BÉSAME EN LA OSCURIDAD. Capítulo 5: Lazos ardientes

  Llevaba horas vagando por las calles de Noctus en busca de Violet cuando le sorprendió aquel cosquilleo desagradable en la nuca. Agatha alzó la mirada a los cielos y […]
Print Friendly, PDF & Email

9 Votos obtenidos¡Vótame!

 

Llevaba horas vagando por las calles de Noctus en busca de Violet cuando le sorprendió aquel cosquilleo desagradable en la nuca. Agatha alzó la mirada a los cielos y comprobó que la oscuridad comenzaba a fundirse con un tono ocre que anunciaba la llegada de un nuevo amanecer. Pensó que si no fuese mortal de necesidad para ella, sería precioso contemplar la salida del sol. Lástima que la naturaleza les tuviese prohibido aquel privilegio.

Escuchó unas voces masculinas que se acercaban y corrió a esconderse en una esquina de la calle.

―Pues no ha sido tan difícil hacerse con el control de este lugar ―dijo uno.

―¡Tanta leyenda y tanto vampiro para nada! Son corderitos ―ambos estallaron en sonoras carcajadas.

Pero las risas cesaron de manera abrupta y, en su lugar, escuchó el grito de uno de ellos mientras el otro emitía sonidos ahogados. Acto seguido, el que gritaba emitió los mismos lastimeros sonidos que el anterior y, entonces, vio como ambos cuerpos eran arrojados a sus pies sin vida, luciendo sendos mordiscos en el cuello.

No pudo evitar gritar. Vinieron a su mente las imágenes de sus padres muertos, imágenes que la acompañarían de por vida, si es que le quedaba mucha. Cerró los ojos y sintió como las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

―Agatha.

Darko. Era Darko. Abrió los ojos y él estaba ahí, frente a ella, mirándola con una intensidad que la abrumaba. Los fuertes músculos de su torso se marcaban en aquella camiseta sucia. Sus brazos lucían tensos, con las venas remarcando su piel y con los puños apretados. Su pelo castaño revuelto le daba ese aire salvaje que tanto le había gustado siempre y ahora, luciendo una ligera barba de unos días, más todavía.

―¿Cómo me has encontrado? ―inquirió, aunque sabía la respuesta.

―Tu olor te delata. Sabes que no puedes escapar de mí… ―se acercó más a ella y cogió su rostro entre sus grandes manos― Captaría tu olor a kilómetros de distancia.

Ella no dijo nada, solo asintió. Lo cierto era que también captaba el olor de él pero había estado intentando evitar un nuevo encuentro. Era demasiado frustrante desearlo con todas sus fuerzas y no sentirse merecedora de tal contacto.

Darko acercó su boca a la suya y quedó parado unos instantes. Rozó cariñosamente su nariz contra la suya y Agatha no pudo evitar corresponderle. Era demasiado intenso lo que sentían el uno por el otro. Darko pegó su cuerpo al de ella y pudo notar la excitación de él contra su vientre. Aquello encendió una llama en su interior y deseó hacer cosas que no había hecho nunca con un hombre, perderse en su cuerpo desnudo y besar cada ondulación de su carne, cada poro de su piel… Darko gimió y besó sus labios con pasión. Su boca jugó con la suya con movimientos lentos pero intensos, introduciendo su lengua en ella mientras ambas se enlazaban y se acariciaban entre sí. Cada roce de lengua despertaba una nueva hoguera en su interior y no pudo más qué agarrarse a él con fuerza, clavándole las uñas en los antebrazos. Sus colmillos salieron a flote y Darko pasó su lengua por ellos con una sensualidad que la desarmó por completo.

Él interrumpió el beso y apoyó su frente en la de ella respirando de forma entrecortada.

―Amor, no puedo separarme de ti, te necesito y tu a mí. Ahora mismo solo quiero devorarte entera.

―No debería estar aquí dejándome llevar por mis instintos más egoístas… Mi hermana sigue perdida y puede que muerta.

Darko alzó la mirada al cielo. El sol saldría de manera inminente, ya clareaba.

―Escucha, vamos a guarecernos y cuando la luna esté en lo alto, saldremos en su busca de nuevo.

―No te merezco… Te quise entregar a ella. Fue un acto desesperado pero egoísta. Le daré mi sangre, te lo prometo.

―Calla… ―susurró él― Ya decidiremos qué hacer, pero tu hermana vivirá, lo juro.

 

***

Violet había buscado sin suerte a Agatha. No había ni rastro de ella en Noctus. No era capaz de captar el olor de su hermana; sin embargo, sí podía captar el de aquel desconocido, Rafael. El vampiro del cual había bebido y viceversa. Estaban ligados y sus cuerpos se reconocían. Sin poder evitarlo había seguido su rastro y ahora observaba desde su escondrijo, con lágrimas en los ojos, como éste bramaba desesperado ante la pérdida de su familia.

Violet había comprobado que los humanos habían estado llevando a todos los prisioneros al edificio más grande la ciudad: la biblioteca.

