Pareja de hecho, de José Carrasco Llácer

Hace cuatro años  entré en un blog y leí un relato que se titulaba “El olmo de la plaza”. Su autor se hacía llamar “Preludio” y  tenía una manera de […]
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Hace cuatro años  entré en un blog y leí un relato que se titulaba “El olmo de la plaza”. Su autor se hacía llamar “Preludio” y  tenía una manera de contar las cosas muy particular, como si un amigo te estuviera contando una  historia mientras  se toma un café contigo; me quedé enganchada y desde ese día, le leí fielmente cada sábado noche, hasta que  por esos cambios que tiene la vida, le perdí la pista. Dos años pasaron y descubrí tres cosas:

  1. Que había publicado un libro
  2. Que se llamaba José Carrasco Llácer
  3. … Que iba a entrevistarle

Ésta entrevista se realizó en Valencia, en una cafetería  situada en medio del casco antiguo, con una decoración bohemia, luces tenues, mesas viejas, retratos de actores de los años cincuenta y una vitrina con poemas de Neruda, Lorca y Gloria fuertes. Entre nosotros un  par de cafés con leche, y un aire de tranquilidad, Prelu, es una de esas personas que inspiran confianza, tal vez sea por su sonrisa, abierta y sincera (he de reconocer que tiene una de las sonrisas más bonitas del mundo)

José es abogado de profesión, y  según sus propias palabras “mayor de 42 años”.  Vive en Valencia y siente pasión por el jazz. Pareja de hecho es  su primer libro publicado y cuenta la historia de Calixto y Melibea, un divorciado y una exmonja y las situaciones por las que pasan, en forma de relatos escritos con un lenguaje sincero y fresco, directo, carente de adjetivos de relleno, y que se lee con una sonrisa en los labios.

El Personaje de Calixto es la antítesis de José Carrasco, un hombre culto, pausado al hablar, afable, que usa muchos adjetivos para expresarse, así que  tenía gran curiosidad por  hacerle la primera pregunta de ésta entrevista que dejo para vosotros:

 

Pandora: ¿De qué se nutre tu escritura?

Podría decir que surge de la combinación de dos universos diferenciados: lo real y lo fantástico. Pero esto lo dice también Vargas Llosa y en mi boca resulta  una petulancia. El dice: “fantástico”, yo prefiero llamarlo: fantasioso o fantaseado. No hago literatura fantástica, de vampiros, de reinos oscuros, de personajes que se transmutan, de tronos poseídos por fuerzas misteriosas. No sabría hacerlo. Reconozco mucho mérito en quienes se atreven a ello.

A mí me gusta ver, oler, tocar, sopesar la realidad, sacudirla, darle la vuelta,  porque casi siempre supera a la ficción. Lo cual no significa que retrate la realidad con una mirada glacial y objetiva. Sería muy aburrido. Lo que escribo está preñado de subjetivismo, de interioridad, de matices psicológicos, de sensaciones, de emociones sacadas a la luz desde la experiencia propia o prestada, lejos siempre de lo autobiográfico. Lo que pretendo es escribir la vida, dotarla de hechizo y que el lector, al leerla, la recree sin darse cuenta.

 

P: ¿Cuál es tu rutina a la hora de escribir?

Escribo de noche, soy muy noctámbulo. Me encanta la tranquilidad de las horas nocturnas, el silencio, la quietud. Mientras escribo nunca escucho música. La música tiene para mi tal poder de seducción que me distraería. Tampoco escribo de tirón. Reescribo una y otra vez, puliendo mucho, rompiendo y descartando. Hay que desechar mucho, llenar la papelera, para llegar a un texto bueno. Puedo empezar con una idea muy clara de adónde quiero ir a parar, o por el contrario empiezo con un pensamiento, una imagen fugaz, una anécdota y poco a poco va saliendo la historia y es ella la que me va conduciendo como quiere, hasta que llega un momento que vuelvo a ser el dueño. Entones hay relato.  Me preocupa mucho llegar a un texto ligero, fácil de leer, dotado de ritmo y que sea muy visual. Evito los conceptos y  el abuso de adjetivos y frases subordinadas. Suelo leer el texto en voz alta cuando lo considero perfilado.

