“La cigarra del octavo día”, de Mitsuyo Kakuta. La maternidad a un alto precio

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Título: La cigarra del octavo día

Autora: Mitsuyo Kakuta

Editorial: Galaxia Gutenberg

Traducción: Yoko Ogihara y Fernando Cordobés

ISBN: 978-84-16072-44-6

Páginas: 240

PVP: 18€

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Sinopsis: Agarra el pomo de la puerta. Está congelado como un trozo de hielo, una frialdad que parece advertirla de que ya no hay marcha atrás.

Kiwako sabe que los días laborables, a partir de las ocho y diez de la mañana, el apartamento no está cerrado con llave durante unos veinte minutos. No hay nadie. En este intervalo dejan solo al bebé. Sin vacilar gira el pomo.

«No voy a hacer nada malo. Sólo quiero verlo un momento. Sólo me gustaría ver a su bebé; eso es todo. Después pondré punto y final. Lo olvidaré todo y empezaré una nueva vida.»

Kiwako pasa por encima de los futones para acercarse a la cuna. El bebé llora, mueve los brazos y las piernas. Tiene la cara roja. Kiwako alarga una mano temerosa, como si fuera a tocar un explosivo, y la mete por debajo de su espalda. Lo toma entre sus brazos. El bebé tuerce la boca; a pesar de sus ojos llorosos sonríe. Sí, claramente ha sonreído. Kiwako es incapaz de moverse, está paralizada. El bebé se ríe aún más, empieza a babear, a estirar sus extremidades con golpes secos. Kiwako lo abraza contra su pecho. Acerca la cara a su pelo suave, respira hondo para impregnarse de su olor.

Kiwako murmura como si estuviera hechizada: «Te protegeré. Voy a protegerte para siempre». En sus brazos el bebé juguetea como si la reconociera, como si la consolara y al mismo tiempo la perdonara. Kiwako se ha desabrochado el abrigo para meter dentro el bebé, como si lo envolviera. Después ha empezado a correr a ciegas.

Desde ese día, Kiwako y el bebé robado vivirán una huida sin fin. La lucha desesperada de Kiwako por vivir su maternidad atrapa al lector sin que pueda abandonar la lectura hasta un final que se lee con un nudo en la garganta.

 

 

En cuanto a literatura japonesa actual se refiere, una de las apuestas fuertes del pasado otoño fue sin duda la que hizo Galaxia Gutenberg con Mitsuyo Kakuta, una de las escritoras más prolíficas y reconocidas de Japón que cuenta con más de cincuenta libros –entre novelas, cuentos y ensayos– y trece premios literarios ganados a sus espaldas. Kakuta debutó en nuestro país con su magistral novela La cigarra del octavo día, que vendió en Japón más de un millón de ejemplares.

Si hay algo que destacar de la obra de Mitsuyo Kakuta es la forma que tiene de tratar temas actuales y cotidianos, temas que inquietan hoy en día en la sociedad y por los cuales los lectores se sienten identificados. Y en esta obra en particular Kakuta refleja en sus personajes el desengaño amoroso, la soledad, los problemas familiares e incluso los abusos y la violencia contra las mujeres.

Con un toque de suspense y rozando el género de la novela policíaca, Kakuta nos cuenta en La cigarra del octavo día una historia diferente sobre la maternidad. Dividida en dos partes, en la primera conoceremos a Kiwako, una mujer joven que mantiene una relación con un hombre casado y que al quedarse embarazada éste la obliga a abortar, quedando después de la intervención imposibilitada para tener hijos. Poco después de ser abandonada por ese hombre, se entera del nacimiento de una niña en el seno del matrimonio. Desesperada y sintiéndose engañada y burlada, toma la terrible decisión de entrar en el apartamento del matrimonio y llevarse al bebé. Enseguida se encariña de la pequeña, a la que llama Kaoru, y decide cuidarla como si fuera su propia hija. Pero ni siquiera esa deseada maternidad puede aliviar de algún modo la angustia que siente la protagonista constantemente por el temor a ser descubierta y a que la separen de Kaoru. Cambiando continuamente de domicilio y huyendo de aquí para allá, incluso llegan a refugiarse en una secta de mujeres. Esta agonía y la imposibilidad de no poder empezar de cero en ningún lugar duran cuatro largos años.

