«¿Te apetece salir?», de Leonor Antón

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Título: ¿Te apetece salir?

Autor: Leonor Antón

Editorial: Círculo Rojo

Páginas: 361

ISBN: 978-84-9050-443-7

Precio: 12€

Puedes comprarlo aquí

 

Sinopsis: Luz Vendrell es una psicóloga catalana afincada en París, y nos desvela a modo de cuaderno de notas un mes de su vida antes de cumplir 5 años sin salir de casa. El aniversario de tal trágica secuencia de encierros voluntarios es la víspera de Año Nuevo.
Ambientada en un oculto y raído París del año 1969, «¿Te apetece salir?» es una novela que habla de las adicciones, de la esclavitud a uno mismo y su sometimiento. De la lucha interna desde las sombras. Cargada de ironía, drama, ciertos rasgos cómicos y misterio, se convierte en una historia que te remueve e involucra irremediablemente. El desvelo de un famoso tesoro oculto, el huevo de Fabergé nº70, ejerce una codicia ciega en todos aquellos que conocen la historia y el secreto de esta joya en teoría perdida, arrastrándolos a un deseo de conseguirlo a pesar de que nadie lo viera en realidad, un viaje psicológico en busca del «Dorado» emocional.
Luz se rodea de pintorescos personajes convertidos en sus amigos y pacientes, pues cada uno de ellos arrastra consigo una vida sombría y plagada de penurias. Posiblemente se consideren a sí mismos la parte más demacrada de la sociedad.
Una novela en la que la muerte está presente en estados de vida latentes o solapados. Paralizados y ocultos. Personas que no vieron posible salir de la oscuridad; que respirando entre la penumbra llegaron a experimentar la soledad, el miedo y el amor en todos sus estados y formas posibles; su carencia, su ausencia, su búsqueda, su hallazgo… Un único deseo de salir de entre las sombras en busca de la luz, y poder vislumbrar a lo lejos un atisbo de esperanza.

Cuando me dije que era momento de leer, abrí el documento y vi la portada del libro, no supe qué esperar. La portada y el nombre eran atrayentes, pero a la vez misteriosos, sin respuestas. La manilla en una puerta azul y una pregunta sobre la imagen. Nada más. ¿De qué se trata este libro? Solo sabía que no podía ser alguna historia juvenil o erótica de las que tanto veo por el costado de internet en que estoy. Algo diferente. Siempre vale la pena darle una ojeada solo por eso.

Ahora que ya lo he leído, estoy segura de que no podría haber tenido un mejor nombre que ¿Te apetece salir? En esa simple pregunta, se atisba tanto el encierro como la posibilidad de alejarse del mismo; se expresa a los personajes y la historia, y se compele a los lectores para que se pregunten lo mismo en cuanto a su vida. ¿Tengo alguna jaula de la cual puedo pero no me he preguntado o no he podido salir? Y el libro responde, a sus personajes y a la persona que lee, ¡Sal! Pero para saber eso, primero tuve que entrar. Abrí la puerta azul y empecé a leer. Y leí más de lo que creí que iba a leer esa primera vez. Eso habla muy bien de un libro.

En sus hojas, se percibe el gran trabajo de corrección del escrito. Su narrativa es concisa y, a la vez, destila cierta poesía. Algunas veces, es tanto su juego con los significados, que los mismos eventos que cuenta se pueden transformar en  metáforas. Como la paloma que se estrella con la ventana… Leonor puede pasar de contarnos sobre el color del vestido de Claudia a, pocas hojas después, introducirnos a los sentimientos de los personajes hablándonos de sus pensamientos, su manera de entender las cosas, de intentar expresar su necesidad y desorientación en la vida.

El libro está dividido en cuatro partes y varios capítulos  breves, lo cual ayuda a la agilidad de la lectura. Varios de esos capítulos están “escritos” por diferentes personajes, aunque se percibe que es uno de ellos el personaje central, tanto en la dinámica del libro como en el estilo de lo que se cuenta.