Ahora, el goteo de gente había parado. Se escuchaban gritos de dolor y lloros de niños. Aquello era una barbarie. ¿Es que nadie iba a ayudarles? Estaba claro que no. En el mundo humano, ellos eran los monstruos a los que había que cazar y aniquilar. Nadie iba a salir en su ayuda.

Cuatro humanos salieron afuera debido a los gritos de Rafael y cargaron contra él. Éste se defendió a puñetazos y patadas, logrando reducir a dos de ellos, pero, en un descuido, un tercero lo sujetó y el otro sacó un artilugio que comenzó emitir una especie de descargas, como los truenos de los cielos en los días de tempestad.

Lograron reducirle.

―Uno más para la colección ―dijo uno de los hombres.

―El jefe estará contento, el ataque ha sido un éxito y especímenes como este nos vendrán muy bien para que el doctor chalado haga sus experimentos ―dijo el otro.

Uno de los que habían sufrido a golpes la ira de Rafael, se levantó y le propinó una patada en el estómago mientras le espetaba:

―¡No me gustaría estar en tu lugar cuando el doctor chalado te ponga las manos encima! Ja, ja, ja.

Rafael gruñó e intentó soltarse pero volvieron a reducirlo con aquel aparato que producía rayos.

Quiso salir en su ayuda pero sabía que si habían conseguido reducir a Rafael; ella, con menos fuerza y dotes para pelear ―no había alzado una mano a nadie en su vida―, no presentaría mayor resistencia. Así que, mientras veía con horror como lo metían dentro del edificio, comenzó a fraguar un plan. Tenía que entrar ahí dentro y conseguir liberar a cuantos pudiese. No sabía como lo haría… Pero estaba decidida.

***

Agatha observaba como Darko atrancaba la puerta de la casa donde se iban a esconder durante el día. Se había quitado la sucia camiseta y los músculos de su espalda trabajaban ondulándose y proporcionándole una estupenda visión de su anatomía.

Tragó saliva al pensar que iba a estar asolas con él muchas horas y su sexo se contrajo ante el pensamiento de hacer algo más que descansar. Ante la horrible situación en la que se encontraban, no debería pensar en aquello pero su cuerpo la traicionaba. En aquellos momentos solo podía pensar en Darko encima de ella, besando su cuerpo y penetrándola con su poderoso miembro.

Como si supiese de sus pensamientos, él terminó lo que estaba haciendo y se giró para mirarla con esos ojos grises hambrientos. La miró tan intensamente que se sintió desnuda y aquella sensación le produjo más cosquillas en su sexo. Estaba húmeda como nunca lo había estado. Solo Darko podía conseguir aquello.

Él se acercó lentamente hacia ella como un león al acecho de su víctima. Su boca se torcía en un rictus travieso. Ella no pudo más que quedarse paralizada esperando su llegada. ¿Qué iba a hacerle?

Cuando Darko estuvo a unos centímetros de su cuerpo, la electricidad crepitaba entre ellos de manera poderosa. La sujetó por las caderas y la alzó en vilo, colocando una de sus grandes manos en su trasero, amasando su carne con fuerza. Agatha no pudo evitar emitir un gritito de sorpresa y excitación. Con la otra mano, sujetó su cuello y trazó un placentero camino con el pulgar a lo largo de su vena henchida.

―Voy a hacerte mía, Agatha ―anunció con voz ronca―, pero, primero, vamos a adecentarnos un poco. Estoy sucio como un cerdo.

Ella no pudo evitar sonreír. Solo él era capaz de sacarle una sonrisa aun en aquellos horribles momentos. Eran ellos. Ellos contra el mundo.

La dejó en el suelo otra vez y comenzó a desabrocharse los pantalones mientras la observaba provocador. Sin decir nada, se quitó los zapatos y la prenda junto a los calzoncillos negros de slip y pasó junto a ella para dirigirse al baño. Contemplar sus glúteos compactos le sacó un gemido de aprobación. Era perfecto.

Fue tras él y vio como abría la ducha y se metía bajo el chorro del agua con una expresión de placer total. Entonces pudo ver todo su cuerpo desnudo. Además de unos brazos fuertes, Darko poseía unos pectorales marcados y amplios, unos abdominales perfectamente dibujados en una cintura estrecha. Alrededor de su cadera surgían unos músculos con forma de uve que delineaban un camino hacia el suave vello oscuro de su pubis, del cual nacía un espectacular miembro que en aquellos momentos, se encontraba erecto en su totalidad, grueso y largo. Se le hizo la boca agua.

Darko trazaba círculos en su piel mientras se lavaba, extendiendo el jabón por cada centímetro de carne ondulada. No pudo evitar seguir el rumbo que tomaban sus manos, imaginando que recorrían su propia piel. Cuando Darko llegó hasta su pene, comenzó a lavarlo acariciándolo de arriba a abajo, frotando el glande con el pulgar para terminar llegando a la base y amasar sus testículos.

