Presentación «Las leyes de la frontera» de Javier Cercas

FICHA TÉCNICA Título: Las leyes de la frontera Autor: Javier Cercas Editorial: Mondadori ISBN: 978-84-397-2688-3 Nº de páginas: 384 PVP: 21’90€ Con la llegada del otoño las editoriales nos han […]
Print Friendly, PDF & Email
2 Votos obtenidos¡Vótame!

FICHA TÉCNICA

Título: Las leyes de la frontera

Autor: Javier Cercas

Editorial: Mondadori

ISBN: 978-84-397-2688-3

Nº de páginas: 384

PVP: 21’90€

Con la llegada del otoño las editoriales nos han bombardeado con un montón de suculentas novedades, perfectas para disfrutarlas y saborearlas frente a una taza de café humeante o durante esas frías y lluviosas tardes que no apetece en absoluto salir a la calle. A este boom editorial otoñal lo suelen acompañar también esas maravillosas presentaciones y charlas que organizan las librerías de distintas ciudades de España durante estos meses.

Y es en una de estas múltiples presentaciones donde Pandora Magazine asistió con gran placer a la Casa del Libro –en la Rambla Cataluña de Barcelona- para escuchar atentamente el coloquio que nos ofrecieron Javier Cercas y la periodista Gemma Nierga, gran amiga del escritor, para charlar amistosamente sobre su última novela: Las leyes de la frontera

El evento empezó puntualmente a las 19h y en esa hora y pico, casi dos, Javier Cercas nos deleitó a todos los presentes con una simpática charla y con la lectura de uno de los capítulos del libro, para ponernos la miel en los labios y hacernos entrar ganas de leer la novela.

Durante el coloquio el escritor se mostró muy amable y abierto con su público-lector y con muchas ganas de hablar y hablar sin parar –algo innato en él por lo visto, ya que su amiga Gemma Nierga hizo un comentario al respecto por la cantidad de veces que Cercas se enrollaba como una persiana saltando de un punto a otro sin parar. Momentos muy cómicos donde soltamos más de una carcajada.

Aparte del libro, el desarrollo de la historia y sus personajes principales, también se habló de temas tales como esos puntos típicos que se repiten constantemente en las novelas de Javier Cercas: el hecho de que nunca sabes si lo que se narra en ese libro es verdad o una verdad a medias o todo mentira. De ahí a que citara a Mario Vargas Llosa: “mentir con conocimiento de causa”. También nos comentó sobre la cantidad de veces que escribe sus novelas, porque si hay algo que hace este hombre es escribir antes un borrador (o varios) que después tira a la basura para después reescribir la novela, jugando con las palabras, hasta quedar satisfecho con el resultado.

Y cómo no iba a faltar también el turno de preguntas y respuestas que algunos de los lectores, con micro en mano, le proponían al escritor. Y finalizada la charla, Cercas se ofreció con gusto a dedicar y firmar ejemplares.

Fue una presentación muy agradable y divertida, donde el protagonista de esa tarde se mostró de lo más cercano a sus lectores. Y eso es algo que los lectores agradecemos siempre, porque no solamente leemos las obras de nuestros escritores preferidos sino que también nos gusta que nos mimen un poco a base de firmas de libros y charlas tan agradables como la que pasamos aquella tarde. Javier Cercas es, no sólo un gran escritor, sino que también es una persona encantadora.

Para finalizar, os adelantamos un fragmento del primer capítulo para que os deleitéis con su lectura:

–Cuénteme cuándo conoció al Zarco.

–A principios de verano del 78. Aquella era una época extraña. O yo la recuerdo así. Hacía tres años que Franco había muerto, pero el país continuaba gobernándose por leyes franquistas y oliendo exactamente a lo mismo que olía el franquismo: a mierda. Por entonces yo tenía dieciséis años, y el Zarco también. Por entonces los dos vivíamos muy cerca y muy lejos.

–¿Qué quiere decir?

–¿Conoce usted la ciudad?

–Por encima.

–Casi es mejor: la de aquella época se parece poco a la de ahora. A su modo, la Gerona de entonces era todavía una ciudad de posguerra, un poblachón oscuro y clerical, acosado por el campo y cubierto de niebla en invierno; no digo que la Gerona de ahora sea mejor –en cierto sentido es peor–: solo digo que es distinta. En aquella época, por ejemplo, la ciudad estaba rodeada por un cinturón de barrios donde vivían los charnegos. La palabra ha caído en desuso, pero entonces servía para referirse a los emigrantes llegados del resto de España a Cataluña, gente que en general no tenía donde caerse muerta y que había venido aquí a buscarse la vida… Aunque todo esto ya lo sabe usted. Lo que quizá no sabe es que, como le decía, a finales de los setenta la ciudad estaba rodeada por barrios de charnegos: Salt, Pont Major, Germans Sàbat, Vilarroja. Allí se aglomeraba la escoria.

–¿Allí vivía el Zarco?

–No: el Zarco vivía con la escoria de la escoria, en los albergues provisionales, en la frontera noreste de la ciudad. Y yo vivía a apenas doscientos metros de él: la diferencia es que él vivía del lado de allá de la frontera, justo al cruzar el parteaguas del parque de La Devesa y el río Ter, y yo del lado de acá, justo antes de cruzarlo. Mi casa estaba en la calle Caterina Albert, en lo que hoy es el barrio de La Devesa y entonces no era nada o casi nada, un montón de huertos y descampados en los que moría la ciudad; allí, diez años antes, a finales de los años sesenta, habían levantado un par de bloques aislados donde mis padres habían alquilado un piso. A su modo aquello también era un barrio de charnegos, aunque los que vivíamos allí no éramos tan pobres como solían ser los charnegos: la mayoría de las familias eran familias de funcionarios de clase media, como la mía –mi padre tenía un puesto subalterno en la Diputación–, familias que no eran de la ciudad pero que no se consideraban familias de charnegos y que en todo caso no querían saber nada de los charnegos auténticos o por lo menos de los charnegos pobres, los de Salt, Pont Major, Germans Sàbat y Vilarroja. Ni por supuesto de la gente que vivía en los albergues. De hecho, estoy seguro de que la mayoría de la gente de Caterina Albert jamás pisó los albergues (no digamos la gente de la ciudad). Algunos quizá ni siquiera sabían que existían, o fingían no saberlo. Yo sí lo sabía. No sabía muy bien lo que eran, y nunca había estado allí, pero sabía que estaban allí o que se decía que estaban allí, como una leyenda que nadie había confirmado ni desmentido: en realidad, yo creo que para nosotros, los chavales del barrio, el mismo nombre de los albergues evocaba la imagen épica de un refugio en tiempos inhóspitos, y estoy seguro de que tenía un aliento prestigioso de novela de aventuras. Por todo esto le decía que en aquella época vivía muy cerca y muy lejos del Zarco: porque nos separaba una frontera.

 

Redacción: Mariona Rivas Vives

Fotografías: Elisabet de Loreto

Sobre pandoramgzn