Desde el inicio, la escritora logró que me creyera y mucho el personaje de Luz. Tanto, que en serio llegué a pensar que la Leonor que escribía era una mujer de edad que vivió en París a finales de los sesenta… Lo acepto: Mi error al no investigar el libro, pero eso no le quita mérito a la escritora.

La primera parte de la novela trata sobre el presentar a los personajes principales: Luz (la agorafóbica), Claudia (la elegante mujer del misterio), Rigodeau (el narcoléptico), Jacqueline (la prostituta drogadicta), Eduard (el adicto sexual con una enfermedad degenerativa) y, un poco más allá y menos dibujado a profundidad, Fabritzio (el italiano encantador). Aunque no lo parezca por cómo los presenté, los personajes no llegan a ser caricaturas de esas designaciones. Solo se les toma en cuenta en la construcción de sus personalidades. Leonor busca lo humano detrás del factor y el cómo afecta a cada uno de ellos, luego sigue presentando su desarrollo como personaje, dejando esa característica en el sitio justo dentro de esa maraña de historias, pensamientos, emociones y temores que son cada uno de ellos.

En esta novela se logra presentar varios temas con muy buen tino. Hay suspense por al menos dos misterios, horror al aparecer la mafia, se camina por las calles y lugares más “bajos” de París y se tiene de contraparte el condimento de algo de comedia, profundas relaciones de amistad y la ilusión de parejas románticas-sexuales. Pero la historia no trata en verdad de esos sucesos, sino de cómo los mismos posibilitan que los personajes sean conscientes de la dolorosa verdad en su vida e intenten hacer algo al respecto.   

Seguimos a los cinco personajes principales en ese mes. Como la vida de los dos varones se aleja de la historia central (es decir, lo que vive Luz, el personaje principal y narradora) sentí que sus partes empalidecía en comparación a las de ellas. Porque no hay duda de que las reinas blancas de la historia son las tres mujeres. O, mejor dicho, es Luz y las dos personas más cercanas a ella y a lo que en verdad significa el mes de finales de 1969 que se cuenta.

Jaqueline y Claudia son las que más se golpean de frente con los barrotes de la jaula en que se ha convertido su vida, y las que se dan cuenta de que o toman valor para luchar con sus demonios, salir de sus jaulas, o van destruirse. Luz también tiene esa revelación, pero se da de una manera colateral a las de ellas dos… Eso dice mucho de cual es su jaula.

Y después de que ellas tomaran sus decisiones en cuanto cómo van a hacer frente a sus situaciones, el libro va llegando a su clímax… El cual no es para nada lo que estaba esperando. El camino que Leonor escogió para su desenlace es totalmente plausible dentro de la impredictibilidad de la vida que esta novela quiere emular; y de nuevo, lo diferente vale la pena de ser probado, aunque aún no sé si me ha gustado o no justo por lo diferente que es a lo que esperaba.

En cuanto al final… Siendo un libro que responde a la pregunta de su título, el final es apropiadamente abierto. Los personajes seguirán viviendo, aunque ya no podamos leer sus historias. Y este libro en verdad hace querer saber lo que sigue… no solo en la vida de los personajes, sino en la de uno mismo.

¿Te apetece leer?  

Puedes ver el book-trailer aquí.

Leonor Antón (1986 Cartagena, España). Autora de la divertida y comprometida novela «Anécdotas de una mujer en obras». Comenzando en el mundo literario como blogger finalmente se decidió a dar el salto al formato libro. Escritora free lance en revistas culturales de emisión digital, cronista y ensayista. Actualmente reside entre España y Santiago de Chile, y gracias a sus viajes por Sudamérica escribió el blog personal «La mujer más alta de Valdivia». Tras finalizar su segunda obra de ambiente parisino «¿Te apetece salir?» se encuentra trabajando en su siguiente novela de investigación «Cuentos para niñas grandes».

 

Os dejamos la entrevista que le hicimos a la autora, que amablemente nos contestó a estas preguntas.

