Blackisback!

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Madrid quiere ser negro. Lo va pregonando por ahí a los cuatro vientos, ataviado con una gorra ladeada, un sutil movimiento de caderas y un viejo loro que escupe sonidos vetustos de internacionales guetos. Madrid tiene alma negra, y quiere decirlo a pleno pulmón, incluso en tiempos donde la industria musical presenta supurantes heridas de guerra, donde organizar conciertos se vuelve poco más arduo que una quimera y donde el manido IVA cultural desmotiva al más pintado.

Pese a las trabas, el festival BlackisBack! celebró su segunda edición en la nave 16 del Matadero. Una propuesta en esencia similar a la del anterior año, otorgar un altavoz a un tipo de música en ocasiones denostada pero que cuenta con una gran legión de fans dentro del panorama patrio. Quizá la edición de 2012 contó con una mayor afluencia de público, puede que tuviera bastante que ver la revisión de los aforos de las grandes salas de un año a esta parte, o quizá la presencia de pesos pesados como James Hunter, The Impressions o Eli Paperboy Reed en aquel año.

En esta ocasión, la organización ha planteado un festival más ecléctico, siempre bajo el prisma de ofrecer sonidos adyacentes al Soul, el R&B o el Funk, pero elaborando un cartel marcadamente menos purista, con propuestas que pueden resultar más arriesgadas para los amantes más enquilosados del género.

De primeras, ha sido todo un acierto concebir el festival desde una óptica mucho más familiar. Y es que los horarios, así como talleres de iniciación a la música dirigidos a los más pequeños de la casa, sirvieron para que las jornadas se desarrollaran entre la algarabía de jóvenes futuros amantes de la música negra. Al acierto también contribuyó un ambiente de buenrrollismo, zonas donde ingerir alimentos y bebidas con precios relativamente razonables y los intercesos regados entre actuación y actuación por música más que bailable. Para que no decaiga.

Enlace Funk DJ´s fueron los encargados de amenizar las esperas durante la primera jornada. Actuaron en representación de una de las publicaciones sobre música negra con más solera en nuestro país. Desplegaron un arsenal de auténticos bombazos que sirvieron para ir caldeando el ambiente de una ya de por sí tórrida tarde noche madrileña. Píldoras de Soul bailable de todas las épocas. Miguel Ángel Sutil, fundador de la publicación, y Pedro García, mostraron su buen hacer a los platos. Para el domingo, la responsabilidad recayó en Malasaña Midnight runners. Mención especial merece la intervención mañanera de Lubacov y Señor Lobo, celebrando los 10 años de existencia del sello Lovemonk (y que cumplan muchos más).

Siete Pulgadas All Stars fueron los encargados de abrir el fuego en la jornada sabática. Son, como su propio nombre indica, una superbanda, creada a partir de su gusto por los sonidos más negros, juntados gracias a Sietepulgadas, una productora relativamente reciente, con 3 años en su haber, que engloba un colectivo de editores, intérpretes y compositores enamorados del black sound, por cortesía de la omnipresente discográfica Lovemonk. Integrantes de grupos tan dispares como Speaklow, Vetusta Morla o Muchachito Bombo Inferno unidos por una loable causa. Hacerte menear las caderas. Si bien es cierto que la voz masculina no fue lo más comentado del festival, el mejunje sonoro ganó muchos enteros con la invitación al escenario de Julián Maeso, auténtico crack del órgano Hammond, y la vitalidad de Aurora García para interpretar un par de luminosos temas que hicieron las delicias del respetable.

Tras su actuación, subieron a la palestra The Sweet Vandals. Una banda madrileña que tuvo su momento mainstream tras colar una de sus canciones en un anuncio de un conocido fabricante de automóviles. Pero ellos están bastante alejados de la radiofórmula. Grupo atemporal, herederos del Soul y el Funk setentero, y comandados por la profunda voz de Mayka Edjole, ofrecieron un más que ortodoxo concierto, haciéndose fuertes por jugar en casa y mostrando una propuesta alejada de innovación pero exquisita en el gusto. Su ramalazo más funk resultó ser contagioso y, pandereta mediante, se obró el milagro de la comunión con el público.

