CUENTO DE MIEDO (C.P Noega de Gijón)

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Hola, pandorianos

Hoy os dejo un cuento de miedo escrito por padres y alumnos del C.P Noega de Gijón por motivo del pasado Día del libro.

Su ilusión era que fuera publicado por Pandora Magazine y sus deseos han sido cumplidos.

¡Enhorabuena por la historia, chicos!

MISTERIO EN LA MANSIÓN EMBRUJADA

 

MANSION ENCANTADA

Recortada contra el cielo se erigía «La mansión solitaria». No parecía tan impresionante de día, pero seguramente en una noche lluviosa diera bastante miedo.

 

SEMANA CULTURAL DE 2016 3

 

Carlos no entendía como en ese pueblo se podían creer de verdad que esa mansión estaba embrujada. Llevaba una semana en casa de sus abuelos en la isla Villa Cristina y de lo único que había oído hablar era de la famosa mansión, así que hoy por fin se había acercado para verla con sus propios ojos.

Ahora entendía el porqué del famoso nombre. Estaba en lo alto de una montaña, sin ninguna casa alrededor y lo primero que te venía a la cabeza al verla era en lo solitaria que parecía. En el pueblo juraban que en las noches se veía la figura de un hombre delante de la casa. Se decía que era el dueño de la mansión que se había vuelto loco y había matado a toda su familia, pero realmente la casa estaba deshabitada y hacía muchos años que nadie vivía en ella. En realidad, nadie en el pueblo le había podido asegurar si realmente había sucedido algo en ella; todo el mundo lo había oído pero ni siquiera recordaban cuándo había pasado.

—¿A que no te atreves a entrar?

Carlos suspiró y pensó: «¿Por qué me lo imaginaba?». Se había acercado a ver la mansión con su prima Laura y esta se había pasado todo el camino retándole a que entrara. Aseguraba que todos los que lo habían intentado habían salido huyendo.

—Si entro… ¿dejarás de inventarte esas historias estúpidas cuando veas que no pasa nada?

—Por supuesto, pero no son estúpidas… y saldrás gritando —contestó Laura.

— De acuerdo, pues espera aquí, que entro ahora mismo.

Dio una vuelta alrededor de la casa y vio una ventana rota, si metía la mano quizás pudiera abrirla para entrar.

Entró a través de la ventana y una vez dentro empezó a oír una música que parecía provenir de un cuarto de la buhardilla. Subió las escaleras despacio y se acercó hasta la puerta, la abrió lentamente, y se encontró con un desván viejo, lleno de telarañas. En el suelo vio una espada manchada con lo que parecía sangre, aunque como estaba muy oscuro no lo podía asegurar.

Llamó a Laura para que le ayudase porque se le había enganchado la chaqueta en una punta de la ventana, mientras esa música seguía sonando.

– ¡Laura! ¡Laura! ¡Ayúdame que me he quedado enganchado!

Laura o no le oía o no se atrevía a entrar, así que se soltó como pudo y logró entrar en el cuarto. Avanzó hasta el final y algo le llamó la atención. Había un espejo muy grande y muy antiguo en medio del desván.

Se miró en él y vio que refulgía como una moneda de oro al sol… acercó la mano para tocarlo… pero un fuerte estruendo sonó a su espalda, se giró rápidamente y lo que vio fue cómo la rata más grande que había visto en su vida salía huyendo.

— Ja, ja, ja, aquí está el motivo por el que todo el mundo sale corriendo: ¡RATAS GIGANTES!

Se asomó a la ventana y saludó a su prima Laura:

—¡Laura! ¡Ya encontré a los fantasmas! ¡Son ratas gigantes!

—Lo que tú digas, pero baja ya de una vez.

Laura estaba aterrorizada; se estaba haciendo de noche y no quería seguir esperando fuera. Si Carlos tardaba mucho más, se iba y le dejaba ahí.

Una vez resuelto el misterio, Carlos decidió que ya era hora de irse. Echó un último vistazo al cuarto y cuando iba a marcharse se dio cuenta de que la música seguía sonando. ¿De dónde venía? daba la impresión de provenir del espejo, pero eso era imposible.

ESPEJO

Sin poder evitarlo se acercó y levantó la mano para tocar la superficie, pero cuando acercó los dedos, en vez de tocar cristal fue como si este se disolviese y estuviese tocando agua. Durante unos segundos quedó como hipnotizado, pero entonces sacudió fuertemente la cabeza cerrando los ojos y cuando los volvió a abrir lo que tenía delante era un espejo normal y corriente y ya no se oía música alguna.

—Esta Laura me ha contagiado sus fantasías y ya estoy teniendo alucinaciones, me largo antes de que empiece a ver fantasmas.

Salió por donde había venido y se reunió con Laura, que ya estaba a punto de marcharse.

—¿Ves como no había nada? Esas historias son para los turistas —le dijo muy orgulloso, pero cuando bajaban la cuesta no pudo evitar girar la cabeza y, durante un segundo, le pareció ver a alguien asomado a la ventana.

Esa noche no pudo dormir, tuvo extraños sueños en los que era como Alicia en El País de las Maravillas: cruzaba el espejo y se encontraba en otro mundo.

—No puedo quitármelo de la cabeza. Mañana voy a volver a entrar en la casa, pero esta vez iré solo, no quiero que Laura lo sepa.