 

Pandora Magazine: En la nota de escritora de “¿Te apetece salir?” dices que “había escrito la novela en un periodo de mi vida plagado de cambios, de momentos intensos. Quise trasladar todas esas emociones al libro en la manera de lo posible.” ¿Qué te impulsó a sacar de su escritorio y publicar esta novela hecha en un momento de tanto significado personal?

Leonor Antón: Algo que se crea en un entorno tan oscuro debe ver la luz tarde o temprano; en ese momento se produce una catarsis. Te liberas.

Tras el trabajo de «Anécdotas de una mujer en obras«, no me sentía bien con el resultado y surgió el conflicto; al lector le gustaba mi obra, pero en mí se suscitaba cierto rechazo, y esa sensación fue en aumento.

Yo me encerré, literalmente, y dejé de salir de casa, únicamente me dedicaba a escribir. Recibía llamadas y mensajes de parte de mi entorno en general preguntándome siempre lo mismo: «Y hoy, ¿te apetece salir?«. A lo que yo respondía con una negación rotunda. Imagino que el título de la obra no podía ser otro por muchas razones, yo estuve un año entero sin ver la luz del sol mientras escribía la novela y, evidentemente, los personajes se crearon bajo la influencia del querer abandonar una situación concreta pero, al mismo tiempo, no eran capaces de salir por ese miedo a sentirse tan expuestos ante la verdad.

 

PM: Dado que esta es una historia de personajes con profundos problemas emocionales en un París de post-segunda guerra mundial, donde tanto se camina por los bajos mundos, y se enfrenta al misterio de un mitológico huevo de Faberge… ¿Cómo trasladaste las emociones de tu vida actual a tu historia,  cuando se presienten tan dispares entre sí?

LA: Una persona puede padecer o disfrutar de emociones tan dispares como colores hay en el Universo. Ese cóctel de sabores, olores, temáticas… crean una personalidad más vibrante y magnética. El interés se crea en el momento que eres capaz de hablar de temas bélicos, desnudar al Clásico, exponer el arte, incluir un tesoro histórico y comentar algo curioso sobre un bolso como el Chanel 2.55. Considero que en lo misceláneo está el acierto para el entretenimiento más amplio, y para dar realismo. Centrarse en un único concepto habría sido un terrible error por mi parte.

 

PM: Me agradó mucho ver que en ¿Te apetece salir? nombras la colaboración de por lo menos otras dos personas. ¿Qué me puedes comentar sobre ellos?

LA: Suelo rodearme de muchos amigos en cada cosa que hago, he tenido la grandísima suerte de arrimarme siempre a personas con mucho talento en su especialidad y considero que, lo lógico, es aprovecharnos mutuamente de ese intercambio cultural.

Conocí a Alicia García en una mesa redonda donde nos juntamos escritoras a hablar sobre nuestros nuevos proyectos, dicho coloquio fue conocido como «Creadoras de palabras«. Fue meramente una opción personal, ya que me enamoré de su obra, y me sentí obligada a pedirle una colaboración juntas. A raíz de ese día nos hicimos íntimas, y espero poder trabajar con ella en futuras ocasiones.

En un principio no había poemas en el libro, ese detalle se añadió a dos semanas de su edición, uno de tantos cambios de última hora. Cuando empecé a escribir ya existían los cuatro grandes capítulos del libro (La soledad, El miedo, El amor, La esperanza), y en cada uno de ellos se rememoraba el estilo musical de la época con canciones en francés traducidas al castellano en lugar de los poemas de Alicia. Cada canción fue fundamental para el desarrollo de la temática, pues me inspiraron a la hora de escribir.

Uno de los otros cambios que se realizaron de última hora fue el trato que le daba a José Antonio Mora Gil. En un principio se agradecía su aportación como corrector y traductor, aunque ese no fue en realidad su cometido. Mora Gil fue la primera persona que leyó el manuscrito, y yo no habría decidido publicarlo sin su aprobación y consejo. Imagino que es la persona de confianza con mayor criterio y capacidad de crítica objetiva, sin dejarse influenciar por el vínculo que nos une, que conozco y confío plenamente en él.