Una vez terminado, lo dejo dormir. Después lo imprimo y lo releo de día, fuera de la pantalla del ordenador, con un lápiz en la mano para tachar lo que no sirve. Lo normal es que un treinta por ciento de lo escrito no valga. Cuando me atasco en algún relato o en algún capítulo de una novela, lo dejo y toco el saxo. Si es de noche, escucho jazz o música clásica o quizás manipule alguna partitura para el arreglo de un solo.

 

P: ¿Bueno José, pareja de hecho lleva ya unos meses en la calle, puedes contarnos  qué te han parecido sus primeros pinitos por el mundo?

Me da mucho corte hablar de mi libro. Desde que apareció me siento como expuesto. Verlo impreso, como algo que no tiene enmienda, definitivo, que no puedo mejorar, junto a mi nombre y apellido, me desazona.

El libro funciona. Es divertido, un punto irreverente, se lee bien, crea expectativas entre los lectores. Los personajes tienen vida propia. Ayer mismo alguien me pedía que siguiera indagando en la historia de ambos protagonistas. Eran personajes que habían creado un pequeña huella en la memoria y en los afectos y quería saber más de ellos. Pienso que el éxito de segundas partes es dudoso.

El problema con que se encuentra el libro, no es del propio libro, sino de la distribución. Es muy difícil poner en los mostradores y en los estantes de las librerías un libro, cuya edición no llega a mil ejemplares,  de un autor que no está arropado por la publicidad y los medios. Ni editores ni distribuidores, ni libreros apuestan por la épica, no están por el riesgo. Su negocio, como todo negocio, ha de ser seguro y rápido en beneficios. Si  a eso añadimos que en España se lee poquísimo la dificultad se acrecienta, y al final, los autores no consagrados, editamos por puro romanticismo.  ¿Qué puede suponer que me lean, en el mejor de los casos, cuatrocientos o quinientos lectores? Por ello estoy explorando la edición y venta online y es muy probable que finalmente me decida volver a la pantalla del ordenador o del dispositivo móvil olvidando con pena el papel.

 

P: ¿Qué  ha representado para ti pasar a sus personajes del blog al papel?

Al hilo de lo que respondía anteriormente el papel es emocionante, más romántico, es palpable, se puede oler, te provoca sensaciones muy placenteras. La primera es la de sentirse escritor. Parece que lo que da el documento de identidad como escritor es tener  un libro publicado y en manos de los lectores.  Mientras tanto, parece que solo eres un proyecto, una promesa. El libro en papel es la prueba y el reconocimiento vanidoso de la condición de escritor. Un paso en el deseo de inmortalidad. ¿Exagerado, no? Cierto, pero, en el fondo hay algo de eso.

 

P: ¿Qué obstáculos crees tú que debe vencer un escritor que recurre a la auto edición?

            El primer obstáculo en el escritor que quiere publicar es evitar la ansiedad y las prisas. Hay que consultar y comparar mucho entre la gran cantidad de empresas que se dedican a promocionar la auto edición. Estas editoriales ven un filón en los escritores que anhelan publicar su obra. Es muy fácil caer en el  engaño. Por eso es recomendable estudiar bien las propuestas que nos hacen y comparar presupuestos, considerando la calidad de la impresión y los servicios que ofrecen. Es muy importante consultar con los que han pasado ya por la experiencia de auto edición.

            Lo que personalmente descarto es la co-edición. Muestran el señuelo de que la editorial corre con la mitad de los gastos, pero esto es muy dudoso. Si se estudia bien resulta que el escritor es quien de verdad soporta todos los gastos. Por otra parte, el escritor está intervenido por la editorial y con muy dificultad podrá saber cuántos libros se han vendido. Sabrá los que venda él, pero no los que venda la otra parte.

            El segundo obstáculo, al que también anteriormente he hecho alusión, es la distribución. Que yo sepa, no hay ninguna editorial dedicada a la coedición o a la auto-edición que te facilite con garantías la distribución de los libros. Podrá ofrecer la inclusión on line o a demanda de los ejemplares en algunas librerías importantes, pero sin control ni garantía de seguimiento. Por otra parte, las distribuidoras no incluyen autores cuya edición no llegue como mínimo a los tres mil ejemplares. Publicar tres mil ejemplares es muy gravoso.

