‘BÉSAME EN LA OSCURIDAD’. Capítulo 4: Vínculos de sangre

  Violet seguía en un estado de letargo. No sabía cuantas horas hacía que Agatha había marchado en busca de ayuda pero no debía de haber pasado mucho tiempo puesto […]
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Violet seguía en un estado de letargo. No sabía cuantas horas hacía que Agatha había marchado en busca de ayuda pero no debía de haber pasado mucho tiempo puesto que la luna todavía se alzaba en los cielos oscuros. Aquellos que, hace bien poco, eran eternos y ahora dejaban paso a la mortal luz solar. No sentía su corazón latir, apenas un susurro en su frío pecho. Lloró amargamente y en silencio, ni siquiera tenía fuerzas para sollozar. Por culpa de los malditos humanos lo habían perdido todo. Los ecos de los gritos procedentes de la ciudad llegaban constantemente a sus oídos haciendo que el odio y la pena gobernasen sus últimas horas. Y su hermana, lo único que le quedaba, bien podría haber perecido ya a manos de aquellos bárbaros.

Un ruido cercano rompió sus pensamientos de repente. Escuchó el sonido de rocas desprendiéndose ladera abajo y una cuantas maldiciones. La voz era masculina. ¿Serían los humanos que venían en su busca? Cerró con fuerza los ojos queriendo eliminar las lágrimas e imponiéndose valor. Esta podía ser su oportunidad para alimentarse y sobrevivir… Tenía que dejar de lado el miedo y ver la situación desde otra perspectiva: ella no era la presa, era un animal malherido que podía ser muy peligroso cuando se trataba de su supervivencia. Si era más de uno, mucho mejor: más sustento.

Se incorporó con muchísimo esfuerzo y quedó agazapada de cuclillas esperando que aquellos malditos asomaran. Esperaría escondida en las tinieblas hasta que se acercaran lo suficiente y, entonces, les mordería.

La cercanía a la muerte debía de estar proporcionándole esos pensamientos asesinos a la vez que un aroma a sangre fresca encendió su estómago instantáneamente. Salivó y se tambaleó en aquella difícil postura debido a su debilidad. No veía el momento.

Rafael alcanzó por fin la entrada de la cueva con los sentidos nublados por el deseo de probar aquel manjar. No sentía remordimientos por lo que iba a hacer. Sabía muy bien que aquel olor pertenecía a una mujer u hombre de su especie y no se permitió pensar en que iba a cometer un asesinato. Su mente trabajaba de un modo primario. Supervivencia. Ese era el objetivo. Encontrar a su familia y aniquilar a tantos humanos posibles. Se quedó de pie, a duras penas taponando con una mano la herida que seguía manando sangre de su pecho y se dispuso a entrar en aquel agujero oscuro. Una respiración agitada le recibió a la vez que el golpe intenso de aroma que casi lo tumbó de placer. Inhaló fuerte hasta hinchar los pulmones y tosió. No tenía mucho tiempo, estaba a punto de desfallecer. Sus colmillos se alargaron y cuando estaba a punto de saltar sobre el cuerpo agazapado de su presa, un golpe seco en la nuca lo dejó aturdido y una intrusión violenta en la vena de su cuello terminó por dejarle paralizado. Vampire-lips

Estaba en el suelo y tenía encima suyo a una hembra succionando su vena y provocándole la erección más grande de su vida. Era irónico que, perdiendo sangre y estando en las últimas, su cuerpo todavía reservara fuerzas para el sexo… Era un maldito enfermo. Rugió como un animal y agarrándola de los hombros consiguió separarla de su cuello para contemplar el rostro más hermoso que había visto jamás. Sus ojos eran de color violeta. Deseó todavía más saborearla y ya no supo diferenciar si era por supervivencia o por placer. No podía pensar, solo actuar. La hembra rugió también y le enseñó su brillante y afilada dentadura manchada por su sangre. Forcejeó e intentó volver a poseerle pero Rafael se lo impidió con las últimas fuerzas que le quedaban. La volteó y se colocó él encima separándole las piernas. Gimió cuando sus cuerpos se acoplaron a la perfección y entonces, sin ningún cuidado, fue él quien la mordió esta vez con fiereza. El sabor de la mejor sangre que jamás había probado invadió su garganta, su estómago y cada terminación nerviosa. Sus extremidades temblaron ante tal sensación de vigor y placer entremezclados. Aquello era un auténtico bálsamo para su cuerpo y su mente. Jamás había bebido una sangre más pura.

Es ella, Rafael. Es Ella.

Violet se rindió a las sensaciones que aquel desconocido le estaba proporcionando. Primero, ante la sorpresa de sentir en su líquido vital el maravilloso aroma que había precedido su llegada. Después, la tranquilidad de descubrir que era uno de los suyos. Un vampiro como ella. Ahora él bebía ferozmente de su vena y gemía mientras restregaba su enorme cuerpo sobre el suyo.

