BÉSAME EN LA OSCURIDAD, capítulo 11: Asesina

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Tres meses después, Moscú

Agatha dejó la ropa encima de la cama deshecha. Acababa de darse una ducha caliente y ahora era el momento de salir a la calle y hacer lo que debería de haber hecho hace mucho tiempo… Todos lo habían probado excepto ella.

Las leyendas resultaron ciertas y ahora, Darko, Rafael, Violet y los demás se hallaban adiestrando humanos convertidos en un gimnasio abandonado a las afueras de Moscú.

Era verano y los días eran más largos, por ello debía aprovechar que acababa de anochecer para cumplir con su objetivo y volver a casa antes del alba.

Agatha, debes dejar atrás los sentimientos de culpa y la pena… Ellos te entregarían a las autoridades sin dudarlo, te abrirían en canal para experimentar con tu cuerpo… Para ellos ya eres un monstruo, así que no dudes en comportarte como tal.

Eso le decía Violet cada vez que ella se oponía a morder a un humano. ¿Qué pasaba con sus votos de solo alimentarse de su pareja eterna? Esa romántica exclusividad de los de su especie se había visto violada por aquel nuevo objetivo bélico: convertir a tantos humanos como pudiesen y crear un ejército de vampiros para dar muerte a sus enemigos. ¿Y después? ¿Qué harían cuando todo acabase si es que acababa bien? ¿Volverían a Noctus para construir la ciudad de nuevo? No confiaba en los humanos y no tenía claro si, una vez convertidos en inmortales, serían de fiar. Pensaba en los vampiros genuinos que habían sucumbido a la sed de sangre, por culpa de los cuales, los humanos habían conocido su existencia. Un humano convertido en vampiro, disfrutando de las ventajas físicas que ello suponía… Tenía un mal presentimiento. Algo le decía que todo se les iría de las manos y su propio experimento se revelaría en su contra.

Pero ya estaba harta de ser la voz de la conciencia del grupo. Ni siquiera Darko la apoyaba… Él también estaba convencido de que el plan sería un éxito y obtendrían su merecida venganza. Pero para Agatha, la venganza estaba envenenada. Todos ellos perderían el alma con aquella misión suicida. Se convertirían en monstruos reales, los humanos tendrían razón por fin al afirmarlo… No quería convertirse en eso.

Sin embargo, estaba harta de ir por libre y no ser escuchada. Estaba harta de ser el eslabón débil.

Con lágrimas en los ojos echó la toalla que cubría su cuerpo al suelo y se dispuso a vestirse para salir a matar. Se colocó las bragas y el sujetador negros, luego los pantalones y la camiseta del mismo color.

Se fue al baño y se hizo una coleta apretada. Se miró al espejo y no se reconocía. Su pálida tez había perdido el tono sonrosado que siempre había lucido en las mejillas de manera natural y sus labios estaban resecos. Estaba muy nerviosa.

Cogió el estuche de maquillaje que le había regalado Violet unos meses atrás y se puso un poco de base en el rostro, algo de colorete, una pizca de sombra oscura en sus párpados y se pintó los labios de rojo sangre… Dentro de poco el carmín se fundiría con el líquido vital de algún infeliz. Hizo una mueca de asco.

El teléfono móvil sonó. Fue a ver quien era y se le encogió el estómago cuando vio que era Darko. Él no sabía lo que se disponía a hacer. Lo tenía pensado desde hacía días y aquella era la noche elegida. Agatha siempre se quedaba sola en el piso que compartían con Violet y Rafael mientras ellos salían a convertir humanos y a adiestrar a los que ya estaban bajo su yugo. Volvían poco antes del amanecer.

Darko, pese a que preferiría que ella participase, no aprobaría jamás que saliese a las calles de Moscú sola y menos todavía, cuando no tenía experiencia en todo aquello.

Descolgó el teléfono.

―Hola cariño, ¿cómo va todo? ―intentó sonar tranquila.

Escuchó como él emitía un suspiro cansado al otro lado de la línea.

