Vampiros, realidad y ficción

El vampirismo ha estado presente a lo largo de la historia, como una parte más del folklore de casi todas las culturas del mundo. Primero, una vez más, como arma […]
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Drácula

El vampirismo ha estado presente a lo largo de la historia, como una parte más del folklore de casi todas las culturas del mundo. Primero, una vez más, como arma para aterrorizar y someter a los pueblos y, posteriormente, como un elemento de entretenimiento de la mano de leyendas urbanas, literatura y cine.

También existen casos de vampirismo en la vida real, casos de los cuales también hablaremos.

Comenzaremos abordando la perspectiva mitológica de la figura del vampiro en las culturas más antiguas:

En Mesopotamia, se invocaba a los dioses para acabar con los “Utukku”, seres culpables de enfermedades y pestes, considerados los antecesores de los vampiros.

En China, los “Jiang Shi” o vampiros zombis. Seres de extremidades fijas, que se desplazaban con pequeños saltos y los brazos extendidos. Eran ciegos y podían convertir a un humano con su mordedura.

En Egipto, está la leyenda de la diosa Sejmet, que asoló la tierra como castigo de Ra hacia la insubordinación humana y tuvo que ser engañada con un brebaje parecido a la sangre que ingería, para cesar la matanza. (Leyenda que utilizo para dar vida a mi nueva novela “Noches de sangre” todavía en proceso de creación).

En el folklore árabe y africano existían los demonios necrófagos y vampiros llamados “Guls”, que tenían la cualidad de cambiar de forma física a su antojo.

En la religión judía, tenemos a Lilith, la primera mujer de Adán. Se decía que se alimentaba de la sangre de niños y es inspiradora de personajes de vampiras seductoras.

En Grecia, la leyenda de Lamia, cuenta que ésta, amante de Zeus y descubierta por Hera, fue castigada por la diosa convirtiéndose en un monstruo que mataba niños y bebía la sangre de viajeros extraviados.

Llegamos a la civilización romana, y allí tenían a los Larvae, no-muertos que no habían pagado sus crímenes en vida y se dedicaban a absorver la vida a los vivos en su forma fantasmal.

Y, por último, en España también tenemos nuestros seres vampíricos: las guaxas en Asturias, las guajonas en Cantabria y las Meigas chuchonas en Galícia, que eran brujas con un solo colmillo para succionar la sangre a sus víctimas, principalmente, niños.

Con esta muestra de las leyendas vampíricas en todo el mundo y, desde la antigüedad, podemos comprobar la influencia que ha tenido en las personas, como otras tantas figuras del folclore; incitando crímenes de mentes enfermas que se creían vampiros y estimulando la producción cultural en la era moderna con literatura y cine.

Vlad Tepes

La primera muestra y la que ha universalizado la figura del personaje Drácula, fue la novela homónima de Bram Stoker, inspirada en alguien real: el príncipe Vlad Draculea o Vlad Tepes “El Empalador”. Famoso por su crueldad y violencia.

Esta novela fue un hito que ha tenido una extensa herencia hasta nuestros días en forma de leyendas urbanas, diversas películas e infinidad de obras literarias. Así pues, la figura de Drácula, derivó en dos vertientes: la primera, la tradicionalmente terrorífica, el vampiro de cráneo pelado, ojos de gato y dientes muy puntiagudos de las películas más antíguas (Nosferatu);  el mismo Drácula largamente versionado y; más tarde, el vampiro ya más humanizado, camuflado entre los humanos como uno más pero sacando su lado diabólico al anochecer…

La segunda vertiente, sería la erotización del mito: en cine y, sobre todo, en la literatura de finales del siglo XX hasta la actualidad, ya que el género literario “romántico-paranormal” sigue gozando de mucho éxito en todo el mundo con público generalmente femenino. El vampiro pasa de ser el malo aterrador y monstruoso, a convertirse en un ser con atributos masculinos inspirados en el más alto rango de idealización estética y con cualidades heróicas.

Vertiente terrorífica (Nosferatu)

El acto de beber sangre ya no es un simple método de supervivencia de su especie, sino que toma una connotación sexual.

Y una vez expuesta la parte mitológica o cultural de la figura del vampiro, os voy a mostrar la parte más verídica del asunto; casos reales ocurridos en todo el mundo, junto con alguna leyenda curiosa.Según la psicología, existe una patología denominada “Vampirismo Clínico”, que es un transtorno mental caracterizado por la excitación sexual asociada a una necesidad compulsiva de ver, sentir o ingerir sangre. Existiendo o no el autoengaño creencial de ser un vampiro.

Además, encontraremos el “Síndrome de Reinfield” (nombre inspirado en el personaje de Bram Stoker que hacía de sirviente de Drácula e ingería pequeños animales). Esto es una parafília poco común que algunos asocian a la necrofilia y también al sadismo o fetichismo sexual. Los individuos afectados por esta  patología, niegan que tenga un carácter sexual, asegurando que la ingesta de sangre se debe únicamente a la necesidad de preservar la vitalidad.

