Julia Holter – Loud City Song

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Julia Holter te apunta con una pistola de pompas de jabón cargada con pólvora. Sientes el cañón, de plástico y hojalata, en tu sien. No es un atraco cualquiera, no pretende robar tu cartera. Tan sólo que levantes las manos y te dejes registrar. Sólo para cerciorarse de que, debajo de ese pecho, te queda corazón. Su tercer disco de estudio es un atraco a mano armada, una investigación sobre los sentimientos que te genera su escucha . Si tras paladear los nueve cortes no has experimentado un viaje emocional de hercúleas proporciones, te dejará en paz. No habrá nada que hacer entonces.

Loud City Song es quizá el trabajo más accesible de su carrera, tras Tragedy y Ekstasis, cartas de presentación de indudable calidad, anticipos de algo grande, después de ir tejiendo laboriosamente un sonido inaccesible, un diamante en bruto cuyas aristas ha pulido convenientemente hasta ofertar un trabajo donde los sonidos ambientales y su voz tenue son los dos ingredientes fundamentales. Donde el piano, los vientos y las cuerdas se alían  (ojo a la canción llamada Maxim´s II) con feliz resultado . Donde saltamos desde momentos preapocalípticos, bañados en agobio (Horns Surrounding me) a oasis de certidumbre y tranquilidad (He´s Running Through my eyes), pasando por contrabajos que se alternan con su voz en modo saltarín (In the Wild Green) . En otras ocasiones es solo ella, prácticamente desnuda, arropada por un teclado (World, apertura del disco) o un piano (City Appearing, la última canción).

Canciones lánguidas, etéreas, tamizadas bajo cierta frialdad artificial. Y a la vez tan orgánicas y tan llenas de vida que acongojan. Lo-fi y un cierto toque de jazz urbano para generar misterio, la base de todo el disco. Sonidos de estar a punto de doblar la esquina sin tener ni rematada idea de lo que se cierne ante nosotros. De los que consiguen que tu corazón palpite. Ese que a veces parece condenado al ostracismo. Ese que se acomoda al permanecer relegado en una mecánica sucesión de latidos. Ese que Julia disecciona al milímetro. Aunque se manche las manos de sangre.

Crítica: Chris Val

Sobre Lourdes Caiminagua