BÉSAME EN LA OSCURIDAD, capítulo 10: En llamas (II)

  Hacía tan solo unas horas… ¿Un par de días quizás? Ni siquiera era consciente del paso del tiempo desde el ataque. Pero Agatha observaba su querida ciudad, Noctus, y […]
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Hacía tan solo unas horas… ¿Un par de días quizás? Ni siquiera era consciente del paso del tiempo desde el ataque. Pero Agatha observaba su querida ciudad, Noctus, y recordaba que hacía tan solo unas horas, había tenido un aspecto muy diferente al actual. La ciudad, otrora bella y vestida de piedra, con jardines bordeando las intrincadas calles que subían y bajaban; rodeada por una orgullosa muralla que se suponía que debía protegerles… Ahora, los jardines estaban calcinados y lucían un triste color grisáceo. Las casas estaban vacías y sin vida; las puertas abiertas de par en par, otras en ruinas debido a los incendios que habían sido provocados. Las calles exhibían un silencio aplastante y desolador. Ya no se escuchaban risas ni se veía gente paseando. Ya no se escuchaban disparos ni gritos pidiendo socorro. La vida se había ido de Noctus.

La extensa muralla de piedra construida hacía tantos siglos, debería haberles protegido… O, al menos, eso era en lo que siempre habían confiado, lo que siempre les había dado resultado antes de hechizar los límites del lugar e impedir que nadie foráneo tuviese constancia de que allí se asentaba una ciudad. Una medida más de seguridad que les había funcionado a la perfección hasta entonces.

Pero los tiempos cambiaban y para los habitantes de Noctus, el paso del tiempo era distinto; pues ellos, vampiros inmortales que alcanzaban la mayoría de edad cuando los humanos ya rozaban el ocaso de sus vidas, percibían cien años como diez para los humanos.

Y estos ya no atacaban con flechas ni con espadas. Lo hacían con bombas y armas de fuego. Podían herir a distancia, no hacía falta el cuerpo a cuerpo. También poseían la ciencia y a pesar de que Agatha reconocía que podía tener buenos usos, también ofrecía un buen servicio ante las oscuras intenciones de quien poseyese el poder de crear fórmulas capaces de originar venenos y demás sustancias. Lo único parecido que le venía a la mente era la magia. Podía decirse que la magia había evolucionado a ciencia. Ya no existían hechiceros con túnicas o brujas ataviadas de negro que vivían en las cuevas de las montañas más altas elucubrando contra sus malditos objetivos… Ahora existían médicos desalmados como aquel doctor Black.

Querían acabar con ellos, experimentar con sus cuerpos. ¿Qué objetivo tenían con todo aquello? Y algo que no lograba entender: ¿La ciencia podía hacer frente a la magia? Por lo que había leído en los tratados que había en la biblioteca, la ciencia se podía considerar coloquialmente como la evolución de la magia, sin embargo, en términos formales, realmente la ciencia era todo lo que se podía demostrar empíricamente.

La magia, por el contrario, no. La magia solo poseía la garantía de quien viese con sus propios ojos o sintiese en sus propias carnes sus efectos. Era como si, en realidad, ciencia y magia viajasen por conductos distintos, pareciéndose en algunos aspectos, pero jamás juntando sus caminos.

La magia se debía a poderes extrasensoriales, los cuales solo eran poseídos por pocos entes, ya fuesen humanos o inmortales. La ciencia podía ser usada por cualquiera que la tuviese como objeto de estudio.

Y cuando le daba vueltas y más vueltas al asunto, más se confundía con todo aquello porque no encontraba la manera en que los humanos hubiesen deshecho el hechizo que ocultaba la ciudad y el que impedía que amaneciese.

La única explicación era que contasen con algún vampiro que hubiese delatado su posición y que les hubiese mostrado su magia… Pues todos los habitantes de Noctus eran conocedores de ella, aunque solo unos pocos elegidos por el destino eran capaces de practicarla. La última opción y, quizás la más aterradora, era que aquel tipo, el doctor Black, fuese algo más que un simple médico.

Darko la sujetaba con fuerza de la mano mientras atravesaban las calles desérticas de la ciudad junto con Violet, Rafael y los guerreros que les habían acogido.

Nadie hablaba, solo observaban sus alrededores. Unos pendientes de cualquier irrupción enemiga, otros desolados por lo que veían.

―Creo que esos malditos han abandonado la ciudad ―rompió el silencio Markus, otro de los guerreros que formaban parte del grupo.

Dejaron de andar y se miraron los unos a los otros. Esta vez habló Darko:

―Sí, lo hemos recorrido todo y nada… Voto por darle el adiós que merecen nuestros muertos e ir a por ellos después.

Agatha se soltó de su mano y se colocó frente a él furiosa:

―¿Ir a por ellos? ¿De qué estás hablando? ― se giró para dirigirse a los demás― No pretenderéis iniciar una guerra para la que no estamos preparados, ¿verdad? ¡Somos minoría!

