La mujer caminaba por la calle, el taconeo de sus zapatos se oía por toda la barriada, ya no era tan bella como a los veinte, ni tan interesante como a los cuarenta pero a sus cincuenta y tantos aún había hombres que venían a verla.
El paseaba asustadizo, como la primera vez que fue, sus ojos arrugados se fijaron de nuevo en ella, siempre era ella, se conocían desde hacia más de treinta años y siempre le empezaba a hablar acobardado.
Ponen un precio, él pagó obediente, ella guarda los billetes en una vieja cartera, él no quiere subir aún, prefiere sentarse en el banco del parque, ella lo acompaña. Allí el viejo comienza a hablar, de sus nietos, de sus hijos, de su difunta. Recuerda el día que nació el primero, cuánto lloró Almudena, incluso le enseña algunas fotos, el color sepia lo recorre todo. La vieja Magdalena, escucha atenta, su mano recorre la fina pierna de Ernesto y su mirada se clava en esos ojos llenos de cataratas.
Él sigue hablando, no para de hablar de todo y de nada, ella como desde hace años solo escucha, asiente y sonríe, se entristece cuando tiene que hacerlo y suelta una risotada cuando él también lo hace. Hoy no subirán a la habitación, a decir verdad nunca han subido, él ya esta vacío ya no tiene nada que expulsar.
Se dan dos suaves besos en las mejillas y se despiden, ella vuelve a su esquina y él prosigue su torpe caminar por las viejas calles de la ciudad.
Autor: Miguel Rodríguez Bollon
Total merecedor del premio,me he metido de lleno en el relato.
Enhorabuena!
Me ha gustado mucho, pero mucho, es cortito pero muy bueno, eres grande amiga
besitos
De nuevo vuelvo a decirlo, muchísimas gracias por el premio. Me alegro mucho de que os haya gustado.
Una maravilla de relato ^_^ muy tierno
Un cuento breve y preciso con un lenguaje que atrapa.
Atrapador , me agradó bastante. Nelly