«La niña que iba en hipopótamo a la escuela», de Yoko Ogawa

  Título: La niña que iba en hipopótamo a la escuela Autora: Yoko Ogawa Editorial: Funambulista Traducción: Yoshiko Sugiyama Páginas: 416 ISBN: 978-84-96601-98-7 Precio: 18€ Puedes comprarlo aquí Sinopsis: Al […]
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Título: La niña que iba en hipopótamo a la escuela

Autora: Yoko Ogawa

Editorial: Funambulista

Traducción: Yoshiko Sugiyama

Páginas: 416

ISBN: 978-84-96601-98-7

Precio: 18€

Puedes comprarlo aquí

Sinopsis: Al cumplir doce años, Tomoko, huérfana de padre, deberá cambiar de ciudad y separarse de su madre para ir a estudiar primero de secundaria. Para ello irá a vivir a casa de su prima Mina, una lujosa mansión  de estilo occidental, cerca de Kobe, donde todo es singularmente diferente: su prima se pasa el día entre libros, o jugando con cerillas, su tío (director de una conocida fábrica de bebidas) es mestizo y se ausenta misteriosamente de la casa, y su tía abuela Rosa es alemana y habla a duras penas japonés. Pero, sobre todo, en la finca (que en su tiempo había albergado un zoo) vive un hipopótamo enano, que Mina utiliza como medio de transporte para ir a la escuela primaria, debido al asma crónica que la aqueja. Esta novela (Premio Tanizaki 2006), llena de optimismo mágico y de poesía, ambientada en los años 70, se inscribe en el ciclo dedicado a la amistad y la infancia iniciado por Yoko Ogawa (la novelista japonesa más conocida en su país y fuera de Japón) con La fórmula preferida del profesor, best-seller internacional, del que se vendieron más de dos millones de ejemplares sólo en Japón.

 

 

Después de La bailarina, la siguiente lectura nipona que os propongo es una novela preciosa de una de las escritoras más leídas en Japón y que precisamente gracias a esta novela su autora ganó en 2006 el prestigioso Premio Tanizaki: La niña que iba en hipopótamo a la escuela, de Yoko Ogawa.

La protagonista de esta historia es Tomoko, una niña huérfana de padre y que su madre, con pocos recursos económicos, decide ir a estudiar a Tokio dejando a su hija al cuidado de sus tíos.

Tomoko nos cuenta, con una voz lejana y perdida en la infancia, ese año que estuvo viviendo en Ashiya en casa de sus tíos, una familia acomodada y rica de ascendencia alemana.

A lo largo del libro va desfilando una galería de personajes de lo más curiosos –ya sean principales o secundarios-, pero sobre todo los integrantes de la familia tienen su encanto particular.

En primer lugar está la abuela Rosa, que vino desde Alemania para casarse y que se expresa en un japonés bastante pobre. Después tenemos al tío -medio alemán medio japonés-, hijo de la tía abuela Rosa y director de una fábrica de bebidas muy famosa, que se ausenta continuamente de la casa por algún motivo. Su mujer, la tía de Tomoko (hermana de su madre) se pasa horas en la sala fumando y bebiendo whisky mientras devora libros en busca de erratas. Mina es la prima de Tomoko, que sufre asma y constantes crisis respiratorias, colecciona cajitas de cerillas por sus curiosos dibujos y luego escribe historias sobre ellos. Y después está el servicio: la señora Yoneda, una fan de la leche condensada y los concursos, es amiga íntima de la abuela Rosa y canta con ella a dúo en el piano; y el señor Kobayashi, el encargado de cuidar de Pochiko y del jardín.  Y por último está quizás unos de los personajes más curiosos e increíbles de la novela: Pochiko, la hipopótamo que llegó desde Liberia y que se encarga de llevar a Mina todos los días al colegio.