Nicole Willis & the Soul Investigators fue la primera actuación de un grupo internacional de reconocido caché. Una caterva de músicos marcadamente blancos acompaña a una negra de grandes rastas. Ellos dicen ser investigadores. No sabemos si valen para engrosar las filas del CSIC, pero demuestran que en el Soul, los blancos también la saben meter. Y que virtuosos son un rato largo. De Nicole, simplemente quedarnos extasiados ante su buen hacer, prendarnos de los recovecos de su voz y de la plasticidad de su propuesta, basada en parte en su último disco, que data de este mismo año y responde al nombre de Tortured Soul. Un alma torturada que se desnuda metafóricamente en el escenario para mostrarnos todas sus bondades, que no son pocas. El regusto Motown hizo el resto.

El plato fuerte de la jornada sabática no fue otro que Irma Thomas, una de las voces vivas del Soul, pese a que históricamente se ha visto eclipsada ante el empuje de dos coetáneas que sentarían cátedra. A saber: Una tal Aretha Franklin y otra de nombre Etta James. Casi nada. Ante semejante competencia, puede resultar una idea acertada mantenerse en la retaguardia, pero esta mujer es auténtica dinamita. Y lo demostró sobre las tablas es su primera actuación en España, ante una audiencia entregada . La conocida como “Reina del Soul de Nueva Orleans” (debido a un disco homónimo que la encumbró como una de las grandes damas de esta vertiente musical) mostró un impecable caudal de voz, una actitud repleta de sentimiento y un carisma  repasando grandes éxitos como el inmortal Anyone who knows what love is o canciones más recientes pertenecientes a un trabajo de 2007  llamado After the Rain que le sirvió para alzarse con su primer Grammy tras 50 años de carrera y 20 discos. Prometía elegancia, y repartió a raudales, dejando de lado su faceta Gospel para cautivar al respetable con toques de blues y R&B. Más que suficiente como para posar sobre nuestros labios un dulce regusto como colofón al primer día.

Sorpresivo domingo

Pyramid Blue resultaron un auténtico soplo de aire fresco para abrir la veda concertil en una también calurosa jornada dominical. Su propuesta, sin duda innovadora, hace que sus siete madrileños integrantes nos trasladen al corazón del África más étnica, con coletazos sonoros herederos del hipnótico Afrobeat y que por tanto recuerdan al grandioso Fela Kuti o a Mulatu Astakte. Temas instrumentales donde el órgano y los sintetizadores juegan un papel primordial. Ataviados con ropajes típicos subsaharianos, ofrecieron un combo musical que dejó ojiplático a más de uno pese al hándicap de tocar en un horario bastante impropio, que hizo que la multitud congregada fuera mucho menor que su valía a la hora de ofrecer instrumentales reliquias polvorientas con sabor a continentes aún por descubrir musicalmente hablando.

 Saskwatch llegaron a continuación. La apuesta pintoresca del festival. Son jovencísimos, imberbes y australianos. Llevan el ritmo cabalgando por sus arterias y tienen ganas de comerse el mundo. Sus canciones les preceden, también el hecho de haber compartido escenario con grupos del renombre de Sharon Jones & The Dap Kings, Maceo Parker, Hypnotic Brass Ensemble and Eart o Wind and Fire. Buenrollismo condensado en temas directos. Nkechi Anele a la voz demostrando que tener las cuerdas vocales a punto es esencial dentro del mundillo, así como contonearse con gráciles movimientos. No han inventado la pólvora, ni falta que hace. Que sí, que tener una canción llamada “Coca Cola” no ayuda mucho, que sí, que se dan un aire a Sharon Jones. Pero que tire la primera piedra el que se sintiera defraudado por un bolo cargado de energía positiva, buscando la constante interacción del público y ofreciendo la cara más pop de todo el evento.

