Presentación «Los desorientados» de Amin Maalouf

FICHA TÉCNICA Título: Los desorientados Autor: Amin Maalouf Editorial: Alianza Editorial ISBN: 978-84-206-0889-1 Nº de páginas: 528 PVP: 22€ Sinopsis Una llamada inesperada lleva a Adam, un profesor árabe de […]
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FICHA TÉCNICA

Título: Los desorientados

Autor: Amin Maalouf

Editorial: Alianza Editorial

ISBN: 978-84-206-0889-1

Nº de páginas: 528

PVP: 22€

Sinopsis

Una llamada inesperada lleva a Adam, un profesor árabe de Historia, a regresar a su tierra natal después de veinticinco años de exilio. Todo sigue igual, no ha pasado el tiempo por los lugares que frecuentó. Aquel «paraíso perdido» de la montaña blanca va asociado a los nombres de sus amigos de juventud, el Círculo de los Bizantinos, que pretendían cambiar el mundo y fueron ellos los que terminaron cambiando por una guerra que los separó y llevó a cada uno por distintos caminos. Pero quién es él para juzgarlos cuando vivió un exilio «dorado» mientras ellos se vieron abocados a una situación sin elección posible. Con la ayuda de la siempre bella y rebelde Semiramis, Adam intenta reunirlos. A los que quedan vivos.

 

Amin Maalouf estuvo en Barcelona el pasado 24 de octubre en el CCCB (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona) presentando Los desorientados, su última y esperadísima novela. Y cómo no, Pandora Magazine asistió al evento sin perderse ningún detalle. En este artículo os lo contamos todo.

Gracias al francés de Imma Monsó los presentes pudimos disfrutar en directo de una excelente entrevista precedida por una larga pero agradable lectura de varias páginas de la novela. Amin Maalouf nos deleitó con su voz leyéndonos en francés, mientras que en dos pantallas situadas a los extremos del escenario pudimos leer la traducción simultánea de lo que se estaba leyendo.

Una vez terminada la sesión de lectura dio comienzo la entrevista. Se habló de temas actuales diversos como los conflictos actuales que hay en el Próximo Oriente –“una terrible tragedia” comentó el escritor-, los temas de la identidad y la cultura –temas que Amin Maalouf siempre ha recalcado y por los que ha demostrado una gran obstinación para abrir caminos hacia el diálogo, sobre todo entre Oriente y Occidente. Incluso nos habló su propio exilio, que debido a la guerra civil libanesa tuvo que dejar su patria de un día para otro en el fatídico año de 1976.

Fue una conferencia intensa y muy interesante cuyos temas también son igualmente tratados no solamente en Los desorientados, sino que también son pensamientos e inquietudes que han caracterizado desde siempre la obra de Amin Maalouf.

Esta novela supone un doble retorno: por un lado vuelve a la ficción después de diez años dedicándose al ensayo, y por otro supone el regreso a su país, a sus orígenes y a su juventud. Un libro que trata de exilios, de retornos, de la memoria y la identidad. Una novela muy personal en la que Maalouf condensa su pensamiento y todas esas ideas que ha volcado en su obra.

Nos os perdáis el  último trabajo de este gran escritor, apuesto a que no dejará indiferente a ninguno de sus lectores.

A continuación os dejamos un fragmento de Los desorientados para que lo disfrutéis:

Llevo en el nombre a la humanidad naciente, pero pertenezco a una humanidad que se extingue, escribió Adam en su libreta dos días antes del drama.

Nunca supe por qué me llamaron así mis padres. En mi tierra natal no era un nombre frecuente, ni nadie de mi familia se había llamado así antes que yo. Me acuerdo de que un día se lo pregunté a mi padre y se limitó a contestarme: «¡Es nuestro antepasado común!», como si yo pudiera no saberlo. Tenía diez años y me conformé con esa explicación. Quizá habría debido preguntarle mientras vivía si había tras esa elección alguna intención, algún sueño.