Yoko Ogawa nos brinda una historia maravillosa, tierna y bien escrita, llena de imágenes delicadas y preciosas que dejan un buen sabor de boca y que, a pesar de las más de cuatrocientas páginas, llegamos al final de la historia de Tomoko casi sin darnos cuenta. Cada suceso de cada capítulo tiene algo que emociona, porque si hay algo que hace extraordinaria a esta novela son los pequeños sucesos del día a día que acontecen en el libro. Una historia que atrapa desde la primera palabra hasta el último punto.

Os recomiendo que os adentréis en esta casa de estilo occidental tan curiosa y conozcáis a sus habitantes. Porque no podréis evitar cogerles cariño y seguro que al final de la historia no querréis despediros de ellos.

 

Y a continuación dejaré un fragmento del libro para haceros coger apetito y que seguro os encantará:

 

   Jamás olvidaré la casa de Ashiya en la que viví entre 1972 y 1973.

    (…) Pero precisamente porque la realidad es totalmente distinta a lo que viví, mis recuerdos no pueden ser arruinados por nadie. En mi corazón, la casa de mi tío sigue estando allí, y los miembros de la familia, tanto los que están muertos como los que son ya muy mayores, siguen viviendo en ella como antaño. Cada vez que vuelvo a mis recuerdos, sus voces resuenan animadas y sus rostros sonrientes aparecen llenos de calidez.

    Mi tía abuela Rosa, sentada a su tocador, parte de su ajuar que trajo de Alemania, se unta con esmero una crema de belleza en la cara. Mi tía, en la sala de fumar, se entretiene buscando apasionadamente errores tipográficos. Mi tío, impecablemente vestido, incluso para andar por casa, bromea sin cesar. El servicio doméstico, la señora Yoneda y el señor Kobayashi, se afanan en sus quehaceres, la mascota Pochiko deambula perezosamente por el jardín. Mi prima Mina lee un libro. Nos percatábamos de su presencia en el acto. A causa del ruido de las cajas de cerillas que lleva siempre en los bolsillos. Era su colección más preciada, y también su amuleto.

    Procurando no molestarles, me paseo sigilosamente entre ellos. Pero alguno siempre acaba por notar mi presencia y me dice, con toda naturalidad, como si no hubiesen transcurrido treinta años: «¿Pero bueno, estabas aquí, Tomoko?», y yo contesto que «sí» a mis recuerdos.

 

 

Sobre la autora

Yoko Ogawa nace en Okayama en 1962. Estudia en la Universidad Waseda de Tokyo. En 1986 inicia su carrera de escritora, inspirada por sus lecturas de los clásicos nipones, El diario de Ana Frank y las obras de Kenzaburo Oé. Ya con su primera novela, Cuando la mariposa se descompone, obtiene en 1988 el prestigioso Premio Kaien, y desde entonces su fama no ha hecho más que crecer en Japón y en el extranjero. En 1991 logra el gran premio Akutagawa por El embarazo de mi hermana, publicado por Editorial Funambulista en 2006, que se convierte inmediatamente en un bestseller en su país. Muchas de sus obras se han traducido a las principales lenguas occidentales. En 2003 publica La fórmula preferida del profesor (Funambulista, 2008) que obtiene varios premios (el Premio Yomiuri, el Premio de las Librerías Japonesas y el de la Sociedad Nacional de Matemáticas: «Por haber mostrado la belleza de esta disciplina»). A raíz del éxito de la novela y de su adaptación al cine, a la radio y al cómic, en 2005 coescribe con el matemático Masahiko Fujiwara Una introducción a las matemáticas más elegantes. Actualmente vive con su familia en la antigua ciudad mercantil de Kurashiki y se dedica exclusivamente a la literatura.

Además de La fórmula preferida del profesor y El embarazo de mi hermana, Editorial Funambulista ha publicado de la autora nipona: Perfume de hielo, La niña que iba en hipopótamo a la escuela, La piscina, La residencia de estudiantes y Amores al margen.

 

 

Redacción: Mariona Rivas Vives

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