―No del todo mal… No es tan fácil controlarles como habíamos pensado en un principio, ya sabes. Se sienten abrumados por los sentidos que han desarrollado y ante la perspectiva de la inmortalidad. Nos está costando contener su sed de sangre.

Agatha pensó en decirle un “te lo dije” pero después de todo el trabajo que se estaban tomando con todo aquello y de las esperanzas que tenían puestas, le resultó cruel.

―¿Qué haremos si sale mal? ¿Si los conversos se vuelven en nuestra contra? ―atinó a decir.

―Tendremos que matarles ―Darko fue tajante.

Tras hablar unos minutos más, se despidieron con la promesa de revolcarse en las sábanas al amanecer y ella colgó el teléfono con una sonrisa amarga.

Estaba comenzando a dudar de nuevo sobre si era buena idea salir… Pero quería que Darko y los demás estuviesen orgullosos de ella, quería dejar de ser Agatha “la sensata y llorona”. Quería ser fuerte y letal como ellos.

Seguramente no era muy maduro por su parte querer demostrar algo a estas alturas de su vida pero, quizás, más que a los demás, en el fondo necesitaba demostrarse a sí misma que era capaz de actuar y estar a la altura en una guerra que no había buscado… Pero de la que era partícipe quisiese o no.

Así que se guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón y salió del piso en busca de su primera víctima.

 

 

Cerca del amanecer…

Agatha entró a hurtadillas en el piso y suspiró de alivio al comprobar que Darko y los demás todavía no habían llegado. Corrió al cuarto de baño, se quitó la ropa ensangrentada y se metió en la ducha. Cuando el chorro de agua caliente comenzó a caer sobre su rostro y su cuerpo no pudo evitar sollozar en silencio mientras veía como la sangre reseca se desprendía de su piel hasta llegar al desagüe.

Había sorprendido a aquella chica cuando ésta salía de un bar de copas que acababa de cerrar. Seguramente era una camarera que se disponía a irse a casa a descansar. Tendría unos veinte años, era rubia de pelo largo y liso, cuerpo delgado y alta. Vestía unas botas negras de caña alta, una falda del mismo color por encima de la rodillas y una camiseta de manga corta blanca. Iba mirando algo en su bolso cuando Agatha la abordó y la estampó contra la pared. No había testigos, la calle estaba completamente vacía y silenciosa… Ella llevaba horas intentando reunir el valor, viendo pasar a unos y otros, todos posibles blancos, pero con nadie se había atrevido. Así que, desesperada, había decidido en el último momento ir a por esa chica.

«Es una mujer inocente, una simple trabajadora que no tiene nada que ver con nuestra guerra… ¿Qué derecho tengo de meterla en ella?», se dijo.

Pero no era el momento de pensar ni de tener remordimientos. Ellos también eran inocentes cuando los humanos les invadieron y asesinaron… Y esa chica seguro que la vendería al mejor postor si supiese qué era Agatha.

Le tapó la boca y la chica intentó morderle la mano mientras gritaba con la voz amortiguada, pero ella era más fuerte y pudo contener su forcejeo con facilidad. Retorció su cuello hasta tener la vena a la vista, en aquellos momentos, hinchada por la agitación de la humana. Perfecta.

Se obligó a ser fría, a no flaquear…

Apoyó la cabeza en la pared de la ducha recordando aquel momento… Cuando introdujo sus colmillos en la carne de la chica y comenzó a succionar su sangre.

No sabía tan dulce como la de Darko o la de su hermana… Pero sus sentidos se activaron al sentir el primer trago de líquido entrar en su organismo.

Golpeó la pared de la ducha con un puño. ¡Le había gustado, maldita sea! Y le había gustado tanto que se había olvidado de que estaba en medio de la calle, de que su objetivo era convertir a un humano… Solo se había concentrado en beber, en disfrutar de aquel néctar tan delicioso.

El corazón de la chica latía desbocado, podía escucharlo perfectamente hasta que dejó de hacerlo. Sí, había bebido de ella hasta matarla.

