El último ademán

(En el 70 aniversario de la muerte de Virginia Woolf) Decía Camus que el único problema filosófico serio es el suicidio. Césare Pavese escribió la famosa frase “basta de palabras; un […]
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(En el 70 aniversario de la muerte de Virginia Woolf)

Decía Camus que el único problema filosófico serio es el suicidio. Césare Pavese escribió la famosa frase “basta de palabras; un ademán” como final a su diario, y luego se suicidó en la habitación de un hotel de Turín. Gabriel Ferrater les decía siempre a sus amigos que se suicidaría al cumplir los cincuenta años. Dado lo peculiar del personaje y su sentido del humor, ninguno de ellos se lo tuvo nunca muy en cuenta, hasta que metió la cabeza en una bolsa de El Corte Inglés en su piso de Sant Cugat del Vallés y cumplió su promesa. Barral lo explica de manera estremecedora en sus memorias. Stefan Zweig se envenenó con cianuro en Petrópolis porque no podía soportar el nuevo mundo de barbarie que nacía en 1942. Sandor Márai se asfixió en su garaje de San Diego, California, sentado dentro de su coche con el motor en marcha. Tal vez para sus vecinos, el que fuera muy famoso escritor burgués de la entreguerra europea, no era más que un señor muy educado con un acento raro.

Yukio Mishima se hizo el Hara-Kiri en directo, tras un fallido golpe de estado paramilitar comandado por él. Le dijo una vez a Laurence Grobel que conocía a mucha gente que con toda seguridad acabaría suicidándose, por ejemplo, Truman Capote. Laurence Grobel le dijo esto mismo a Truman Capote en el divertido Conversaciones íntimas con Truman Capote y Capote se mostró del todo sorprendido y negó en rotundo tal posibilidad, porque según él, un suicida es aquel que se mata para no matar a otro y que si él tenía que matar a otro, no se lo pensaría. Lo que no le dijo a Grobel es que tenía prohibido el acceso a la azotea del Plaza, donde vivía, que sus amigos le habían requisado la pistola y que cada vez tenía más problemas con las drogas y el alcohol, desde que su amiga Babe Paley le había retirado la palabra por lo que había publicado de Plegarias atendidas. A Capote le horrorizaba la idea del suicidio porque su madre se había suicidado con Seconal y dos de sus mejores amigos —Marilyn Monroe y Montgomery Clift— también se habían suicidado por el mismo método. Lo más parecido a suicidarse que hizo Capote fue pedirle a su amiga Joane Carson que no llamase al médico en la crisis hepática que lo mató.

Hoy hace 70 años, Virginia Woolf se arrojó al río con los bolsillos del abrigo llenos de piedras. Su cuerpo no fue encontrado hasta 21 días más tarde. Hoy se sabe que padecía un trastorno bipolar, con predominio de episodios depresivos, severos, endógenos y que hasta los años 70-80 del pasado siglo no tuvieron tratamiento farmacológico. Cabrera Infante, también sufrió una depresión endógena y fue tratado con terapia electroconvulsiva, lo que le curó. Más de una vez dijo preferir el electroshock al psicoanálisis. No fue la sensibilidad lo que mató a Virginia, sino el trastorno bipolar.

El suicidio está muy relacionado con la enfermedad, tanto mental como física. A pesar de la idea romántica —tal vez iniciada por el Werther de Goethe— del joven enamorado suicida, el perfil del suicida suele ser el de un hombre mayor de setenta años, soltero y solo. Es además, el suicida más exitoso, por la alta letalidad de sus intentos —no es lo mismo saltar al tren que quitarse el tapón de la vía del suero con la esperanza de desangrarse. Hay países con alto índice de suicidio, como los escandinavos, a pesar de su alto nivel de vida y la potencia de su estado del bienestar. Algunas de las explicaciones que se dan son tanto la estabilidad genética (poca variabilidad, posible aumento de trastornos mentales hereditarios, como el ya mencionado trastorno bipolar o la depresión mayor endógena) como la falta de luz durante seis meses al año—  la luz incide en el ciclo de la melatonina, que a su vez influye en el funcionamiento de las vías serotoninérgicas y dopaminérgicas, relacionadas con la eutimia o el estado de ánimo normal. Se han dado también claves culturales, pero dan resultados sorprendentes, como el de China, con una elevada tasa de suicidios —muy superior a la de Estados Unidos, ese país en apariencia caótico y violento— a pesar del feng-shui y el budismo.

Según René Girard, el asesinato es el fundador de la cultura porque supone una interpelación a la sociedad, obligada a darle respuesta. El suicido, el asesinato de uno mismo por su propia mano, es la interpelación suprema y nos conmueve. Muchas veces, trata de silenciarse. Es posible que José Agustín Goytisolo se cayera de verdad por la ventana mientras arreglaba la persiana, pero su conocido trastorno bipolar y sus tremendas depresiones pueden hacer pensar en el suicidio; y también puede que Primo Levi se cayera por el hueco de la escalera, pero su terrible pasado en Auschwitz y su falta de adaptación a la vida, llamémosle normal, también nos trae a la mente el maldito ademán. Ademán, de pasar una pierna por encima de la barandilla de un puente de París, como el rumano Paul Celán, cuyos padres fueron asesinados por los nazis y que se pasó media guerra en un batallón de castigo alemán quemando libros y la otra media en un batallón de castigo soviético quemando los libros que no habían quemado los alemanes. Yo recuerdo el suicido-error con la medicación de alguien que no era un literato, sino un compañero de trabajo, al que de repente todo el mundo recordó muy triste: estaba solo en casa, su mujer y sus hijos habían salido y se tomó más digital del que necesitaba. Para la familia, un error, para los compañeros, médicos como él, un último ademán después de los gritos de socorro que no habíamos querido oír. Recuerdo el funeral en la iglesia de Granollers, el salmo que empieza El Señor es mi pastor, nada me falta, la tarde preciosa de primavera y la vida vibrando en el aire y aquello es aún una pregunta para la que no tengo respuesta, como imaginarme a Virginia, como una modelo de Dante Gabriel Rosetti, con los bolsillos llenos de piedras, con los lánguidos ojos abiertos, como una invitación a los peces.

 

Redacción: Jerónimo Fernández Duarte

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