           

P: ¿A qué escritores admiras y lees?

            Nombrar a unos es obviar a otros lo que resulta un poco injusto. Pero puesto a ello, haré, sin perjuicio, una corta clasificación. Todavía un niño, perdiendo horas de juego,  leí con admiración a Julio Verne, a Emilio Salgari, a Stevenson, a Melville. Luego a Blasco Ibañez y Perez Galdos y Azorín. Juro que leí El Quijote y todo el teatro de Shakespeare. En la adolescencia me dio por los poetas: Hierro, Salinas, García Lorca, Aleixandre, Ángel González. De hombrecito me deslumbró sobre todo Dickens y Poe, Dostoyevsky y Tolstoy.  Mencion especial a John Steinbeck. Me enamoró la novela negra americana.  Hace poco: Murakami e Ishiguro. En el capítulo de los preferidos, de los que se releen: Chesterton y Conrad. Los que he releído hace poco: Rulfo, Bukowsky y Pedro Juan Gutiérrez, un autor cubano de vómito, pero sorprendente. El último que he leído: El temblor del héroe, de Pombo. Libro que estoy leyendo: Némesis, de Phil Roth. Pendientes: El Enredo de la bolsa y la vida, de E. Mendoza. Diario de invierno, de P. Auster, Fascinación, de Don Delillo. Lo último que me he comprado: Blanco nocturno de Ricardo Piglia. El último encargado, pendiente de recibir: El cuaderno dorado, de  Doris Lessing.

 

P: ¿Cuál es el libro que más has releído en tu vida?

No sabría decir si El viejo y el mar, o La perla. También he releído hasta saber párrafos de memoria: El mar, de Joséph Conrad. Un libro y un autor fascinantes.

 

P: ¿Y cuál tu asignatura pendiente?

Tocar el saxo como Charlie Parker. Nunca la aprobaré. Y ganar el Planeta. El Cervantes  se lo dejó para cualquiera más vanidoso.

En serio, son muchas las asignaturas pendientes que a cualquiera le van quedando, como historias sin acabar, o que se han quedado en proyectos o tan sólo en anhelos. Hace poco quería publicar un libro de relatos. Ahora me gustaría que me publicaran una novela. Después de un par de entrevistas muy adelantadas para sacar adelante el proyecto —no voy a decir con quienes— no llegaron a buen puerto, porque debía dejar que “su departamento de negros” me retocara algunos capítulos para hacer la novela más comercial. “Hasta los grandes lo permiten”, me dijeron. Les contesté que yo todavía no tenía tanta fama y sí mucha ingenuidad. Lo dejamos “ad calendas grecas”. Mi cupo de vanidad es muy pequeño, y el peculio a cobrar apenas valía la pena. Pensé que si salía bien, tomaba nombre pero a cambio de no sentir el producto como propio.

Otra asignatura fracasada es no haber terminado mi vuelta al mundo en solitario en un velero de dieciocho metros que abandoné literariamente en Praia (Cabo Verde), después de haberla iniciado en  Libro de Arena.  Después de  haber sufrido una avería seria en la unión de la quilla y el casco del barco al pasar el estrecho de Gibraltar,  me asusté al comprobar la cantidad ingente de documentación que tenía que consultar.   Se quedó en mera aventura y el barco sin reparar.  Quizás algún día, aunque haga en singladura en solitario.

 

P: ¿Cuáles son ahora mismo tus planes literarios inmediatos y futuros?

Seguir escribiendo. Tengo en mente los esbozos de dos novelas: Una histórica, tema que nunca he tocado, cuyo fondo sería la música del XVIII. Y otra, una vuelta más de tuerca en las relaciones personales.

Y publicar online. Dicen que es el futuro, aunque sigo sin verlo claro. Si en papel se lee poco, en tableta casi nada de momento.

¿Todo por qué? Por seguir viviendo, mejor dicho, por vivir dos veces, al fin y al cabo escribir es revivir de alguna manera parte de la vida que hemos hecho propia. Me lo dijo José Luis Sampedro. A él le pasa y a mí un poco.

 

Redacción y fotografía: Jhayra Bravo Riascos

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