 

PM: En tu libro hay personajes humanos con profundos problemas emocionales. Entre ellos, a una agorafóbica, una prostituta drogadicta, un narcoléptico y un adicto sexual con una enfermedad degenerativa. ¿Cómo investigaste sobre estas problemáticas?

LA: No sólo fue fundamental una extensa bibliografía, sino requerir de experiencias personales en primera persona de conocidos o adquiriendo información de instituciones de salud mental.

 

PM: ¿Cómo de centrales son esos problemas en el desarrollo de cada personaje?

LA: Suelo plantear una situación tal vez poco conocida o asimilada por la sociedad, como puede ser la transexualidad, (como es el caso de mi novela anterior), o la adicción sexual, o la agorafobia… Y siempre se tiende a pensar, lo más obvio, que es la temática central de la historia pero en realidad, una vez planteada dicha situación o característica, ya no le doy ese interés que requiere. Deja de interesarme. Para mí, lo realmente importante es el desarrollo emocional del personaje, más que acabar «casado o muerto«.

 

PM: Tu historia está ambiente en París de 1969, y usa ideas históricas como parte de ella. ¿Cuánta investigaste al respecto? ¿Estos son temas que te han fascinado antes de escribir la novela?

LA: Nunca hay un tema que me guste tanto como para decidir escribir sobre ello, lo que me sucede es lo contrario; me acaba fascinando porque lo estudio, lo aprendo, lo sufro y lo escribo. A dónde me lleva un libro es un absoluto misterio, y ahí está lo bueno. Lo mágico. La sorpresa.

 

PM: ¿Por qué París a finales de 1969?

LA: En mi cabeza se iba dibujando una estética muy definida. Como si tuviera que verme en la obligación de realizar el vestuario de una obra de teatro que transcurre en el salón de una casa en París del año 1969. Los peinados, el maquillaje, los vestidos… Antes de escribir ya lo visualizaba de esa manera tan determinada y después no pude negarme a centrar la historia en esa época y esa ciudad. Luego fue mucho mejor para el desarrollo de la historia, porque París tiene lugares mágicos a los que llevarte aunque no quieras. Además de la influencia musical de la época, gran combinación ambiental.

 

PM: La idea de usar un tesoro como parte y, de cierta forma, catalizador de la historia, parece algo divergente a la línea argumental del inicio de la novela. ¿A qué se debe?

LA: El lector puede llegar a sentir que el objetivo central del libro es ese tesoro… Pero en realidad, el único tesoro que de verdad existe no es un diamante, ni de oro, ni algo material. Se trata de la felicidad; quién eres, cómo eres y tu circunstancia. Qué quieres conseguir.

 

PM: En este libro, haces uso de diferentes puntos de vista para narrar la historia, pero se siente y se sabe que es Luz la que “escribe el libro”. Por eso te pregunto: ¿qué hace a cada punto de vista distinto?

LA: En mi cabeza se creaban siluetas muy diferentes de cada personaje, pero que en el fondo no eran tan distintos los unos de los otros. Al fin y al cabo, todos tenían algo muy importante en común que era la necesidad de encontrar la luz en sus vidas. Algo así les convertía en seres absolutamente idénticos. Porque, en verdad, no importa qué es lo que te sucede, ni tu historial personal, sino si vives en las sombras o no. El cómo te planteas tu vida… la que sencillamente te ha tocado vivir.

 

PM: Se entiende que los personajes centrales de la historia y los que deciden “salir”, iniciar una nueva vida y pelear contra sus demonios, son Luz, Claudia y Jacqueline. ¿Qué me puedes contar sobre los “otro” personajes, más que todo masculinos, y la importancia de ellos para la historia?

LA: No todo el mundo evoluciona, al igual que no todos mis personajes consiguen salir. Mi debilidad por hablar sobre historias de mujeres deja habitualmente en mis escritos al personaje masculino en un segundo plano. No obstante, la aparición del hombre es fundamental para el desarrollo de todos los conceptos posibles, y además no podría haber un mundo sin mujeres, al igual que no podría haberlo sin hombres.

