«El escritor que mató a Hitler», de Javier Ruiz Portella

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Título: El escritor que mató a Hitler

Autor: Javier Ruiz Portella

Editorial: Altera

Páginas: 296

ISBN: 978-84-89779-54-9

Precio: 17,50€

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Sinopsis: Madrid, 2048. Leyendo las Memorias de Alexander von Hunterbrand, su nieta descubre que éste estuvo a punto de desvelar un hecho inaudito: Hitler tuvo un abuelo judío. Alexander von Hunterbrand y sus amigos están a punto de hacerse con las cartas en las que ello se prueba, pero en el último instante otros agentes se las arrebatan. Parece claro que son nazis, aunque ciertos indicios hacen pensar todo lo contrario. Pero entonces…, ¿quiénes son, qué buscan, qué pretenden? ¿Qué extraña conjura internacional se está tejiendo?  Y en medio del fragor del mundo, el gran incendio de la pasión, el erotismo y el amor. Lo viven, entre Alemania, Nueva York, París, y una Costa Azul teñida de glamour, el escritor Alexander von Hunterbrand y la pintura rusa Tamara Kolakovna.  Y entrecruzándolo todo, a cien años de distancia, otro mundo: el del año 2048. En una España denominada Estepaís, la nieta del escritor lee sus Memorias. Un Ojo igualitario y Sanitario controla en las casas las palabras y comportamientos —“políticamente correctos”— de la gente. Una implacable Neo-lengua hace que al pasado se le llame “tiempos caducos”; y a los maridos, esposas, novios y parejas, “partícipes afectivo-sexuales”. Es obligatorio ver la televisión —los aparatos se encienden solos— y llevar clavada en el rostro la sonrisa del “hombre festivo y feliz”.

Hay ciertos aspectos de un libro que hacen que nos llamen más la atención y nos animen a su lectura. Es más, hay libros que nos empujan a leerlo hasta el final sin ninguna dificultad, más bien con deleite. «El escritor que mató a Hitler» es sin duda, uno de esos libros.

Y es que ya al principio del libro comenzamos con la trastienda de un viejo anticuario, algo que ya hace que sintamos un deseo irrefrenable de seguir párrafo a párrafo devorando cada página. Comienza el libro en el año 2047, curioso entorno futurista si tenemos en cuenta que el libro se remonta a los años treinta. Tenemos la primera escena en lo poco que queda del París real (hace tiempo que se reconstruyó a 100 km todo París), y eso comienza a estremecernos irremediablemente.

Tenemos de fondo el misterio de la procedencia judía del abuelo de Hitler, complots y conspiraciones entretejidas de forma magistral, misterios que se van desentrañando a lo largo de las páginas del libro.

Es curiosa la forma en la que nos van explicando los cambios que ha habido en la sociedad en ese tiempo: recuerdos, consultas a la Wikipedia, y unas memorias que aparecen con la información sobre la procedencia del abuelo de Hitler, hecho que podría confirmarse si lograran conseguir unas cartas que lo corroboran.

Una trama perfectamente elaborada con inteligencia y calidad literaria, con diálogos que agilizan la historia y le confieren mayor rapidez de lectura. Una historia de intriga histórica que hará las delicias de los lectores de estos géneros este verano.

Javier Ruiz Portella: Escritor, editor iconoclasta y promotor de iniciativas destinadas a sacudir nuestro letargo existencial, este barcelonés nacido en 1947 ha corrido mucho mundo hasta regresar en 1994 a Barcelona y establecerse en 2005 en Madrid. Joven militante del Partido Comunista, le bastó poner los pies al otro lado del Telón de Acero (Hungría y Rumanía, 1971-1972), para ponerlos tan pronto como pudo en polvorosa. No pudiendo regresar a España, donde estaba condenado por el Tribunal de Orden Público, se estableció en Bruselas por un largo período. Al volver definitivamente a España en 1994, funda Ediciones Áltera y, con el activo apoyo de Álvaro Mutis, lanza en junio de 2002 el Manifiesto contra la muerte del espíritu y la tierra, que sería traducido y publicado en un total de nueve idiomas. Dicha iniciativa ha dado lugar a la revista de pensamiento crítico y al periódico digital El Manifiesto del que es director.