 Turno para una reconocida banda estatal, Tokyo Sex Destruction. La banda de Vilanova i la Geltrú partía con el sambenito de no adaptarse completamente al perfil del festival, pero no os llevéis a engaño. Siempre han propuesto una suerte de garage rock con toques de psicodelia envasada al vacío, con  Iggy and the Stooges y MC5 como claros referentes, pero esta gente sabe lo que es el Soul. Y así se lo dejaron claro a la multitud congregada, en una hipervitaminada puesta en escena que no dejó indiferente a nadie. Así, su vocalista, RJ Sinclair, se erigió en protagonista absoluto aporreando un órgano Roland al más puro estilo Lords of Altamont y dejando el listón muy alto en lo que a aspavientos de megaestrella del rock se refiere.  La banda presentó el recién sacado del horno Saggitarius, disco redondo con Fernando Pardo a la batuta que llega 10 años después de su debut (Aquel subestimado Le Red Soul Communité). Y para justificar su propia asistencia a un festival que gira en torno a los black sounds, RJ aseguró que “soy negro, pero poco”, para acto seguido arrancarse con  When those times are coming back, la pieza más reposada de Saggitarius, algo más de cuatro minutos del Soul más auténtico.

 Guadalupe Plata. La revelación, aunque poco hay que decir de los jienenses que no se sepa ya. Se han convertido en un referente de la música de nuestro país, hasta el punto de formar parte del cartel del FIB, festival cada año menos dado a darle la alternativa a grupos patrios . Comandados por Pedro de Dios a la guitarra y voz, el grupo masca un blues corrosivo con toques de psychobilly que se aleja a marchas forzadas de lo convencional. Su puesta en escena, donde predominan unas perennes luces rojas, es sencillamente hipnótica. Sin necesidad de péndulos, pero aderezados por furibundos guitarreos,  uso indiscriminado de Reverb, barreños a modo de contrabajos y marcadas líneas de graves. Esperpéntico trío, que destila ritmos fúnebres y pesados que poco a poco se consolidan también allende nuestras fronteras. Los que pensaban que no tenían cabida en el cartel deben estar tragándose sus propias palabras.

 The Excitements, barceloneses ellos, fueron el penúltimo grupo en comparecer en la jornada  dominical.  Comandados por un tornado negro, de nombre Koko Jean Davis,  portadora de unas piernas que no tienen nada que envidiarle a las de la mismísima Tina Turner en su mocedad, nos ofrecieron un concierto de premisa bailonga y entonada ejecución. Su traje de lentejuelas cobró vida con un recital de sensuales movimientos, mientras que sus encorbatados compañeros de reparto dieron muestras de su valía en los vientos y metales. El resultado, como no podía ser de otra manera, se tiñó de fiesta. Dicen las malas lenguas que en el suelo de la nave 16 del Matadero reposan las caderas de algún que otro entusiasta que danzó a su son hasta perder la dignidad, la vergüenza y los papeles.

Ann Sexton (no confundir con la poetisa norteamericana Anne Sexton) es uno de los exponentes vivos del conocido como Northern Soul. Con la sonrisa por bandera, tenía la complicada labor de poner el broche final. Y pese a que muchos de los allí presentes extrañaron un setlist más enérgico, no faltaron grandes hits como You are losing me o una traca final de versiones como Just a little bit de Etta James o el multicoreado Sex Machine de James Brown. Musicalmente ofrece una variada paleta cromática secundada por poderosos bajos y una más que correcta sección de vientos. Y qué narices, a las leyendas no se les discute el poderío. No seré yo.

Y así, sin excesivas florituras pero con la satisfacción del deber cumplido, recogimos nuestras almas extasiadas, rogando porque 2014 nos regale otra edición más de un festival que saca la vena negra que todos llevamos dentro. Grítalo fuerte.

 

Crónica: Chris Val

Fotos: Juan Carlos Quindós

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