El tiempo ya no tenía importancia… solo era consciente de que seguía viva cuando el desconocido le acercaba su cuello para que ella volviese a beber de él y, luego, él volvía a beber de ella… unos cuantos intercambios feroces y un estado febril que hacía parecer todo un sueño.

―Creo que nos hemos vinculado ―dijo él en algún momento, cuando yacían exhaustos y soñolientos uno al lado del otro con las miradas perdidas en el techo de la cueva.

Ya no sentía que la vida se le escapaba. Violet se tocó el pecho y comprobó que la herida ya no estaba, se había curado. Y a medida que la niebla desaparecía de su mente y su visión, cayó en la cuenta de lo que aquel desconocido le decía.

―Gracias, me has salvado la vida.

―No me las des… Mi intención era usarte para salvar la mía sin mirar atrás.

―También era esa mi intención ―una sonrisa torció sus labios. Se sentía mejor que nunca pero ahora debía buscar a Agatha. No quería ni pensar en que la hubiesen apresado o algo peor―. Ahora mismo la situación de nuestro pueblo es complicada ―continuó ella―, no es momento de emparejarse. Ahora que me he recuperado voy a ir en busca de mi hermana que es lo único que me queda.

―Yo debo encontrar a mis padres y mi hermana pequeña. Les apresaron.

Ambos quedaron en silencio, lejos de la incomodidad. Eran dos vampiros que se habían encontrado en una situación parecida y, finalmente, habían sobrevivido gracias a su instinto. ¿Para qué quería engañarse? Ella sabía que el hecho de que estaban predestinados había sido decisivo. Solo las parejas eternas se captaban gracias al olor de la esencia del otro.

Violet se levantó y Rafael la siguió hasta la entrada de la cueva.

―¿Qué harás si te vuelven a herir antes de encontrar a tu hermana? ―inquirió él.

Ella no contestó. Ambos sabían cual era la respuesta. Ya no habría sangre capaz de ayudarles en caso de caer. Ni siquiera tolerarían la sangre de un congénere a partir de ese momento.

―Creo que no tenemos más opción que no perder el contacto ―continuó él.

Ella lo miró al sugerir aquello y, por primera vez, contempló la belleza de ese macho. Cabellos negros como la noche y ondulados que caían en cascada hasta sus hombros. Y éstos eran anchos, coronando un cuerpo musculado y vigoroso que demostraba que era un vampiro adulto muy apetecible. Labios gruesos y rosados, ojos oscuros y mandíbula ancha y viril, con un hoyuelo en el centro que tuvo ganas de acariciar. Le sobrepasaba en altura y su atuendo era sencillo: unos pantalones anchos de color gris y una camiseta blanca, ambos hechos jirones y empapados de sangre seca.

Se obligó a dejar de observarle de ese modo cuando tenía cosas más importantes de las que ocuparse. Su hermana estaba en peligro por su culpa.

Rafael la contempló mientras ella giraba la cara y enfocaba sus fascinantes ojos color violeta hacia el vacío bajo sus pies. Tenía el pelo negro y rizado, se apoyaba deshecho en una espalda fina y elegante, cubierta por un delicado vestido azul celeste bastante castigado por los acontecimientos sufridos en las últimas horas. Le tapaba las piernas por completo y Rafael deseó poder subir aquella tela para descubrir esa suave piel que prometía esconder… Tragó saliva y carraspeó incómodo por el rumbo que tomaban sus pensamientos.

―De acuerdo. Buscaremos a tu hermana y, después, rescataré a mi familia. Por cierto, me llamo Rafael ―le tendió la mano y ella la tomó. La electricidad traspasó sus cuerpos provocando que ambos respirasen hondo sorprendidos.

―Violet ―solo pudo articular ella.

―Muy acertado ―contestó él con una sonrisa ― ¿Lista?

De pronto, ella soltó su mano y alzó el vuelo sin previo aviso. Rafael quedó estupefacto viendo como Violet se alejaba. Su repentina pareja eterna se giró cuando estaba ya a unos metros de distancia y gritó:

―¡Ocúpate de los tuyos! ―sonrió con tristeza― Yo lo haré de los míos… Y si sobrevivimos, nos encontraremos.

―¡Ahora estamos ligados! ―gritó él― ¡No puedes separarte de mí!

―Tu familia te espera, no puedes perder tiempo. ¡Vete! Si el destino quiere, nos encontraremos pronto.

Y se marchó sin más. Rafael rugió frustrado por la actitud de la mujer. Tenía razón en que, cada uno por su lado, avanzarían más en la búsqueda de sus familias. Sin embargo, si uno de ellos perecía en el intento, el otro estaba condenado a muerte de todos modos.

 

Cuando Agatha y Darko llegaron a la cueva donde había dejado moribunda a su hermana Violet, comprobaron que allí no había nadie. Agatha rompió a llorar escarbando en la tierra al fondo del oscuro agujero. Cuando un vampiro moría, se deshacía convirtiéndose en ceniza. Agatha alzaba las manos de manera compulsiva mientras lloraba histérica intentando discernir entre simple arena o los restos de su hermana. Darko, aunque todavía decepcionado y resentido, se agachó afligido junto a ella.

