Destellos de Ricardo Virtanen

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foto1Laberinto de efectos

Ricardo Virtanen

Amargord Ediciones

Madrid, 2014

 

Más allá de su indefinición genérica, en el ahora el aforismo se ha convertido en práctica habitual de muchos escritores por ser un formato ligero que de inmediato adquiere la complicidad del interlocutor en un tiempo marcado por la urgencia comunicativa. El aspecto esencial de esta escritura es su capacidad para formular una meditación urgente, plena de agilidad para captar el íntimo misterio de lo mudable. Cada suelto es capaz de mirar con fijeza y poner en funcionamiento su estilete indagatorio porque alza su estatura por encima de sí mismo y del entorno.

El volumen Laberinto de efectos es la segunda cosecha aforística de Ricardo Virtanen, cuya incansable voluntad creadora practica la poesía, el diario, la crítica, el ensayo y el aforismo, Si su primera muestra del género, Pompas y circunstancias, se caracterizaba por su diversidad de enfoques, el poeta ha subtitulado su segundo paso “Aforismos líricos”, una definición explícita de las conexiones con el verso y del aporte lírico de estos textos.

La muestra que comentamos está organizada en cuatro apartados que integran breves con similar inclinación temática. La sección de inicio, “La realidad frotada” abre sitio a la ironía, evitando de entrada esa propensión a lo solemne del aforismo tradicional. La percepción de lo inmediato se vislumbra con un toque humorístico que deja una sonrisa en la lectura. Hallamos textos tan atinados como los que siguen: “El caos renunció al orden por falta de presupuesto” “En los autobuses vamos de perfil porque en realidad añoramos ser sellos de correos”, “Las enes se han depilado las cejas, comentan las eñes” Ricardo Virtanen, como crítico activo, sabe que el humor y la ironía son recursos de distanciamiento; permiten vislumbrar una situación con un enfoque menos implicado, que otea la relación de causas y efectos o el papel de los personajes con matices nuevos. Otros aforismos descubren la animada existencia de objetos cotidianos que adquieren ante los sentidos vida propia: “¡Cómo pierden el tiempo las farolas¡”, “Las cucharas tiene sueños cóncavos”.

Los aforismos finales propenden a la paradoja. La existencia aglutina en un cajón informe el material onírico y los aportes de la imaginación con los que la conciencia hilvana reflexiones y pensamientos. De ese rumor insomne van naciendo las anotaciones de “Espejismos sin espejo”, donde los sueños se convierten en vivero básico; del mismo modo el reflejo especular que distorsiona la identidad da pie a otro inventario de introspecciones. El título del cierre “Orientalismo sin oriente” parece asimilar el exotismo de la sugerencia; en estos aforismos descubrimos a veces la sensibilidad del haiku, esa poesía de estaciones que fija su mirada en el ser transitorio y en los elementos naturales dialogando con nuestros sentidos. Veamos algunos ejemplos: “A la flor tenue del cerezo se acerca mi mano para ofrecerte después lo inmóvil del tiempo y de su ausencia”, “Crece sola la hierba en la arena. Ni un viento la mueve”, “Pisas las hojas del otoño y ya presientes la dentadura del invierno”.

La tinta epilogal deja constancia de deudas y magisterios y adscribe este libro, como se ha dicho, al aforismo lírico. Pero nunca percibimos en esta asignación una etiqueta reduccionista. El aforismo siempre es la palabra de un yo íntimo que consume su acontecer existencial sumido en un laberinto de incertidumbres en el que parece imposible salir. Solo la voz de la razón enciende algún círculo de claridad, deja entre los dedos la certidumbre mínima de una cerilla, un aforismo nuevo.

 

 

Sobre José Luis Morante