Esos fragmentos literarios inolvidables

Si  el artículo pasado iba sobre personajes inolvidables de la literatura, ¿por qué no  hacer éste sobre “fragmentos” inolvidables? Hay libros que se te pierden en la memoria, sabes que […]
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Si  el artículo pasado iba sobre personajes inolvidables de la literatura, ¿por qué no  hacer éste sobre “fragmentos” inolvidables?

Hay libros que se te pierden en la memoria, sabes que los has leído, pero eres incapaz de acordarte de cómo empiezan o de qué van, Sin embargo, hay otros que están a un paso de aprendértelos de memoria, aquellos  de los que te sobreviven fragmentos que llevas tatuados en la mente y que de vez en cuando afloran en nuestros pensamientos como un mal amor.

No voy a poner aquí todos mis fragmentos favoritos,  sólo algunos  que considero especiales, por el hecho de no tener que  ir a buscar el libro para copiarlos, sino que fluyen así sin más, directamente de ese lugar  de la mente en que se han anclado.

Empezaré por el primer libro que me leí, «Relámpagos» de Dean Koontz:

* «En la tragedia y la desesperación, cuando parece que la noche va a ser eterna, podemos hallar esperanza si nos damos cuenta de que el compañero de la noche no es otra noche, de que el compañero de la noche es el día, de que la oscuridad siempre da paso a la luz, y de que la muerte sólo gobierna la mitad de la creación, y la vida, la otra mitad»

Y ésta ya mítica frase del principito:

* «Adiós -dijo el zorro – He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.»

El ingenioso hidalgo Don Quijote dela Mancha:

* «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres  dieron  los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que guarda la tierra ni el mar encubre; por la libertad y así como por la honra se puede y se debe aventurar la vida»

Y de «El amor en los tiempos del cólera»:

* «Lo único que me duele de morir es que no sea de amor»

* Alcanzó a reconocerla en el tumulto a través de las lágrimas del dolor irrepetible de morirse sin ella, y la miró por última vez para siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes, y más agradecidos que ella no le vio nunca en medio siglo de vida en común, y alcanzó a decirle con el último aliento:

—Sólo Dios sabe cuánto te quise.

Y por último mi adorado y por siempre número uno: Charles Dickens en “Grandes esperanzas”:

* “¡Olvidarla! Usted forma parte de mi existencia, de mi propio ser. Ha figurado en cada una de las líneas que he leído, desde que vine aquí por primera vez, cuando era un chico vulgar, cuyo pobre corazón ya laceró en aquel entonces. Usted siempre ha formado parte de todas las esperanzas que he tenido desde que la vi… en el río, en las velas de los barcos, en los pantanos, en las nubes, en la luz, en la oscuridad, en el viento, en los bosques, en el mar, en las calles. Ha sido usted la encarnación de toda la graciosa fantasía que mi espíritu llegó a forjar… (.)… Hasta la última hora de mi vida, Estella, no podrá usted evitar que siga formando parte de mí mismo, parte del poco bien o mal que exista en mí. Pero en esta separación que usted me anuncia, sólo la asocio con el bien, y la recordaré fielmente confundida con él, porque a pesar del profundo dolor que ahora siento, usted debe haberme hecho más bien que mal. ¡Oh Estella, Dios la bendiga y la perdone!”

Bueno estas son sólo algunos de mis fragmentos preferidos, aunque pase el tiempo seguirán allí, en el rinconcito del corazón que capturaron el día en que los leí por primera vez… ¿Cuales son los tuyos?

 

Redacción: Jhayra Bravo Riascos

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