Cuando alzó la vista, fascinada y totalmente húmeda, vio que él la miraba con una sonrisa y un brillo prometedor en sus ojos grises.

―Todo esto es tuyo, Agatha. Me muero porque seas tú quien me toque. Ven.

Le hizo un gesto con la mano para que se acercara y ella obedeció.

Sin que él le tuviese que indicar nada, se deshizo de su desaliñado vestido y quedó solo con las braguitas ante él. Sus pechos estaban sensibles, podía sentir las puntas de sus pezones erectos que clamaban por ser acariciados, succionados e, incluso, mordidos.

Darko cogió el borde de las bragas y las deslizó por sus piernas hasta quedar completamente desnuda y, entonces, Agatha se metió en la ducha junto a él.

La mirada de adoración que le dedicó él consiguió estremecerla por entero mientras ella misma se deleitaba con la sensual imagen de su musculoso cuerpo empapado. El agua resbalaba por sus cabellos y su rostro, realizando un viaje a través de su torso y sus extremidades tensas. Se pegó a él sumergiéndose en el chorro de agua tibia y Darko le rodeó con sus poderosos brazos, apretándola fuerte contra él.

―¿No me guardas rencor? ―susurró.

―No podría… Tú eres mi pareja eterna, Agatha. Te quiero a mi lado.

Una mano fue bajando por su espalda y ella se arqueó involuntariamente. Su contacto le quemaba, le hacía arder. Restregó su rostro contra su hombro resbaladizo por el agua mientras él acariciaba su trasero y hundía su mano entre sus piernas.

―Ábrelas ―ordenó.

Ella lo hizo y entonces, Darko comenzó a trazar la línea de sus labios vaginales con lentitud, deslizando sus dedos por la húmeda carne femenina. Agatha cerró los ojos y gimió al sentir como Darko hundía un dedo en su interior. Era una sensación extraña, jamás había sido penetrada. Pero una corriente de placer comenzó a invadirle a medida que Darko movía lentamente el dedo, de fuera hacia adentro, realizando círculos mientras la penetraba.

―¿Te gusta esto, amor? ―dijo él.

―Sí, mucho… ― no era capaz apenas de articular palabra. Estaba envuelta en una nube de placer y deseo.

Quiso hacerle sentir a él también esas sensaciones e instintivamente, comenzó a acariciar sus pectorales, dibujando sus pezones con el dedo pulgar y bajando por sus abdominales hasta llegar al suave y mojado vello de su pubis.

Darko seguía moviendo un dedo dentro de ella. Comenzaba a sentirse frenética ante las sensaciones tan intensas que estaba sintiendo.

Darko la cogió por el pelo con la mano libre y lo apretó en su puño mientras le daba un beso con la boca abierta. Agatha le recibió gustosa con su lengua. Estaba sobrepasada por lo que estaba sucediendo. Darko le masturbaba con maestría, había añadido un segundo dedo y, pese a la ligera molestia en su centro virgen, el placer era tal que solo pensaba en ser penetrada por su impresionante pene, que descansaba preparado contra su vientre. No pudo resistirse a bajar la mano y rodearlo con ella.

El pene de Darko ardía y clamaba por una liberación.

―Tienes que mover la mano como yo lo estaba haciendo antes… ―le indicó él― De arriba hacia abajo, aprieta sin miedo.

Agatha siguió sus instrucciones. Deslizó la mano por su miembro, deleitándose con cada vena, con cada centímetro de suave piel masculina.

Darko había comenzado a gemir roncamente y había acelerado sus movimientos dentro de su vagina. Agatha gimió también y comenzó a acariciarle rápidamente.

Los movimientos de ambos se acompasaron y el tiempo dejó de correr, el mundo dejó de existir; solo existía el placer y la pasión. La locura del momento.

Agatha gritó cuando el orgasmo le sobrevino y sintió como los fluidos de Darko le manchaban la mano cuando él se unió a su culminación.

Él le besó la frente y susurró:

―Me vuelves loco… Ahora te voy a hacer mía de verdad.

Ella ronroneó de placer ante la expectativa de tener su miembro dentro de ella, lo deseaba con todas sus fuerzas y después del orgasmo tan maravilloso que acababa de darle, todavía más.

De pronto, unos golpes les despertaron de su ensoñación. Alguien estaba golpeando la puerta, parecía que intentaban derribarla.

Darko apagó el grifo del agua y le indicó con un gesto que guardase silencio.

―Vístete ―ordenó susurrando―. ¡Rápido!

El mundo, en efecto, seguía existiendo. Su hermana herida seguía perdida y los humanos, probablemente, les habían encontrado.

El sueño había sido bonito mientras había durado.

2-Sexy-Juegos-para-probar-esta-noche

 

Lydia Alfaro© Todos los derechos reservados.
SIGUE A AUTORA EN FACEBOOK Y TWITTER

Sobre Lydia Alfaro

Escritora, soñadora y eterna aprendiz. Puedes seguirme aquí: https://www.facebook.com/lydiaalfaroescritora