Me parece que sí. Desde su punto de vista, se suponía que yo pertenecía a la cohorte de los fundadores. Hoy, a los 47 años, no me queda más remedio que admitir que no cumpliré con esa misión. No seré el primero de un linaje, seré el último, el último de todos los míos, el depositario de sus penas acumuladas, de sus desilusiones y también de sus vergüenzas. Me incumbe a mí la aborrecible tarea de identificar los rasgos de aquellos a quienes he querido y de asentir luego con la cabeza para que vuelvan a taparlos.

Me ha tocado hacerme cargo de las extinciones. Y, cuando me llegue la vez, caeré como un tronco, sin haberme doblado, y repitiéndole a quien quiera oírlo: «¡La razón la tengo yo y la que se equivoca es la historia!».

Ese grito orgulloso y absurdo me retumba constantemente en la cabeza. Por lo demás, podría servir de epígrafe a esta peregrinación inútil en la que llevo diez días.

Al volver a mi tierra inundada, pensaba salvar algunos vestigios de mi pasado y del pasado de mi gente. En ese aspecto, no espero ya gran cosa. Quien intenta retrasar un naufragio corre el riesgo de apresurarlo… Dicho esto, no me arrepiento de haber emprendido este viaje. Cierto es que vuelvo a descubrir todas las noches por qué me alejé de la patria donde nací; pero también vuelvo a descubrir todas las mañanas por qué nunca me desapegué de ella. Mi gran alegría es haber encontrado entre las aguas unos cuantos islotes de delicadeza levantina y de ternura serena. Lo que me proporciona otra vez, al menos de momento, un apetito nuevo por la vida, razones nuevas para luchar y quizá, incluso, un estremecimiento de esperanza.

¿Y a más largo plazo?

A largo plazo, todos los hijos de Adán y Eva son niños perdidos.

 

Primer día

El jueves, cuando se quedó dormido, Adam no tenía ni idea de que al día siguiente sin ir más lejos iba a alzar el vuelo hacia el país de sus orígenes tras lustros de alejamiento voluntario y para ir al encuentro de un hombre a quien se había prometido no volver a dirigir la palabra.

Pero la mujer de Mourad supo dar con las frases implacables:

«Tu amigo se muere. Quiere verte».

 

El timbre sonó a las cinco de la mañana. Adam cogió el teléfono a tientas, pulsó una de las teclas encendidas y contestó: «No, de verdad que no estaba durmiendo», o cualquier otra mentira por el estilo.

Su interlocutora le dijo a continuación: «Te pongo con él». Tuvo que contener el aliento para oír el del moribundo. E, incluso así, más que oír las palabras, las intuyó. La voz lejana era como un susurro de telas. Adam tuvo que repetir dos o tres veces «Claro» y «Entiendo» sin entender nada ni tener nada claro. Cuando la otra voz calló, le dijo, prudentemente: «¡Adiós!». Aguzó el oído unos cuantos segundos, para comprobar que la mujer no había vuelto a ponerse al aparato; luego, colgó.

Se volvió entonces hacia Dolores, su compañera, que había encendido la luz y se había sentado en la cama, con la espalda apoyada en la pared. Parecía que estaba sopesando los pros y los contras, pero ya se había hecho una opinión.

—Tu amigo se muere, te llama, no puedes pensártelo; tienes que ir.

—¿Mi amigo? ¿Qué amigo? ¡Hace veinte años que no nos hablamos!

En realidad, en todos aquellos años siempre que alguien pronunciaba en su presencia el nombre de Mourad y le preguntaba si lo conocía, contestaba invariablemente: «Es un antiguo amigo». Sus interlocutores daban por hecho con frecuencia que había querido decir un «viejo amigo». Pero Adam no escogía las palabras a la ligera. «Antiguo amigo» era, pues, desde su punto de vista, la única expresión adecuada.

Y este es un vídeo de una pequeña conversación con Maalouf sobre la novela

 

 

 

Redacción: Mariona Rivas Vives

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