Stephen King vuelve a los personajes y al territorio de una de sus novelas más emblemáticas, El resplandor. Danny Torrance ahora es un adulto, y su particular destino le llevará a salvar a una niña de 12 años (que también posee un don especial) de una tribu de gente asesina y con poderes psíquicos.
Era mucha la expectación que había creado esta novela, quizá más que cualquier otra del mismo autor en los últimos diez años y, la verdad, no creo que defraude a nadie. Es una historia fresca, entretenida y de lectura ágil, escrita con un estilo parecido al que el autor nos mostró en La Cúpula y 11/22/63 y más recientemente en Joyland. Todos sabíamos que King era un excelente escritor, pero una publicación tras otra nos muestra que es capaz de mejorar, cosa harto complicada, pues ya en sus inicios era un brillante narrador.
La novela comienza relatándonos qué pasó con aquel niño llamado Danny Torrance y cómo sus problemas con la bebida lo llevan a convertirse en lo que es. Tal vez sea en esta parte donde King pueda ofrecernos más tintes autobiográficos, pues relata con maestría el mundo del alcoholismo, las reuniones de Alcohólicos Anónimos y aquello a lo que éstos últimos llaman tocar fondo. Como acostumbra a hacer, el autor se nutre de experiencias personales y cercanas para mezclar la América del día a día con sus tramas fantásticas.
A partir de aquí, comienzan a aparecer alrededor del protagonista todos aquellos personajes que, para bien o para mal, lo acompañarán en su aventura y formarán parte de esta historia. No son para nada planos, sino que están dotados de personalidad, con un pasado y un presente propios y acordes a la historia. El número, aunque no es escaso, dista mucho de la enormidad de otras obras como Apocalipsis o La Tienda. El autor, además, ha huido de la fórmula mágica de buenos buenísimos y malos malísimos, pues aunque está bien claro a qué clan pertenece cada uno de los personajes, se alejan mucho de la imagen de héroe o villano, sino que lo son más bien por accidente. Existen pasajes en los que el Nudo Verdadero, pues así se autodenominan los otros, puede llegar a convencer al lector de que ponerse de su lado es estar en el bando correcto.
La historia, en su segunda mitad, pisa un poco el acelerador, crece en intensidad y te obliga página a página a querer saber más. Las cartas se ponen sobre la mesa y se descubre todo aquello que nos llevará al climax final de la novela. Una parte al más puro estilo “road movie” (cómo nos gustan los coches, ¿eh, Señor King?), giros argumentales, golpes de efecto y un final cerrado serán los pilares en los que se asienta esta última parte.
Quizá como único punto negativo, y esto va en cuestión del gusto personal de cada cual, en esta novela la parte terrorífica es un tanto más ligera que en otros libros, además de que podría etiquetarse de “terror psicológico” pues apenas hay un par de escenas realmente escabrosas.
Desde que se supo que Stephen King preparaba una novela titulada Dr. Sleep, cuyo protagonista era un tal Daniel Torrance, el mundo entero se apresuró a considerarla como una continuación de El Resplandor. Si la firmase cualquier otro autor, podríamos decir que, efectivamente y en base a los nexos de unión entre ambas novelas, es una secuela directa del éxito de 1.977. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que se trata de King. Sus personajes se esparcen y saltan de unas obras a otras, nos han acompañado durante una parte del camino hacia La Torre Oscura e incluso toman roles distintos en función de la novela en la que aparezcan, como, por ejemplo, en la dupla Desesperación/Posesión. Aquellos que sigan la obra del maestro de Maine sabrán a lo que me refiero, pues más de uno descubrió entre las páginas de La Tienda el destino de un enorme San Bernardo llamado Cujo. Así pues, esta historia, más que una simple secuela, bien puede considerarse como un pedazo más del microcosmos creado por Stephen King.
Reseña: Jose Antonio García Santos
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