BÉSAME EN LA OSCURIDAD, capítulo 7: Vivir o morir

  La cámara, en la que horas antes no había reparado, apuntaba hacia ella sin moverse. Agatha se había dado cuenta del extraño aparato, a través del cual la vigilaban […]
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La cámara, en la que horas antes no había reparado, apuntaba hacia ella sin moverse. Agatha se había dado cuenta del extraño aparato, a través del cual la vigilaban los humanos, al escuchar el sonido que emitía al moverse. Seguía sus propios movimientos para no perderse detalle. Un punto rojo brillaba en el centro de la lente y Agatha tenía la sensación de que era el mismo ojo del diablo el que la taladraba.

Sentía que iba a volverse loca si no lograba salir de allí y averiguar qué habían hecho con Darko y con su hermana Violet.

La puerta se abrió de repente y dos hombres vestidos de blanco (como todos los humanos allí dentro) entraron y la sujetaron para llevarla afuera.

Se sorprendió cuando al salir de la oscura habitación, donde ella y Darko se habían unido por primera vez en aquellas tristes circunstancias, se encontró con que el caos reinaba. Los vampiros que antes habían estado atados, ahora estaban libres y se ocupaban de pelear y matar. Estaba aturdida y débil por las drogas recibidas durante aquellas fatídicas horas y no pudo encontrar con la mirada ni a Darko ni a Violet.

Intentó aprovecharse y forcejeó con sus captores pero le ganaban en fuerza y no pudo más que dejarse llevar. Solo confiaba en que alguien amigo apareciese y le ayudase pronto.

 

Darko partió el cuello de uno de sus captores. Eran muchos pero se concentró en un solo objetivo: matar. Tenía que salir de ésta con vida y salvar a Agatha, no podía fallarle.

La determinación le insufló las fuerzas necesarias para ello y se dedicó a pelear con los humanos, siendo esta vez más precavido y utilizando sus buenos reflejos para no volver a ser derrotado por una de sus malditas inyecciones de sedante o cualquier arma que llevasen consigo. Sus puños eran sus únicos aliados.

Rompió varios cuellos y mordió otros en la refriega. Aquello le vino bien para aumentar su vitalidad, sangre fresca. No era la de Agatha, aquella que alimentaba de la mejor manera, pero serviría para obtener fuerzas y ser capaz de alimentarla mejor más tarde. Porque iba a volver a por ella, de eso no había duda.

Cuando hubo acabado con el último humano que intentaba doblegarle, escuchó un grito femenino al fondo del pasillo por el cual le habían conducido. Aquella voz le era demasiado familiar… ¡Violet! La había visto cuando lo capturaron. Al principio, pensó que sería una alucinación debido a los sedantes pero no… Era ella y estaba escondida en la penumbra esperando su momento.

—¡Noooooooo! —volvió a gritar ella.

Un sudor frío recorrió la espalda de Darko. Corrió como si se le fuese la vida en ello y se quedó petrificado cuando torció la esquina y se encontró con una escena sorprendente.

Violet saltaba por encima de dos humanos y les propinaba sendas patadas en la mandíbula, dejándoles KO en el suelo. Había varios de ellos esparcidos por la amplia sala, inconscientes o muertos.

Ella quedó quieta durante unos instantes respirando agitada. Y antes de que Darko reaccionase, otro macho (reconoció a uno de su especie, por su diferencia respecto a los humanos en tamaño corporal y, básicamente, porque sus colmillos asomaban por sus labios manchados de sangre) lo hizo y la cogió por la cintura para estrecharla contra su cuerpo y besarla con pasión. Ella respondió con igual entrega.

Vaya… Así que ella también había encontrado en estos tiempos convulsos a su pareja eterna. Se alegró sinceramente por ella. Agatha también lo haría en cuanto la rescatase.

—¡Violet! —alzó la voz para reclamar su atención.

Ella se apartó un momento del macho que la abrazaba y lo miró estupefacta.

—¿Pero qué ven mis ojos? —Inquirió emocionada— ¡Darko!

Se soltó del macho, que lo taladró con la mirada, y corrió hacia él con lágrimas en los ojos hasta estrellarse contra su pecho. Darko le devolvió el abrazo.

