Devendra Banhart, un rompecorazones lisérgico

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No recordamos exactamente el momento en el que Devendra dejó de ser uno de los abanderados del neofolk para convertirse en un sex symbol. Reinventó el movimiento hippie dotándole de aires tropicalistas, surrealismo lírico y un marcado acento naif. Y ahora es un tipo bien vestido que hace suspirar a las hipsters. Entre medias, toda una carrera que sí ha logrado mantener bajo un halo de ortodoxia musical. Haciéndose fuerte con lo que mejor sabe hacer. Composiciones musicalmente cercanas al lo-fi que reviste con su voz inconfundible y su imagen de niño rebelde. Porque si de algo sabe el señorito Banhart es de jugar sobre el escenario. Y pese a que pudiera parecer tras esta descripción que hablamos de uno de los máximos exponentes del postureo universal, nada más lejos. Porque el tipo cree en lo que hace. Y lo contagia.

El Circo Price de Madrid colgó el cartel de no hay billetes dentro de la última jornada de Julio de Los Veranos de la Villa para presenciar las bondades del (mitad) estadounidense (mitad) venezolano. El encargado de abrir el fuego no fue otro que su gran amigo y colaborador Rodrigo Amarante, que expuso su buen hacer intimista en un ligero aperitivo sonoro con regusto a caipirinha y bossa. Esencia brasileña en estado puro. Bonito y simple.

Fue asomar Devendra en el escenario y las muchas mujeres que allí se encontraban perder los estribos. Y es que algo es evidente. Las vuelve locas. Sin pretenderlo,alejado de una pose chulesca, divirtiéndose y bailando, jugando con los amplísimos matices que ofrece su voz. Meneando su pierna izquierda como si no formara parte de su cuerpo. Usando poses y aspavientos que en ocasiones resultan más que afeminados. Y aún así consiguiendo hipnotizar a las presentes. Suponemos que un tipo que ha compartido lecho con Natalie Portman y que en estas alturas de la película se beneficia a la bellísima Ana Kras no tiene que alardear de masculinidad. Desde luego que no.

Golden Girls sirvió para abrir fuego. Y desde entonces, un espectáculo intimista, donde tuvo mucho peso su último trabajo “Mala” ( Für Hildegard von Bingen, Cristobal Rísquez, Mi negrita) y donde sumió a los presentes en un hipnótico vaivén alejado de los matices electrónicos que presenta el disco, para ejecutar las canciones con una formación estándar (Dos guitarras, batería, bajo y teclados ocasionales) pero alejada de convencionalismos. Lo que en otros pudiera suponer un bostezo sempiterno ante medios tiempos cansinos y cierta simpleza melódica, en Devendra es una mina. Primero por su actitud, pero fundamentalmente por su voz, una perla exótica que sigue sorprendiendo a todo el que la escucha. En ocasiones, recuerda en muchos matices a la de Julian Casablancas, líder de The Strokes, pero cuando ofrece su lado más barroco es cuando se siente cómodo. Mece al respetable con los requiebros de su inconmensurable voz, que pasa del falsete contenido al maullido, pasando por el tono susurrante, salpicado con lo lisérgico de sus letras, retazos surrealistas que abrazan la naturaleza o hablan del amor más puro. Algunas asistentes, presa de un ataque de hormonas, le ruegan que se quite la camiseta, le piden hijos o gritan descocadas al más puro estilo quinceañera aferrada a una Super Pop plagada de fotos de los Backstreet Boys. Los demás escuchamos en silencio su propuesta de canciones minúsculas que te hacen sentir muy grande.

El momento catártico de la noche vino de la mano de Sea Horse. Una oda al rock progresivo que va creciendo por momentos hasta alcanzar un clímax sonoro de semejantes proporciones que acongoja, evolucionando desde un minúsculo grano de arena para convertirse en un vastísimo desierto. Luego pasarían por el encerado Lover, Baby, Hatchet Wound o Your Fine Petting Duck, entre otras.

Fue en las canciones cantadas en español (como no podía ser de otro modo) donde consiguió un mayor feedback por parte del público. Ataviado con su guitarra y rodeado tan solo por fuegos fatuos de color violeta en el escenario, sin ningún músico en la retaguardia, recitó entre vítores la archiconocida y preciosa Brindo. Intentó ante las peticiones hacer lo mismo con Santa María de la Feira, pero tras tres acordes él mismo se dio cuenta de que ya no recordaba la letra, excusándose en que hace mucho tiempo que no la tocaba en directo. Probó con una nueva canción inédita (María Lionza) y desempolvó la infalible Quédate Luna. La banda volvió a aparecer para cerrar el concierto con Carmensita. Y tras poco más de una hora de espectáculo, todos nos quedamos con ganas de más. Aunque dicen que lo bueno si breve, dos veces Banhart.

 

Crónica: Chris Val

Fotografía: Teatro Circo Price

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