Con anterioridad a El escritor que mató a Hitler ha publicado los siguientes libros:

– La liberté et sa détresse. Ou le désenchantement de la modernité (Bruselas-París, 1993)

– España no es una cáscara (Barcelona, 2000)

– Los esclavos felices de la libertad (Madrid, 2011)

– ¡Escandalizaos! Una réplica a ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel (Madrid, 2011)

– Les esclaves heureux de la liberté (traducción al francés, París, 2012)

 

Os dejamos la entrevista que Javier Ruiz ha concedido a Pandora Magazine:

 

Pandora Magazine: ¿Tiene o querrías que tuviera algo de cierto la historia que cuentas en el libro?

Javier Ruiz Portella: Algo no…: todo. Me explico. Lo que se cuenta en El escritor que mató a Hitler son cosas, en últimas, totalmente verdaderas. No lo son, desde luego (o sólo parcialmente), en cuanto al detalle de los hechos relatados. Pero lo que es totalmente cierto es la realidad que estos hechos expresan, el mundo que plasman: tanto el mundo cuyo destino se jugaba en los años treinta del pasado siglo como el mundo que ha acabado desembocando en esa especie de “totalitarismo fofo” en el que reina el hombre vacío, festivo y feliz, y que constituye la otra parte del libro: toda una parodia —trasladada al año 2048— de nuestra realidad de hoy. Nada hay de ficticio en lo que ahí se cuenta, salvo las dos figuras estilísticas a las que recurro: la hipérbole y la parodia; figuras que no excluyen, sin embargo, que todo esté tratado con un desopilante humor.

 

PM: ¿Qué motivos te llevaron a escribir un libro que gira alrededor de un posible origen judío del abuelo de Hitler?

JRP: La razón principal es la que acabo de apuntar: la importancia decisiva de lo que estaba en juego en la Alemania de los años treinta. No hay que olvidar —pero se suele olvidar— que el nazismo no sólo la emprendió contra el pueblo judío y el régimen liberal-capitalista de la República de Weimar. El nazismo aniquiló también —y es lo que aquí me interesa ante todo— algo que estaba en ebullición en la Alemania de aquellos tiempos y que años después se conocería con el nombre de Revolución conservadora (gentes como el joven Thomas Mann, Spengler, Jünger y muchos otros estuvieron activamente implicados en ello; también el coronel Claus von Stauffenberg, que dirigió el complot fallido contra Hitler de julio de 1944). Se trata de todo un movimiento, tan pujante como complejo (buscaba arraigo en la tradición y la historia a la vez que era profundamente rupturista, revolucionario): un movimiento, en fin, que pretendía zafarse tanto del materialismo como del atomismo gregario propios de la modernidad —pero sin nostalgias reaccionarias de ningún tipo.

En nombre de tales ideas mi protagonista, el escritor Alexander von Hunterbrand, intenta impedir el triunfo del nacionalsocialismo. Para ello se vale del origen judío del abuelo de Hitler que establecen unas cartas de las que él y sus amigos tratan de apoderarse. Pero aunque están a punto de conseguirlo, no lo logran; “otros” se lo impiden… Quiénes son y por qué razones intentan estos otros salvar el pellejo político de Hitler: he ahí lo esencial de una intriga que Luis Alberto de Cuenca ha calificado de trepidante y que no voy desde luego a desvelar aquí. En cuanto a la anécdota del origen judío del abuelo de Hitler, no hay ninguna prueba fidedigna de ello, es cierto, pero sí existen fuertes indicios: desde la demolición por los nazis de Döllersheim, el pueblo austriaco de la abuela de Hitler, hasta lo que el otro día me contaba el gran escritor barcelonés de origen judío Mauricio Wiesenthal: “¿Sabes —me decía— que mi hermano ha descubierto que nosotros dos poseemos el mismo gen que tenían tanto Einstein como Hitler?”.

 

PM: ¿Cómo se compagina la vida del editor con la del escritor?

JRP: Se compaginan admirablemente. Ambas son —sobre todo en los tiempos que corren— actividades difíciles, de alto riesgo; un riesgo tan alto que la conjunción de ambas actividades puede resultar explosiva desde el punto de vista “práctico” o “económico”, el único que a nuestros contemporáneos les importa de verdad. Lo que resulta arriesgado es desde luego la vida del editor que intenta editar literatura (decir “buena” sería redundante) y la del escritor que pretende escribirla. Otra cosa es la vida de quienes trabajan en una industria cultural cuyos productos no tienen otra pretensión que la de distraer, entretener y pasar el rato. Ahí los riesgos son ciertamente mucho menores.

