trapo a la que habían maltratado. Las ganas de llorar volvieron. ¡Era demasiado joven para morir! ¿Y qué eran esas malditas criaturas? ¿De dónde habían salido?

Se arrodilló junto a su cadáver y bajó la cabeza abatida.

El atractivo y desquiciante desconocido posó una firme mano en su hombro. Volvió a notar un frío intenso, como si miles de cuchillos le atravesasen la piel, pero esta vez no se apartó. Le daba lo mismo todo. Al fin y al cabo ya estaba muerta. Ahora sólo tenía que esperar a desvanecerse en el aire…

—Sé como te sientes, Eva… Todos hemos pasado por eso. Pero ahora debemos irnos.

—¿Ir adónde?

—Con los demás… No puedes quedarte sola vagando por ahí, no es seguro.

—¿Seguro? ¿Y qué más da la seguridad ahora? —se levantó haciendo aspavientos— ¡Estamos muertos, joder!

—Tienes todavía que saber muchas cosas de tu nuevo estado. Y hay muchas almas a punto de perecer que vagan en busca de otras recién salidas del horno, como tú.

—¿Perdón?

—Aquí los llamamos los Comedores de Almas. Sí, no es demasiado ingenioso pero, ¿para qué nos vamos a complicar? ¿No te parece?

—¿Me quieres decir que las almas a punto de desvanecerse para siempre se alimentan de los novatos como yo para “vivir” más tiempo?

—Yo no lo habría explicado mejor, señorita. Y ahora que lo sabes, ¿vas a venir conmigo?

Eva sopesó sus posibilidades durante unos segundos. Realmente se encontraba perdida en su nueva “situación”. No sabía adónde ir ni qué hacer y, por supuesto, no estaba preparada para ser el alimento de uno de esos Comedores de Almas tan pronto… No quería desaparecer por completo aun.

Así que decidió que la mejor idea era ir junto con el desconocido. Al fin y al cabo, le había ofrecido información y cierto apoyo. La soledad, en aquellos momentos, era la peor de las opciones.

—De acuerdo, iré contigo.

 

Autora: Lydia Alfaro© Todos los derechos reservados.

Sobre Lydia Alfaro

Escritora, soñadora y eterna aprendiz. Puedes seguirme aquí: https://www.facebook.com/lydiaalfaroescritora