GP de Gran Bretaña: Al rico neumático explosivo.

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Los británicos están orgullosos de sus tradiciones.

Hasta hace poco se enorgullecían de no haber hecho grandes cambios en el circuito de Silverstone, en tiempos un aeródromo. En 2009 cambiaron los pianos –es decir, los bordillos rojos y blancos que limitan algunas curvas. A los pianos se remite Pirelli para justificar su debacle de pinchazos y reventones, con ruedas que se hacen trizas y salen volando, que le han hecho protagonizar un gran ridículo, más si cabe porque había traído a este circuito una goma más dura de lo habitual en aras de la seguridad. Brillante. Ya el viernes explotó uno de los neumáticos de Sergio Pérez, durante los entrenamientos libres y Pirelli lo explicó aduciendo que un objeto, invisible incluso en slow motion y no encontrado jamás, habría cortado la goma, que por el estrés, habría explotado. Hum. Un objeto invisible. Tal vez la TARDIS.

El sábado, con bajas temperaturas, fue nefasto para Ferrari y Lotus, dos equipos que hasta el GP de España extraían todo el rendimiento posible de las gomas y que, de manera misteriosa, sólo por las quejas de Red Bull y Mercedes, porque Pirelli no ha tocado nada, han pasado a ocupar el furgón de cola de las Q3, sobre todo cuando el termómetro no es generoso. Alonso estaba obligado a un nuevo milagro ¿Qué Magic es un mote que no merece porque era el nombre de guerra del gran Ayrton Senna? No importa; Magic se queda corto; llámenle Miracle Man. Por regla general, sus milagros se construyen a partir de salidas fulgurantes y unas cinco primeras vueltas a degüello. No fue esta la ocasión: patinando en exceso, la mala salida de Webber juntó a los dos Lotus por delante de Fernando y, cuando Grosjean –su segundo nombre es peligro- tocó a Webber y se le llevó parte del alerón, no tuvo más remedio que clavar frenos para no acabar allí la carrera, dejándolo descolgado.
Mientras tanto, Vettel había pasado fácil a Rosberg y un sorprendente Massa pasaba de la duodécima a la quinta posición. Pasada la sexta vuelta los neumáticos empezaron a dar muestras de degradación.

 

En la ocho, estallaba el neumático trasero izquierdo de Hamilton, el hombre de la pole y líder de la carrera hasta ese momento, lo que daba la oportunidad a Vettel para hacer su carrera favorita: liderar sin inquietudes, todo dedo y sonrisa deslumbrante. Dos vueltas después, el neumático que estallaba era el de Massa. El trasero izquierdo, para más señas. Alonso entraba de inmediato a cambiar y Webber, Raikonnen y Ricciardo copiaron la jugada. Ahora se trataba de ir a tres paradas y protegerse poniendo el neumático duro. Vettel iba tan suelto que pudo permitirse entrar tres vueltas después. En esas que en la vuelta quince le estalla el neumático trasero izquierdo a Jean Erik Vergne.

Paranoia. Ingenieros mirándose en los muros. Técnicos de Pirelli deseando hacerse invisibles. Indianápolis 2006 en la memoria de todos y Charlie Withing sacando el safety car para que los comisarios se pongan a barrer toda la pista, tratando de eliminar objetos invisibles, taimadas trampas marcianas corta neumáticos. En un deporte ultra-tecnológico tiene gracia que una escoba pueda salvarte la vida. A Vettel, su ingeniero le daba una charla bastante extensa sobre qué y qué no hacer para evitar pinchazos mientras Maylander pastoreaba el rebaño.

En la veintiuno se iba y los monoplazas empezaron a hacer la serpiente calienta ruedas. En la reanudación, Alonso intentó adelantar a Sutil para ponerse en disposición de disputar el podio, pero no era nada fácil, porque el Force India de este año es un buen coche muy veloz en las rectas. Al empezar esta nueva carrera, Vettel empezó a jugar a su juego favorito: gran ritmo en primeras vueltas, con neumáticos más frescos, dejando atrás a Rosberg, mientras Sutil taponaba a Kimi y Fernando, dejándolos a doce segundos de la cabeza en apenas cinco vueltas.
A partir de la vuelta treinta se inició el segundo baile de boxes, que empezó Raikonnen, devolviendo la jugada a Alonso, logrando adelantarlo por estrategia. Vettel paraba en la treinta y cinco, y lo hacía tan rápido que parecía que no le habían cambiado las ruedas. A propósito de ruedas, los ánimos estaban más calmados, los hombres de Pirelli recuperaban algo de color. A Vettel le habían aumentado las presiones de las ruedas para evitar pinchazos, pero eso le daba menos agarre y acercaba a Rosberg.

 

Con todo, una carrera plácida, un buen hachazo al título, con Raikonnen y Fernando penando lejos del podio. Y de repente, la caja de cambios. Un gañido del motor y el coche que se va deteniendo, cuando ya ha dejado atrás la entrada de boxes, hasta quedarse parado en la recta principal. A Withing le faltó tiempo para sacar el safety car, aunque nadie pareció reñir a Vettel por dejar el coche allí cuando podría haberlo sacado de pista. Fernando entró a cambiar neumáticos y Rosberg y Webber le copiaron. Fue la apuesta correcta, aunque muchos lo dudaron –yo no-, puesto que Kimi, Sutil y Ricciardo se mantenían en pista. La carrera se relanzó para seis vibrantes vueltas finales, con Alonso peleándose con los McLaren… hasta que a Pérez le estalló ¡el neumático trasero izquierdo!

Tanto Fernando como Hamilton, que hizo un carrerón con todo en contra, se lanzaron a por Ricciardo, Sutil y Kimi, mientras Webber enfilaba a Rosberg como un avión, aunque la carrera se le quedó corta. Ganó Rosberg, Webber segundo y Fernando, el Hombre Milagro, tercero. Claro, que hubo gente a la que le explotó el neumático, que a Vettel se le rompió el cambio y bla, bla, bla. Claro: cuando a Fernando se le rompió el DRS en Bahrein y sólo pudo ser octavo – cinco vueltas sin alerón trasero efectivo y ¡mantuvo el coche en pista!- eso no importaba ¿verdad? También podrían llamar a Alonso The Fighter. Sí, a pesar de que algún ex-piloto británico diga que un ex-piloto anónimo le ha dicho que ha visto los primeros síntomas del inicio de la decadencia de Fernando. Si le pregunta a alguien de Pirelli, dirá que la culpa la tienen los pianos.

 

Redacción: Jerónimo Fernández Duarte

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