 

PM: Me parece interesante que hicieras dos líneas argumentales por las cuales los personajes estaban amenazados, pero decidiste no usar ninguna de las dos en el clímax de la historia.

LA: Es cierto que el libro fue escrito hasta en tres ocasiones, y con ello quiero decir que hubieron tres desarrollos diferentes y, en consecuencia, tres finales. No me gustó ninguno. Tal vez demasiado técnicos, demasiado predecibles, poco emocionales… Había perdido todo detalle psicológico y me zambullía de pleno en una trama argumental que era justo lo que debía suceder y encajaba como un perfecto rompecabezas, y zanjar todos esos campos abiertos. Pero eso no me gustó. No doy por concluidos mis libros con finales exactos, me gustan los puntos suspensivos, que la narrativa nunca parezca acabar pero que la moraleja, sin apenas notarlo, ya esté en el aire. No me gusta que la novela termine cuando la historia lo hace, sino cuando ha llegado «el mensaje». El aprendizaje.

 

PM: ¿Tienes ideas para una continuación de la historia de estos personajes?

LA: No. No creo que escriba nunca sobre un posible después, no era esa mi intención. No importa qué les sucede a los personajes una vez que salen, no es una obra que trate sobre qué pasa después. Es únicamente por lo más difícil: el ser capaz de proponerse salir. Tal y como aclaro en mi dedicatoria inicial, el libro está dedicado a esas personas que vinieron a mi casa (ya que yo no salía, si querían verme o me visitaban o podían pasar semanas o incluso meses hasta que volvía a encontrarme con algunos de ellos), y me hablaban de ese lado tan íntimo y personal como es la vida a través de la adicción.

Hay que tener en cuenta que hubo personas que tardaron más de 25 años en conseguir proponerse salir de ese mundo, y siento que el después está claro. Una vez que sales todo cambia, todo es diferente y, de nuevo, la vida te pertenece. Por tanto, el después no es algo que me atañe a mí contarlo…

 

PM: A lo largo del escrito, se ha visto varios pensamientos en cuanto a lo cómodo del vivir sufriendo, a la valentía del cambio, al trato de la pérdida y al peso emocional de los recuerdos traumáticos, entre otros. De esos pensamientos o frases, ¿Cuál te caló más mientras la escribías?

LA: Hay un capítulo con el que disfruté especialmente, «El jardín de las rosas rojas«. Creo firmemente que ese pasaje resume a la perfección este choque con la realidad de todo lo que en algún momento fue nuestra vida, y de en qué situación se encuentra en el presente. Cuál será su futuro.

La muerte del ciervo, esa aparición de nuestra propia alma a la que le pegamos un tiro entre ceja y ceja. Me gusta crear en la novela ciertas similitudes o mensajes ocultos que el lector probablemente no descifre a no ser que lea la novela en más de una ocasión. Detalles como que, en numerosas ocasiones, aparecen animales o insectos a los que se veneran, persiguen o aniquilan. Algo importante es esa influencia del arrebatar la vida, tener tan presente la muerte de todos los seres y el final del mundo que nos rodea. Ese temor te paraliza o te empuja de una vez a tomar la decisión definitiva de salir, o de quedarte tan quieto como si tuvieras las piernas enterradas en cemento sólido y nos fueran a tirar al fondo del mar.

 

PM: ¿Me comentas sobre tu historia con la escritura?

LA: Escribir lo he hecho desde que recuerdo que soy capaz de pensar y de coger un bolígrafo. Hay por ahí repartidos unos diarios que redacté durante mi adolescencia, grandes volúmenes y ejemplares de mi puño y letra recopilados en encuadernaciones de tamaños bíblicos. Cosas que con el paso del tiempo a mí no me ha apetecido conservar y que otros han preferido hacerlo por mí. Después continué con los blogs (de moda, viajes, biográficos), y al poco me topé con mi primera novela.