Más allá de las leyendas, películas y libros, hay una realidad como de costumbre. Una realidad aterradora y nada bucólica. En la mayoría de casos, enfermos de esquizofrénia y psicóticos, avalados, en los casos más lejanos en el tiempo, por las leyendas populares.Como ya hemos mencionado al famoso Vlad Tepes al inicio, comenzaremos con un caso muy conocido también por lo siniestro que resulta:

La condesa Elisabeth Bathory. Quien también ha inspirado muchos escritos y alguna que otra película. La llamaban la “Condesa sangrienta” y era una alta aristócrata húngara que vivió entre los siglos. XV y XVI. Famosa por su belleza en toda Europa, fue cuando enviudó que se obsesionó con preservar la juventud y la hermosura. Para ello, asesinó durante años dentro de los muros de su castillo con sus sirvientes de cómplices, a unas 650 jóvenes campesinas, a quienes torturaba y desangraba para bañarse en su sangre y también beberla. Fue detenida y condenada finalmente, siendo emparedada en sus propios aposentos, donde murió en 1614.

Gilles de Rais

Gilles de Rais, fue un aristócrata francés que luchó en los años finales dela Guerra de los Cien Años, junto a Juana de Arco. Buscaba en la sangre el secreto de la piedra filosofal, torturando a unos 30 niños durante 8 años, hasta que fue procesado y ejecutado en 1440.

Fritz Haarmann, el “Vampiro de Hannover”. Asesinó a principios del siglo XX a 27 varones adolescentes, a los cuales confesó haber seccionado la carótida con un mordisco. Fue decapitado en 1925.

Curioso es el caso de Allan Menzies  y muy reciente en el tiempo: este escocés de 22 años, era adicto al cine y se obsesionó con la película “La reina de los condenados” (2002), inspirada en una de las novelas de Anne Rice; la cual confesó haber visto hasta 100 veces. Estaba convencido de que “Akasha”, personaje interpretado por la fallecida cantante Aaliyah, existía de verdad y que había pactado con él convertirle en inmortal si mataba a alguien. En diciembre de 2004, cuando un amigo se burló de la actriz con comentarios sexuales, Allan le asestó 42 puñaladas, le destrozó el cráneo con más de 10 martillazos, se bebió su sangre y comió parte de su cerebro.

Durante el juicio no se mostró arrepentido y afirmaba ser un vampiro inmortal. Se le sentenció a 18 años y apareció muerto pocos meses después en su celda.

Enriqueta Martí

Pero vayamos a nuestro país donde también hay algún caso de vampirismo como, por ejemplo,  el de Enriqueta Martí, “La Vampira de Barcelona” o “La vampira del carrer de Ponent”. Durante el día, pedía limosna junto con niños a los que hacía pasar por sus hijos y, por la noche, se dedicaba a torturarlos y desangrarlos hasta la muerte o prostituirlos.

Pero hay una leyenda en nuestro país que me fascina y quiero compartirla con vosotros. Se trata de  la historia del ataúd maldito, más conocida como El Vampiro de Borox.

En 1986, Miguel Aracil publicó un libro sobre el tema vampírico y uno de los casos que trataba era el del Vampiro de Borox. Según Aracil, esta historia la conoció a partir de un informe verídico que un abogado le entregó. En el informe habla de que a principios del siglo XX, un barco llegó al puerto de Cartagena (Murcia) con una extraña carga: un ataúd. Lo desembarcaron y tras ser reclamado desde A Coruña, se procedió a mandarlo por tierra hasta la ciudad gallega.

Lo intrigante de esta historia fueron los hechos acontecidos en las localidades por las que pasaba el ataúd y en las que hacía paradas: extrañas muertes por desangramiento y desapariciones que desataron el terror y las leyendas vampíricas en estos pueblos.

El recorrido fue: Alhama de Murcia, Almería, Toledo, Santillana del Mar, Comillas, y el destino, Coruña. Además, en el pueblo toledano de Borox, se comenzó a hablar del Vampiro de Borox a raíz de los extraños sucesos.

El ataúd llegó a su destino, sin embargo, extrañamente no fue reclamado por nadie, así que fue devuelto de nuevo a Cartagena. Más curioso fue que apareció de pronto un noble servio allí, reclamando por fin el ataúd. Según los lugareños, se hospedaba en una humilde posada de Alhama de Murcia, hecho que revelaba el escaso poder adquisitivo del noble. Y, además, se decía que sólo se le veía de noche y un anciano, en 1915, llegó a afirmar que aquel noble servio se parecía enormemente a un conocido de su pasado.

Vertiente romántica

Este noble desapareció igual de enigmático que llegó y, finalmente, se enterró el ataúd en el cementerio de Cartagena.

Algún investigador ha intentado averiguar si esta leyenda se sostiene de manera real, sin embargo, tanto en ayuntamientos de los pueblos mencionados, en la aduana y en las leyendas populares de los lugareños, no se menciona ningún hecho relacionado con el ataúd o el vampiro y los archivos ya han sido destruidos por antigüedad. Sólo se encontraron dos testimonios de dos ancianos de avanzada edad en el pueblo de Borox que corroboraron la historia.

Así que aquí, a falta de pruebas históricas, a excepción del documento en poder de Aracil; nos encontraríamos ante una auténtica leyenda española sobre un vampiro que podría haber sido el mismo noble servio escondido en el ataúd, viajando por el país en una ruta sangrienta y desapareciendo impune sin dejar rastro.

Mito y realidad, en conclusión, pueden ir de la mano como una relación que se retroalimenta. Un miedo tan arraigado en el ser humano como es la pérdida de la vida, y ese flujo carmesí, el símbolo de esa vitalidad codiciada y, en ocasiones, robada; no podían quedar sin una representación fictícia y real en las páginas de nuestra historia.

 

Redacción: Lydia Alfaro

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