Conmocionada, se había apartado y la chica había caído al suelo, inerte. Agatha se miró la manos que habían sujetado el cuello de la joven: estaban llenas de sangre, sangre que se había derramado por su propia boca. Ni siquiera había sido consciente de que había bebido de un modo tan voraz y descuidado.

Era una asesina. Un monstruo.

Oyó la llegada de Darko y los demás. Se le formó un nudo en el estómago. ¿Cómo iba a ser capaz de disimular su estado? ¿Cómo iba a esconderles lo que había hecho?

Darko llamó a la puerta del baño y entró.

―Cariño, ya estoy aquí y tengo previsto hacerte algunas cosas que… ―la voz seductora y pícara de Darko quedó suspendida en el aire. Agatha vio como se agachaba para coger su camiseta y olía los restos de sangre en ella… Levantó la cara y vio en sus ojos la ira que la condenaría… Era una maldita asesina. Había salido sin decirles nada y ni siquiera había cumplido con su cometido. Había disfrutado dejando seca a una humana, su organismo estaba lleno de su sangre.

―Darko ―dijo resignada ―, tenemos que hablar.

Darko se puso en pie de nuevo, aun sujetando la ropa manchada de sangre de ella. La miraba con el ceño fruncido.

―¿Qué coño has hecho, Agatha? ―inquirió.

Ella le mantuvo la mirada firme, no iba a ser una cobarde y asumiría su error:

―Esta noche salí en busca de mi primera víctima humana… Quería demostraros que yo también formo parte del grupo de manera activa y tenía intención de convertir a un humano por primera vez.

Darko se mantuvo en silencio unos instantes mientras asimilaba la información. Después, tiró la prenda de ropa sucia al suelo con rabia y soltó un rugido.

―¿Pero tú tienes idea del riesgo que has corrido? ―Se acercó a ella y la sujetó por los brazos mojados. Agatha estaba de pie desnuda en la ducha todavía― ¿Estás loca? ―La sacudió.

La joven vampira se soltó de su agarre y se encaró con él:

―¡Estoy tan loca como todos vosotros que hacéis eso a diario! ―Rabiosa, le dio un puñetazo en el pecho para apartarlo y salir de la ducha. Darko no se movió ni un centímetro.

―Te has puesto en peligro ―Dijo con una calma que no indicaba nada bueno, estaba furioso.

Ella volvió a intentar apartarlo empujándole, sin obtener resultado.

―¡Apártate, maldito seas! ¡Estoy harta de todos vosotros! ¡Harta de que me tratéis como a una florecilla indefensa! Yo solo quería empezar de nuevo, lamer mis heridas y seguir adelante… ¡Y vosotros os empeñasteis en meternos en esta guerra absurda que tenemos perdida desde el principio!

Darko volvió a agarrarla de los brazos y le contestó gritando también:

―¡Estamos defendiendo lo nuestro! ¡Vengándonos por todo lo que nos arrebataron, joder!

―Y yo he claudicado, Darko ―contraatacó ella bajando el tono de voz―. ¿No te das cuenta? Esta noche he matado a una persona. Ya soy tan asesina como vosotros.

Darko apretó los labios y Agatha vio como le comenzaban a sangrar. Tenía los colmillos fuera debido a la ira y se los estaba clavando. La simple visión de los tenues hilillos de sangre brotando de los labios masculinos encendió una hoguera en sus entrañas. Incluso estando tan enfadada le deseaba a morir…

Se acercó hasta él y le lamió la boca lentamente. Darko relajó la mandíbula y se quedó quieto dejándose hacer. Cuando ella terminó de limpiarle la sangre, se miraron unos instantes en silencio.

―Creo que tienes razón en algo, Darko.

―¿En que no deberías de haber salido sola? ¿En que deberías de haberme contado tus intenciones para poder ayudarte a llevarlo a cabo?

―No exactamente ―contestó ella con una sombra en la mirada―. No debería de haberlo hecho porque me he dejado llevar por la sed… Y me ha gustado.

 

Lydia Alfaro© Todos los derechos reservados

 

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Sobre Lydia Alfaro

Escritora, soñadora y eterna aprendiz. Puedes seguirme aquí: https://www.facebook.com/lydiaalfaroescritora