DRAGON -5-

Susana abrió los ojos. La luna seguía en lo alto del cielo, siendo la única espía de la desnudez de ambos. Todavía entrelazados, fundidos en un calor acogedor y revitalizante. […]
Print Friendly, PDF & Email
0 Votos obtenidos¡Vótame!

Susana abrió los ojos. La luna seguía en lo alto del cielo, siendo la única espía de la desnudez de ambos. Todavía entrelazados, fundidos en un calor acogedor y revitalizante. Desvió su mirada de la luna hacia sus pieles y lo que vió le provocó un estremecimiento: sus pieles y brillaban, y lo hacían de una manera tenue y sobrenatural. Asombrada y sin palabras, se permitió contemplar aquella maravillosa cercanía, una intimidad que asustaba a la vez que llenaba su alma solitaria. ¿En verdad era Johan su compañero de vida? ¿Lo sería para siempre? Todo sonaba a cuento de hadas, algo tan idealizado que por fuerza tenía que ser mentira. Pero él no le había mentido, sus palabras habían sido demostradas. Su piel brillaba sana y joven como antes, como siempre debería de haber sido… Y todo porque estaba junto a él.

Un calor nuevo se añadió, uno que surgía de muy adentro y amenazaba con romper sus defensas. Deseaba todo aquello. Anhelaba poder compartir sus miedos,  sus inquietudes y alegrías… Necesitaba sentir un apoyo incondicional en los momentos tristes… Algo que podía conseguir con alguna buena amistad, sí. Pero el fuego bailaba en su interior y comenzaba a quemarle.

Por fin llegó a alcanzar la mirada de él. Johan la observaba en silencio, dejando que ella asimilase lo que estaba ocurriendo y, quizás, también maravillado por la unión tan perfecta que se estaba dando allí, en esa cala escondida del mundo, con la luna como único testigo de su secreto.

Entonces comprendió que no podría conformarse nunca más con la soledad y las amistades. Quería consumirse en aquellas llamas. Quemarse a fuego lento mientras sus almas se nutrían de aquel todo que les completaba.

No tuvo que decir nada. Ambos habían llegado a un acuerdo al sellar sus miradas.

Johan se incorporó para posicionarse encima de ella, acarició su pelo con adoración y entonces dijo:

−Desde que te vi por primera vez, supe que nuestra unión era un acierto del destino.

−Ni siquiera nos conocemos, Johan… No puedes negar que esto es algo impuesto, no hemos sido libres de conocernos y elegir si queríamos estar juntos.

−No hay libre albedrío, es cierto, pero dime qué sientes cuando estás conmigo… Dime qué sientes al mirarme, Susana.

−Siento cosas que no sé cómo sobrellevar… No sé si debería sentirlas cuando apenas te  conozco desde hace unas pocas horas. ¡No sé cómo manejar esto!

Entonces, él la besó. Y lo hizo con tanta fuerza que los pensamientos  agolpados en su mente se diluyeron al instante. Barridos por un tsunami de pasión que terminó de desatar la hoguera que se fraguaba en sus entrañas. Aún con los ojos cerrados, la luz se abrió paso de un modo cegador. ¡Dios, le necesitaba! Le deseaba con una intensidad jamás experimentada con ningún hombre. Casi podía afirmar que estaba sintiendo por primera vez la verdadera locura del amor. No tenía explicación pero ningún argumento racional podía arrebatarle aquella certera conclusión.

Susana le devolvió el beso con un gemido. Sus lenguas se entrelazaron abrazándose al compás de un ritmo rápido, hambriento. Se succionaron mutuamente, necesitando saborear y retener su esencia para siempre. Las manos viajaron despertando a la vida cada terminación nerviosa. Las bocas se separaron sólo para posarse en las zonas sensibles de cada uno de sus cuerpos. Eran dos almas necesitando una culminación.

Las horas pasaron convirtiendo la noche en madrugada mientras se descubrían al tacto y al sabor. Mientras sus retinas grababan las imágenes de su encuentro de pasión. Y cuando Johan se adentró en el cuerpo de Susana, algo maravilloso ocurrió:

Imágenes de la vida de uno, invadieron la mente del otro.

Los envites lentos fueron volviéndose fuertes, profundos y rápidos. Cada imagen venía de la mano de un placer sublime e intenso. Los gemidos de ambos se fusionaron hasta casi confundirse en sollozos ante tal magnitud de sensaciones.

Y cuando llegó el éxtasis, sus miradas volvieron a entrelazarse. Ebrias de conocimientos, pero jamás vacías de emoción.

Johan cayó al lado de Susana y sin dejar de entrelazar sus manos devolvieron la sonrisa que la luna parecía regalarles como cómplice de aquel acto de amor.

¿Podía el amor irrumpir en la vida de alguien de esa manera tan arrolladora e inesperada? Quizás siempre habría escépticos que negasen una afirmación de ese calibre. Siempre habría miedo a comprobar su valor como verdad universal. El lado oscuro de esa luna hoy sonriente podría mostrarse para apartar el fuego y traer consigo las sombras. Pero Susana comprendió, mientras apretaba más la mano de Johan, que valía la pena arriesgarse si podía vivir junto a él tal inmensidad.

−Amor…−dijo él− Mira tu piel…− la emoción se disparaba en su voz mientras se incorporaba.

Ella lo hizo y ahogó un grito de asombro. Su piel cambiaba alternando las escamas con la superficie lisa.

−¿Me estoy transformando?

La sonrisa de él fue suficiente.

Aquella noche de fantasía y realidad terminó. El sol despidió a la luna con un beso de luz y ésta se llevó consigo el secreto de dos criaturas aladas que volaron junto a ella hacia el otro lado del horizonte.

Dos almas inmortales fusionadas en un mundo incrédulo y frío, pero capaz de albergar un amor verdadero hasta el fin de los tiempos.

 

Autora: Lydia Alfaro

Sobre pandoramgzn