El mordisco del género Z

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El retorno del género zombi supone un esfuerzo compartido en el que escritores, guionistas de cómics, dibujantes, creativos, diseñadores de videojuegos y comunidades del género suman sus fuerzas para revivir al monstruo nacido del imaginario que, se hunde en las raíces más arraigadas de la moral cristiana y que revive en las alegorías medievales y renacentistas que los pintores de la Contrareforma y el Barroco plasmaban a menudo en sus lienzos tenebristas.

La reforma Protestante introdujo un buen número de cadáveres corruptos, esqueletos burlones y cuerpos descompuestos que acusaban al creyente con su dedo descarnado recordándole la calavera que residía debajo de su piel. En las leyendas populares, el cadáver que salía de su tumba para reclamar sus derechos se convertía en monstruo y a la vez en vengador de la injusticia salida de la corrupta moralina del ser humano. La teoría que muta al malhechor en víctima, resurge de nuevo con la nueva ola de cine de muertos que nos invade castañeando las mandíbulas e infectando a nuevos consumidores que se sienten atraídos por el género zombi y lo aceptan como uno más. En algunos casos el muerto viviente es una víctima del error humano; la autocrítica y el análisis de la torpeza humana se describe en cada película o cómic que aflora con ahínco en el jardín del ocio humano.

El zombi moderno trata de aleccionarnos de la misma manera que la tradición cristiana lo hace sacándose de la chistera serpientes tentadoras, plagas y matanzas descritas en los pasajes de la Biblia. El holocausto se convierte en una forma más de advertir al hombre del rumbo que ha tomado su moral. El producto zombi se convierte en un género más que el consumidor idolatra a su manera. Una nueva variante de la nueva mitología humana que se consume en el papel y en las pantallas de millones de aficionados. De la misma forma que el héroe de ficción se autoproclama en los finales felices, el zombi lo hace de una forma inusual, tenta a la suerte enfrentándose al hombre con la única arma que posee; una determinación infinita. La muerte de su congénere no significa nada para él. La búsqueda del calor de la carne bailando dentro de su boca es el único motivo para seguir en su empeño por aniquilar al gusano hambriento que lo corroe por dentro.

Este fenómeno se propulsa gracias a decenas de libros, triologías literarías, manuales, séries, películas y merchandising que ya ha conseguido aposentarse dentro del mundo de la ficción. El zombi esconde mucho más que lo que nos quieren mostrar. El ansia consumista que lo castiga corre paralela a la fiebre que empuja al ser humano a consumir productos que en realidad no necesita. El producto zombi se halla entre ellos, advirtiendo indirectamente al consumidor a la vez que lo entretiene y lo sumerge a un mundo caótico que le evade de su propia realidad.

Desde el zombi clásico despertado por hechiceros vudú, hasta el infectado que guarda las cualidades de un corredor de fondo, el muerto viviente irrumpe con desgarradora fuerza lanzando a la fama a consumados artistas que viven su época dorada contando historias que salpican con su sangre a nuevos y antiguos aficionados al terror. El monstruo moderno revive como la criatura de Mary Shelley. Los fragmentos del pasado se convierten en el fenómeno del presente, revitalizando antiguas leyendas para convertirlas en superproducciones taquilleras y fenómenos literarios.

El hombre muere mientras el zombi revive para extender su plaga en todos los formatos posibles.

 

Redacción: Ricard Millàs

Sobre Lydia Alfaro

Escritora, soñadora y eterna aprendiz. Puedes seguirme aquí: https://www.facebook.com/lydiaalfaroescritora