—Tienen a Agatha, Violet. Está encerrada en una de las improvisadas celdas, debemos sacarla de allí rápido.

—¡Dios! ¡Me he vuelto loca buscándola, Darko! Ya no tenía claro si estaría con vida… —sollozó— ¡Qué suerte que hayas aparecido! Tú has sido nuestro ángel.

—Gracias pero no he conseguido nada bueno… Todo lo que he hecho solo ha servido para que nos atrapasen y ahora estamos en la boca del lobo.

Violet se apartó del él secándose las lágrimas y, acto seguido, el otro macho la atrajo hacía sí de nuevo, en un gesto posesivo. Ella lo miró de soslayo y les presentó:

—Él es Rafael, gracias a él sobreviví a mis heridas. Es mi pareja.

Ambos vampiros se estrecharon la mano.

—Y ahora —dijo Violet—, vamos a por mi hermana.

Pero cuando se disponían a salir de la sala, un amplio número de hombres les cerró el paso. Las cosas se ponían feas.

 

 

 

Violet y Rafael, 24 horas antes

Violet no lo pensó dos veces. Mientras veía como se llevaban a Rafael dentro de la improvisada cárcel, antaño la biblioteca de Noctus; aprovechó que los humanos estaban centrados en él para colarse dentro sin que la viesen. Tenía que salvarlo y así, poder proseguir ambos con la búsqueda de sus seres queridos. En el caso de la familia de Rafael, sabía que estaban ahí dentro en el mejor de los casos. En el peor… En fin, no quería pensar en ello porque también implicaba que su hermana Agatha hubiese recibido un destino parecido y aquello la angustiaba demasiado.

Si su hermana estaba muerta, no sabía si podría afrontar la existencia sin ella… Eran uña y carne desde pequeñas, almas gemelas. Lo sentía por Rafael, ahora ambos dependían de sus fuerzas vitales para vivir eternamente con plenitud; pero sin su familia, Violet no le encontraba sentido a la vida y menos todavía, eterna.

Sacudió la cabeza intentando apartar esos pensamientos nada productivos. Ahora no podía distraerse con sentimientos, era momento de ser dura y valiente, de luchar. Solo así evitaría aquel funesto destino.

Dejaron a Rafael tirado en el suelo, aturdido por las descargas que había recibido para ser sometido.

—Vamos a decírselo al doctor, ese chalado podrá divertirse de lo lindo con este espécimen— dijo uno de ellos mientras se alejaban.

Violet salió de su escondite y se arrodilló al lado de él.

—Rafael —susurró—, soy yo, Violet. Te voy a sacar de ésta.

—Vete, estúpida… —reaccionó él gruñendo— Te van a atrapar. Mira como me han reducido a mí y te doblo en tamaño y fuerza.

—Cállate y colabora —dijo ella resuelta—. Demuestra que eres digno de ser mi pareja eterna y levanta el culo de ahí, yo sola no puedo llevarte a cuestas.

 

 

Presente

—Así que aquí está el hijo de perra que atrapamos ayer —dijo uno de los humanos.

—¿Y quién es esa belleza? —Dijo otro refiriéndose a Violet— ¿De dónde has salido, preciosa?

Violet se adelantó un paso y dijo con voz grave:

—De tus peores pesadillas, malnacido.

Rafael sonrió satisfecho y Darko le miró con otra sonrisa. Esa chica tenía agallas y sabía luchar. Lo que no tenía claro Darko era donde había aprendido a defenderse como minutos antes había visto que lo hacía.

Violet profirió un grito digno de una guerrera amazona y saltó hacia los humanos. Eran una veintena pero no le importó, a ellos dos tampoco.

Los tres fueron hacia sus enemigos y comenzó una batalla campal de puñetazos, patadas y mordiscos. Violet se defendía con destreza, esquivando con agilidad los golpes, recibiendo algunos al igual que los propinaba, pero levantándose rápidamente si caía. Una fuerza diferente la poseía: las ganas de vivir para salvar a su hermana y defender lo poco que quedaba de su pueblo.

Darko se dedicó a romper cuellos, algo que se le daba bastante bien. Los humanos no eran tan fuertes como ellos, solo utilizaban armas para ser superiores y solían atacarles con ventaja numérica. En el cuerpo a cuerpo, no eran nadie para los de su especie.