―¿Tu hermana yació justo aquí?

Ella asintió y Darko cogió un puñado de tierra. Allí no había muerto su hermana. Se limpió las manos y sujetó a Agatha por los hombros intentando calmarla.

―Tranquila, no hay restos. Violet no ha muerto aquí.

Del mismo modo que no podía afirmar que no hubiese muerto en otro lugar. Realmente tenían un problema.

―¿Y cómo va a haber salido ella de aquí si estaba malherida? ―inquirió ella angustiada― ¡Alguien se la ha llevado! ¡Los malditos humanos la han descubierto y se la han llevado! ―siguió sollozando de manera incontrolable.

―¡Escucha! ―la sujetó por los hombros intentando hacerle entrar en razón― Tenemos que intentar mantener la calma dentro de lo posible, observar las pistas para que nuestra búsqueda sea eficiente.

La soltó y comprobó el suelo hasta la entrada de la cueva. La tierra estaba removida en algunas zonas, como si alguien hubiese estado revolcándose en ella. Después, podían observarse huellas.

―Mira ―señaló el suelo―, hay huellas y son recientes. El viento no las ha hecho desaparecer todavía.

―Sí, pero eso no nos ayuda demasiado. Seguimos sin saber adónde se la pueden haber llevado, Darko.

Él la observó con aquellos ojos grises sombríos. Acarició su rostro con un dedo en una caricia tan suave como el roce de una pluma pero que despertó todas sus terminaciones nerviosas. Agatha cerró los ojos e inclinó la cara, agradeciendo ese cariñoso gesto.

Darko habló con la voz ronca por el deseo insatisfecho que sentía por ella:

―La encontraremos, Agatha. Te juro que lo haremos.

Ella sintió el impulso de acercarse a él y besarle… Y lo hizo. Los cálidos labios de Darko recibieron los suyos y Agatha tomó la iniciativa introduciendo su lengua en la boca de él. Ambas se encontraron en un baile lento pero intenso. Ella lo apresó rodeando su cuello y pegó su trémulo cuerpo al de él. Notó que Darko estaba muy excitado cuando sintió su erección contra su abdomen y eso encendió más su fuego.

Pero él la cogió por la cintura y la separó. El beso se interrumpió bruscamente. Ambos respiraban de manera entrecortada.

―No empieces algo que no puedas terminar ―dijo él con voz afectada.

Ella le había entregado a su hermana para salvarle la vida. Había renunciado a su vínculo eterno.

―Ella se vinculará a ti pero tú ya has bebido de mí… ―pensó en voz alta ella― ¡No podrás alimentarte de ella!

―¿De verdad no habías caído en eso? ―dijo él― Vaya, tenía claro que te importaba un comino mi propia supervivencia… Aunque, de todos modos, no he tenido problemas para vivir estos años sin sangre.

Agatha cayó de rodillas en el suelo. La situación era más complicada de lo que había pensado. El terror y las emociones vividas esa horas, habían nublado su entendimiento y había tomado decisiones basadas en razonamientos erróneos.

―Si no hubiésemos bebido el uno del otro no habría problema, pero… Tú y yo ya estamos vinculados. No podemos beber de nadie más, la sangre de otro no nos revitalizará ni saciará ―dijo ella, abatida.

Darko se arrodilló y le alzó la barbilla con un dedo.

―Te dije que le salvaría la vida a tu hermana y lo mantengo. Pero no esperes nada más de mí… Noctus está acabada y no sabemos cuantos hay vivos de los nuestros. Así que, en cuanto la encontremos, huiremos a Moscú, donde he estado viviendo estos años. Allí, aunque rodeados de humanos, os enseñaré a vivir sin que nadie sepa vuestra verdadera naturaleza. Después, no me volveréis a ver jamás.

―¡Pero, Darko, tú me necesitas y yo a ti! ―Agatha le sujetó por el cuello de la camiseta, desesperada― Sé que he sido egoísta y no he pensado en ti pero podemos pensar la manera más adecuada de llevar esto…

Él habló con voz desapasionada:

―¿Es que no entiendes que para mí es humillante que mi compañera de vida me haya “cedido” a otra vampira? Entiendo que quieras salvar a tu hermana pero me has demostrado que no me amas. Solo con pensar que otro bebiese de ti… Solo ese pensamiento me pone furioso, mataría a quien se atreviese a probarte.

Agatha le soltó y se levantó. Mezcló sus huellas con las que había en la tierra y saltó al vacío para salir volando.

―¡Agatha! ―rugió Darko al pie del acantilado.

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Ella sintió como sus lágrimas resbalaban por sus mejillas hasta perderse en el viento. No miró atrás ni quiso escucharle… No le obligaría a darle de beber a su hermana… ya no. La encontraría y, si todavía vivía, le daría su misma sangre hasta la muerte si hacía falta.

 

Lydia Alfaro© Todos los derechos reservados.

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Sobre Lydia Alfaro

Escritora, soñadora y eterna aprendiz. Puedes seguirme aquí: https://www.facebook.com/lydiaalfaroescritora