Durante un mes de vacaciones quise disfrutar de un apartamento de playa que estaba a 20 metros del mar, y lo que acabé haciendo fue escribir «Anécdotas de una mujer en obras» durante esos 30 días que duró mi estancia. Olvidando hasta comer, siempre desde el balcón, con el portátil, viendo como los demás gozaban con la arena, con las olas, con el aclarado de piscina y el bronceado de aceite con B-caroteno factor 25. Recuerdo los atardeceres anaranjados como el té helado que siempre me acompañaba, y junto a mi gato negro, actor protagonista en todos mis trabajos, viendo cómo se cortaba el sol hasta el punto de desaparecer…

Ahora me encuentro en un punto entre qué hacer «después del después» y la creación de «Cuentos para niñas grandes«. «Cuentos…» fue una idea que surge ante la necesidad de contar historias que me habían hecho llegar durante mis inicios como escritora. En algún momento hubo alguien que creyó en mí para hablar sobre su vida, y yo me siento en la obligada necesidad de devolverles tal enorme muestra de confianza escribiendo su verdad.

Todo son historias de mujeres, algunas bajo el anonimato, otras con nombre y apellidos, pero lo más importante; siempre reales. Y como adelanto desvelo aquí que, entre las protagonistas de esta recopilación de relatos, se encuentran una mujer que sufrió el secuestro perpetrado por una red de mafias dedicadas a la prostitución en Los Ángeles, una costurera de Bangladesh y una pirómana.

El verdadero reto se encuentra en la necesidad primordial de hacer que el lector sienta absolutamente con todo lujo de detalles cada emoción y sentimiento que percibe la protagonista, y sobre todo acabar justificando sus actos por pura empatía radical.

Es un trabajo que inicié durante mi estancia en Santiago de Chile, donde además tuve la fortuna de dar con una historia sobre una mujer en esa misma ciudad a dos manzanas del lugar en el que yo me encontraba, y que al final decidí también incluir entre los cuentos. Y poco a poco tenía un formato sólido y perfectamente estructurado de lo que sería ese tercer libro en el que ahora estoy trabajando. Escribir, escribir… Puedo estar haciendo cualquier otra cosa a la vez, pero siempre estoy escribiendo. No me había dado cuenta hasta ahora que te lo contaba pero escribir es, posiblemente, mi prioridad existencial. No. Mejor dicho, una necesidad existencial. Si no escribo… no existo.

 

PM: Pareces tener la posibilidad de que personas te confíen sus historias. ¿Qué lo hace posible, y qué tanto tus escritos se dan para y por esas historias reales?

LA: Más que una posibilidad ha sido mi mayor regalo; hace unos siete años, por circunstancias personales, me propuse ser absolutamente sincera aunque la verdad a veces no guste… Imagino que los que están a mi alrededor perciben algo positivo en esa actitud y deciden sincerarse conmigo, cosa que yo valoro enormemente, más bien me enorgullece.

Tal y como planteo en el libro, dicho en boca del personaje de Claudia Stevens, «En un mundo lleno de mentiras ser honesto llega a ser un acto desesperado», y es absolutamente cierto. Puede que hoy día todo vaya demasiado deprisa, y que se nos exija demasiado, por tanto la gente procura ofrecer siempre su mejor cara, su lado bueno y su fachada más pulida. Y es entonces cuando se olvidan de ser sinceros, o prefieren esconder su lado más oscuro. Me gusta, y me honra, que los me conozcan recurran a mí para liberarse, para dar constancia de «su yo auténtico«.

Soy una persona que escribe novelas de ficción basadas en la gran verdad de las personas, y prácticamente todo lo que escribo se basa, o se inspira, en experiencias y en la vida real.

 

Muchas gracias por todo, Leonor, esperamos que sigas recogiendo éxitos en todos los proyectos que emprendas, y vuelvas pronto por Pandora.

 

Redacción: Mariana Esciam

 

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