Yuki-Onna, la Dama de las Nieves

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Yuki-Onna, la Dama de las Nieves, es un yōkai (ser sobrenatural) digno de temer, sobre todo cuando las tormentas de nieve azotan a los viajeros extraviados en las montañas. Con el dulce aspecto de una hermosa mujer de cabellos largos y kimono blanco, la Yuki-Onna se acerca temiblemente al viajero que, hipnotizado por la belleza y los encantos de ésta, le resulta imposible escapar.  Con sus labios y su aliento gélido, el espíritu maligno le arrebata la vida en pocos segundos, dejando a la víctima tendida en el suelo como un bloque de hielo, muerta.

Este mito se contaba para explicar la existencia de la nieve y los cuerpos congelados de los hombres que se encontraban en las montañas. Existen infinidad de leyendas acerca de la Yuki-Onna: algunas la tratan como si fuera la personificación de la maldad, en cambio en otras su figura es como más humana y piadosa. Algunas Yuki-Onna no llegan a matar a sus víctimas, e incluso algunas se llegan a casar y a tener hijos. Pero en general este yōkai suele ser bastante temible por su belleza fría y mortal.

Así que, viajeros, extremad precauciones cuando vaya a nevar y tened mucho cuidado de no extraviaros por la montaña. Os podríais topar con este hermoso y a la vez aterrador espíritu maligno que con su gélido aliento os puede convertir en hielo…

Yuki-Onna, la Dama de las Nieves

En una gélida noche de invierno, Mosaku y su aprendiz Minokichi regresaban a su aldea. Ya casi habían llegado a su destino y tan sólo les faltaba cruzar el río, pero cuál fue su sorpresa que al llegar a la orilla el barquero ya se había ido. Como que el tiempo empeoraba por momentos y cruzar el río a nado estaba más que descartado, decidieron pasar la noche en la pequeña y humilde cabaña del barquero.

Una vez ya cómodos en el interior de la cabaña, Mosaku se quedó profundamente dormido. Sin embargo, a su aprendiz Minokichi le costaba conciliar el sueño por culpa de los silbidos del viento y la nieve. Finalmente, el joven consiguió dormirse, aunque al poco lo despertó una ráfaga de viento gélido en su rostro. Minokichi abrió los ojos y cuál fue su consternación al ver a una hermosa mujer de cabellos largos y vestida con un kimono blanco inmaculado inclinada sobre el anciano Mosaku absorbiéndole la vida con sus labios helados. El muchacho, asustado ante tal escena, estaba paralizado por el horror. Entonces la mujer le susurró que tenía pensado hacerle lo mismo pero que, debido a su juventud y su belleza, había cambiado de parecer. Y acto seguido el ser sobrenatural se desvaneció, no sin antes advertirle al joven que si alguna vez le contaba lo sucedido a alguien moriría. Entonces Minokichi se acercó a su querido maestro Mosaku y comprobó que su cuerpo estaba frío como el hielo. Estaba muerto.

Fue el invierno siguiente cuando Minokichi regresaba a su casa después de terminar su trabajo cuando por el camino se topó con una hermosa joven llamada Yuki que se dirigía a Yedo para trabajar como sirvienta. Minokichi se enamoró perdidamente de la joven y no pudo evitar preguntarle si ya estaba comprometida con alguien. La muchacha respondió que no y Minokichi decidió llevarla a su casa.

Yuki y Minokichi contrajeron matrimonio y fueron bendecidos con el nacimiento de diez preciosos niños cuya piel era más pálida de lo habitual. Yuki demostró con el tiempo ser una buena esposa y una buena madre. Y tanto la familia de Minokichi como los vecinos sólo tenían buenas palabras para ella.

Una noche, al ver el rostro de Yuki mientras cosía a la luz de una lámpara, Minokichi recordó el aterrador suceso que años atrás experimentó en la cabaña del barquero.

<<Yuki, me recuerdas mucho a una hermosa mujer de rostro muy pálido que vi una noche de invierno cuando era joven. Esa mujer le arrebató la vida a mi maestro con su aliento gélido. Y tú, esta noche, de algún modo me la recuerdas>>.

Yuki, al escuchar las palabras de su marido, dejó su labor a un lado y se acercó a su marido con una sonrisa de lo más siniestra y le dijo:

<<¡Era yo, Yuki-Onna, la que apareció ante ti aquella noche! ¡Has roto tu promesa de no contarle a nadie lo sucedido esa noche! ¡Si no fuera por nuestros hijos te mataría ahora mismo! Recuerda esto: si alguna vez se quejan de ti lo sabré, y una noche en la que caiga nieve vendré a por ti y te mataré>>.

Dichas estas palabras, Yuki-Onna, la Dama de las Nieves, se convirtió en una neblina que ascendió por la chimenea para no regresar nunca más.

 

Redacción: Mariona Rivas Vives

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