Rafael, por su parte, no se quedaba atrás. Luchaba con fiereza, con una rabia desmedida que le servía para derrotar a cuanto se pusiese delante de él. Todos tenían fuertes razones para no desfallecer.

Sin embargo, seguían estando en inferioridad de condiciones: eran solo tres y, aunque habían derrotado ya a la mitad, sus cuerpos se resentían debido a los golpes y a las descargas eléctricas que iban recibiendo. Se escuchó un tiro y todos se quedaron quietos durante unos instantes. El silencio reinó durante unos segundos mientras todos contemplaban al vampiro que caía al suelo herido: Darko.

Violet gritó hasta desgarrar su garganta y aprovechó la distracción de algunos de sus enemigos para volver a golpearles sin piedad en sus partes más débiles. Aplastó entrepiernas con toda la rabia que sentía, pateó caras y cualquier trozo de carne que se le pusiese por delante hasta llegar a Darko.

—¡Te han dado en la pierna! —le dijo— Intenta ponerte en pie, te cubriremos.

—¡Tenemos que salir ya de esta habitación! —Gritó Rafael mientras esquivaba más golpes— ¡Pronto vendrán más!

Darko se levantó y siguió con la refriega ignorando el dolor de su pierna derecha. Aquello no podía matarle, solo lo debilitaría un poco hasta beber de su pareja, entonces se curaría inmediatamente.

—¡Ya! —Gritó él.

Los tres corrieron todo lo rápido que pudieron. Darko cojeaba pero ignoraba el dolor.

Salieron de aquella sala escuchando los gritos de los pocos humanos que quedaban en pie. Sabía que estaban pidiendo refuerzos a través de los teléfonos móviles que llevaban. Los habitantes de Noctus no conocían la tecnología moderna, vivían estancados en costumbres antiguas y sin necesidad de adelantos del mundo moderno; pero Darko, que había vivido varios años el mundo humano, conocía bien todo lo relativo a su mundo.

 

—¡Tenemos que liberar a los nuestros! —Dijo Violet— Nos ayudarán en esto, solo así tendremos posibilidad de vencerles.

Los vampiros atados comenzaron a forcejear con las esposas que les retenían debido a la euforia de verse liberados.

—¡Buscad las llaves! —dijo Rafael.

 

A unos metros del caos, mientras el doctor Black observaba como aquellos tres vampiros liberaban a sus vecinos, hizo un gesto a sus hombres (los pocos que quedaban vivos o en pie del centro) para que no avanzasen.

—Traed a la chica. Nos la llevaremos y la usaremos de señuelo. Es muy preciada para estos tres.

 

Agatha tenía frío. ¿Dónde estaban Darko y su hermana? ¿Les habrían matado ya?

Veía como los vampiros luchaban contra sus captores pero más humanos iban entrando en el edificio y se iban a ver sometidos de nuevo… Y de pronto, los vio.

Vio a su hermana Violet recibiendo un puñetazo en el estómago y una descarga eléctrica en el costado. Ella gritó pero al instante se recuperó y atacó a los humanos, arrebatándole al arma a uno de ellos y comenzando a ser ella la que propinaba descargas a los demás. Parecía una auténtica guerrera mientras se movía rápidamente y gritaba.

Se emocionó. Era maravillosa. Siempre había sabido que se le daban bien las artes de guerra, era una chica ágil y fuerte, en apariencia delicada pero valiente como pocas. Envidiaba su entereza, ella era débil y no sabía luchar… solo sabía lamentarse.

Darko apareció también en escena luchando y ganando. Se sintió orgullosa también. Ese era su macho. Entonces, sin poder evitarlo, gritó sus nombres desesperada. La emoción y el miedo pudieron con ella y no pensó en que les distraería de su tarea.

Cuando ambos repararon en su presencia, el doctor Black, aquel demente que pretendía experimentar con ellos, la cogió con fuerza de la cintura y apuntó hacia su corazón con una daga.

—Quietos, monstruos. Si hacéis un solo movimiento más, la mato.

 

 

Lydia Alfaro© Todos los derechos reservados

 

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Sobre Lydia Alfaro

Escritora, soñadora y eterna aprendiz. Puedes seguirme aquí: https://www.facebook.com/lydiaalfaroescritora