 

PM: Un tema o personaje del que le gustaría escribir y sobre el que todavía no lo ha hecho…

JRP: Después de haber desarrollado en El escritor que mató a Hitler la distopía de la que hablaba, de lo que tengo ganas ahora es de dejar de lado tanta negatividad y escribir por fin una utopía positiva, valga la redundancia. No, no se trata de reconciliarse con las miserias de una época en la que la cultura, el arte y el espíritu se han convertido en mero entretenimiento, De lo que se trata es de tratar de imaginar —y las posibilidades de ello están contenidas, como en sordina, en nuestro tiempo— cómo pudiera ser la vida en un mundo que supiera asumir lo que el nuestro se niega a asumir: el riesgo estimulante de la libertad; esto es, el riesgo de lanzarnos con toda la intrepidez, el valor y el arrojo necesarios a la alta mar de esa vida en la que —muerto Dios— no hay ni habrá tierra firme en la que resguardarnos.

 

PM: ¿Necesita el mundo actual libros de ficción para sobrevivir o es más necesaria la literatura reaccionaria?

JRP: Son ambas cosas las que necesitamos. Con una condición, eso sí: que por “literatura reaccionaria” entendamos literatura que reacciona, que no se queda ni callada ni indiferente ante el nihilismo del “hombre festivo y feliz”, llamémoslo así. Sí, es indispensable reaccionar, ser “reaccionario”, pero como lo eran mis revolucionarios conservadores de los años treinta en Alemania: transgresora, rebelde, rompedoramente. Rompiendo esquemas. No quedándonos anquilosados en los periclitados esquemas de un tiempo ido… y que ninguno de cuyos retrógradas adalides soportaría si acaso (cosa por lo demás imposible) regresaran. Literatura rebelde, rompedoramente “reaccionaria”, sí. Literatura carca, soñolientamente retrógrada, desde luego que no.

 

PM: ¿Un lugar para exiliarse?

JRP: Un lugar para exiliarnos… y mantenernos a la vez inmersos en el fragor clamoroso del mundo. ¿Qué lugar puede ser éste sino el del gran arte, el de la alta cultura (“cultura de gran estilo”, decía Nietzsche) propios de nuestra civilización? Ese arte, decía Quevedo, donde, “Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos, / y escucho con mis ojos a los muertos”. Ese arte en el que —ahí y sólo ahí— se vence a la muerte al tiempo que se la acoge sin temor ni resquemor: conversando con los difuntos y escuchando a los muertos que hacen perdurar lo único que vale realmente la pena que perdure.

 

PM: ¿En qué nuevos proyectos estás inmerso actualmente?

JRP: Estoy avanzando en una nueva novela. Su eje lo constituye la cuestión que más puebla las páginas de la literatura… y que más conmueve alma y la carne de los hombres y mujeres de todos los tiempos: el amor. Más concretamente, el amor de una mujer sumida en la rutina de una vida mustia, una especie de Madame Bovary del siglo XXI, pero que acaba siendo incomparablemente más intrépida y audaz que ésta.

En El escritor que mató a Hitler ya está muy presente la cuestión del amor y del erotismo (en particular a través de la pasión que viven el escritor Alexander von Hunterbrand y la pintora rusa, exiliada del comunismo, Tamara Kolakovna). No es éste, sin embargo, el eje central de la novela. Aquí sí. Pero no es el único. A su lado ya empieza a perfilarse otro plano temporalmente distinto: aquel al que me refería antes cuando hablaba de una utopía sobre lo que pudiera ser un mundo “mejor” (utilicemos el fácil adverbio), un mundo que, como mínimo, no sea tan in-mundo. ¿Cómo encajarán ambos planos? He ahí lo que queda aún por ver.

Paralelamente a ello sigo empeñado en dirigir y hacer avanzar el “periódico políticamente incorrecto” Elmanifiesto.com, el cual ya lleva diez años publicándose (incluida una primera etapa en forma de revista en papel)  y va a emprender este otoño una nueva y esperanzada etapa en la que se abrirá mucho más decididamente a las cuestiones artísticas y literarias.

 

Muchas gracias, Javier. Esperamos tenerte muy pronto por Pandora Magazine.

 

Redacción: Beatriz Ibán Diezhandino

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