En la segunda parte de la novela la narradora es una joven Kaoru de veintiún años ya liberada del secuestro. A través de su perspectiva, el lector llena ese hueco que falta por completar en la historia. Con su narración vemos que el secuestro marcó la forma de ser actual de Kaoru –o más bien de Irina, que es así como se llama la secuestrada– y cómo llegó a afectarle. El incidente no solo hizo añicos lo que ella creía de verdad que era su realidad –su vida con Kiwako a quien consideraba su madre– sino también la estabilidad de su auténtica familia. Una vez liberada y devuelta a su lugar de origen, para ella ese hogar se convierte en un lugar extraño con personas desconocidas, algo que complicó un poco más las cosas a la hora de relacionarse, haciendo que a sus padres les resultase difícil o casi imposible tratarla y comunicarse con ella.

A causa de la decisión mal acertada de Kiwako, las vidas de los personajes de esta novela se ven alteradas, trastocadas, mutiladas. Personajes frágiles que han quedado rotos por dentro, desorientados, sintiendo que les han quitado algo, una pieza vital para conseguir, sino la felicidad, al menos la estabilidad tanto emocional como en su propia vida. Al final de la novela, Kakuta deja entrever en las últimas frases un poco de esperanza y de luz en el horizonte de sus protagonistas. Un final abierto que el lector puede cerrar –o no– a su gusto.

Con esta novela, Kakuta deja al lector en una encrucijada para reflexionar sobre el significado de la maternidad puesto que, como ya comentó la misma autora «no es un fenómeno natural que se da de manera orgánica en la vida de una mujer». Por un lado tenemos a Kiwako, la secuestradora, y por otro a la madre biológica de Kaoru. La primera, aunque cometió un delito muy grave al secuestrar a un bebé, jamás quiso hacerle daño o utilizarla como medio de chantaje. Kiwako quería ser madre pero la obligaron a abortar, tiene un fuerte deseo de ser madre y se preocupa en todo momento por el bienestar de Kaoru como si fuese hija suya, de ahí el gran amor que le profesa desde el primer instante a la pequeña. En contraste con este sentimiento de auténtica maternidad, está la madre biológica de la niña, que pese a ser su hija, no la trata con el mismo cariño y amor que Kiwako. Le molesta el llanto incesante de la pequeña y por su forma de actuar no se preocupa tanto por ella como lo hace Kiwako. Y para empeorar más la relación, a raíz del secuestro, Kaoru/Irina se convierte en una extraña para los miembros de su familia. En la novela se ve y se siente este contraste entre ambas mujeres, pero la autora no hace ningún juicio moral ni toma parte por la secuestradora en ningún momento. Como escritora tan sólo es una mera observadora de los hechos, dejando al lector reflexionar sobre un caso tan particular.

Después del éxito y de la buena crítica que ha obtenido Mitsuyo Kakuta con esta primera obra publicada en España, no sería extraño volver a verla próximamente en las librerías. Esperaremos impacientes su siguiente novela traducida.

 

 

Sobre la autora

Nacida en Yokohama, Japón, en 1967, es autora de más de cincuenta novelas, libros de cuentos y ensayos. Ha ganado trece premios literarios en su país, junto con el Naoki Prize por el libro Taigan no Kanojo (La chica en la otra orilla, que Galaxia Gutenberg publicará próximamente) y el premio Chuo Koron por La cigarra del octavo día, en 2007, que se convirtió en una serie dramática de televisión, así como en una película. El libro vendió más de un millón de ejemplares, superando de este modo a los autores más vendidos en Japón. Actualmente vive en Tokio.

 

 

Redacción: Mariona Rivas Vives

Sobre Iona Rivas Vives