―Pero podríamos dejar de serlo ―atajó Damián, el líder del grupo―. Yo he estado en el mundo humano y he escuchado muchas leyendas… Leyendas que, de ser ciertas, podrían sernos de gran ayuda.

Darko se acercó hasta él, intuyendo lo que el vampiro quería decir… Él también había convivido con humanos y había escuchado muchas habladurías. Incluso había mucha literatura y cine al respecto.

―¿Te refieres a que podemos originar nuevos vampiros? ―se aventuró.

Damián sonrió de medio lado revelando uno de sus brillantes y afilados colmillos.

―Exacto.

―Esperad ―dijo Agatha―. ¿Cómo podríamos hacer eso? ¿Con magia?

―No, preciosa… Con ciencia ―contestó Damián. Vaya, casi parecía que había leído sus pensamientos―. Nuestra mordedura puede provocar que la víctima se convierta en lo que somos, si seguimos unas pautas, claro. Si nos limitamos a dejarles secos, se quedan criando malvas.

―Pero estáis hablando de leyendas, según entiendo ―esta vez habló Violet―. ¿Tenéis pruebas de que eso es posible?

―No ―contestó resuelto Damián―, pero no perdemos nada comprobándolo. En el peor de los casos, habremos sacrificado una insignificante vida humana… Una de tantas que serán sacrificadas de todos modos, igual que ellos han hecho con nosotros.

―Estoy de acuerdo ―habló Rafael―, yo también voto por dar sepultura a nuestra gente e ir a por ellos… Experimentaré lo que haga falta y me bañaré en su sangre.

Apretó los puños y frunció los labios conteniendo toda la rabia que anidaba en su interior al pensar en la familia que aquellos bárbaros le habían arrebatado. Solo pensaba en desmembrar, destrozar.

Violet se acercó hasta él y le rodeó la cintura. Después, se dirigió al resto:

―Yo también estoy de acuerdo.

Entonces, todos miraron a Agatha, la única que se mostraba reticente a la violencia, la única que preferiría quizás lamer sus heridas reconstruyendo Noctus y volviendo a empezar de cero sin más. Llorando por su pérdida, odiando en silencio.

Las lágrimas invadieron su visión y no fue por tristeza ni miedo, en aquel momento, toda la rabia que nacía de sus entrañas salió a flote y comenzó a gritar:

―¿Creéis que no quiero despedazarles a todos? ¿Creéis que no quiero bañarme en su sangre? Mis padres están muertos, el sol se los llevó cuando yacían en el suelo… ¡No pude darles sepultura! ¡No pude decirles adiós! ―sollozó― No me da miedo morir, ¡ya he mirado de frente a la muerte y no me importa saludarla de nuevo! Lo único que me da miedo es perderte a ti ―señaló a Darko― y a ti―señaló a Violet.

Pero entiendo que ya no hay vuelta atrás… Noctus está muerta, todos los están. Quizás nuestra única opción es vengar a los nuestros y morir con dignidad.

Darko la abrazó y sujetando su rostro con suavidad la instó a mirarle a los ojos.

―Puede que esto sea una locura pero ellos se lo han buscado. Si conseguimos crear un ejército convirtiendo a los de su propia especie y aniquilarles, podremos comenzar de nuevo. Mientras ellos sigan vivos y siendo mayoría, jamás viviremos en paz. Ya saben de nuestra existencia.

―No tienes que convencerme, Darko ―contestó ella―. Yo también estoy de acuerdo. Vamos a por ellos.

Aquella noche, Noctus se iluminó por última vez. Una gran hoguera lamía los cuerpos sin vida de aquellos a los que todavía no se había llevado el sol. Habían vaciado la biblioteca (que había servido de epicentro para torturar y retener a sus vecinos) de cuerpos, habían peinado cada rincón de la ciudad y los habían reunido a todos allí, en campo abierto.

En silencio, todo el grupo observó como el fuego terminaba por reducir a cenizas a lo que quedaba de sus congéneres. Era el final de una era, pero el principio de otra… Sería una batalla difícil y cruda, tenían que ser fuertes y obligarse a dejar atrás muchas cosas… Sentimientos que deberían enterrarse junto con sus muertos.

Porque ahora iban a hacer cierta la idea que esos malditos humanos tenían de ellos: ahora eran monstruos sin compasión e iban a encargarse de derramar toda la sangre posible a lo largo y ancho del mundo humano. Si las leyendas eran ciertas, extenderían su semilla por allá donde pasasen y crearían un ejército capaz de aniquilar a la raza humana.

No sabían lo que habían hecho… Ahora sí que la bestia andaba suelta.

Cuando la hoguera se apagó, algunos se secaron las lágrimas vertidas, unos se abrazaron, otros echaron a andar sin mirar atrás.

Era el momento de comenzar su propia invasión. La venganza, nunca mejor dicho, se serviría fría… Con la sangre fresca de los humanos.

 

Autora: Lydia Alfaro© Todos los derechos reservados

 

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Sobre Lydia Alfaro

Escritora, soñadora y eterna aprendiz. Puedes seguirme aquí: https://www.facebook.com/lydiaalfaroescritora