Al día siguiente a primera hora de la mañana, les dijo a sus abuelos que se iba a dar una vuelta y se dirigió hacia la mansión. Entró por la misma ventana del día anterior y subió directamente al desván, pero cuando llegó, el espejo había desaparecido y en su lugar había un armario.

—Ja, ja, ja, no me lo puedo creer, en vez de Alicia en El País de las Maravillas, esto va a ser como Narnia.

Abrió el armario, esperando quizás encontrar la puerta hacia otro mundo, pero lo único que encontró fue un armario completamente vacío.

Decidió seguir investigando por la casa. Recorrió todas las habitaciones y cuando ya se iba a marchar, en el último cuarto, lo vio: el espejo.

Alguien lo había movido, pero allí estaba, como llamándole. Sin poder evitarlo, se acercó y esta vez, introdujo la mano completamente. En el momento que lo hizo, como si se tratara de la pieza de un engranaje, comenzó a sonar la música.

—Esto no puede ser real, pero esta vez no me voy a ir sin averiguarlo.

Sin darse tiempo a pensarlo siquiera, cruzó a través del espejo.

Al cruzar, lo primero que vio fue un cuarto, y en medio de ese cuarto una maquinaria muy extraña de la que salía la extraña música. De repente, oyó a alguien gritar:

—¡Aaaah!

Miraba de un sitio a otro y no encontraba a nadie. Seguía buscando, detrás de las cortinas, debajo del sofá… y no veía a nadie. De repente, volvió a escuchar:

—¡Aaaah!

Parecía que provenía de dentro de un armario muy antiguo y viejo. Carlos se dirigió a él muy despacio y con un poco de miedo, porque no sabía lo que se iba a encontrar dentro. Lentamente, con sus pequeñas manos, abrió poco a poco el armario que estaba al fondo de la habitación y se encontró una niña asustada, que le dijo:

—¡Vete! ¡Vete antes de que te encuentre!

NIÑA

La máquina empezó a emitir pitidos, y de repente una sombra apareció en la puerta del cuarto.

Sin saber por qué, quizás por puro instinto, Carlos se escondió rápidamente detrás del sofá.

La sombra se materializó en figura humana. Era un hombre de unos cuarenta años, con gafas y a decir verdad, viéndolo así no parecía muy terrorífico, aunque el hecho de que al entrar en la habitación no tuviera forma física daba a entender que no era muy humano.

—Ana, querida… —dijo de una forma cariñosa pero a la vez terrorífica.

—¿Por qué te escondes en el armario si sabes que siempre te encuentro? No entiendo por qué gritas, ¿acaso no te gusta la música?, ¿no quieres tener compañía? Sabes que siempre hay algún incauto que cruza el espejo al escuchar la música.

Mientras decía eso, abrió el armario y se arrodilló frente a la niña. Esta continuaba dentro del armario encogida y temblando.

—¿Por qué no acabas con esto y dejas que vuelva mi papá? —le dijo al hombre-sombra.

—Sabes que yo soy tu papá, Ana. ¿Cuándo lo aceptarás?

—¡Nunca! ¡Tú no eres él! Es el espejo el que te ha creado, pero yo sé que él realmente está en algún lugar y que volverá a buscarme.

—Detalles, detalles… querida. Vamos, sal y saludemos a nuestro invitado.

Cuando Carlos escuchó eso sintió un escalofrío, ¿invitado?, ¿qué invitado?, ¿no se referiría a él?

—Por supuesto que sí, Carlos, me refiero a ti, dijo el hombre-sombra mirando hacia el sofá.

En ese momento, de forma instintiva, Carlos se levantó corriendo y sin darse tiempo ni a pensar cruzó el cuarto a toda velocidad y se lanzó a través del espejo.

Rápidamente se levantó y miró a su alrededor. Estaba otra vez dentro de la casa, pero seguía oyendo esa música. Por lo que había entendido eso era lo que debía activar el espejo; la duda que tenía era si el hombre-sombra podría salir por él y atraparlo, así que por si acaso decidió que era hora de irse.

Cruzó la casa a toda velocidad, pero justo cuando iba a salir por la puerta, algo le detuvo. Encima de una de las mesas, rodeado de polvo, como todo lo que allí había, vio un portarretrato con lo que parecía un recorte de periódico. Lentamente, como en un sueño, se acercó a mirarlo y lo que vio le dejó helado:

«Concedido el 1.er premio de investigación científica al Dr. Stevenson por su trabajo sobre la personalidad múltiple».

Incluía una foto en la que se veía al hombre-sombra y a la niña llamada Ana abrazados y rezaba al pie: «El Dr. Stevenson con su hija Ana, su mayor admiradora» y la fecha 1 de diciembre de 1950.

¿Cómo era posible? Ese recorte era de hacía 66 años. Era imposible.

Se dijo a sí mismo: «Volveré mañana a investigar.»

Al día siguiente a primera hora de la mañana volvió a la mansión, pero esta vez en vez de subir al desván decidió recorrer la casa en busca de información.

Bajó al sótano; allí encontró una habitación con muchas cajas con trofeos y cuadros viejos y al fondo, una extraña estatua con un botón en ella. Sin dudarlo, lo pulsó y al hacerlo, apareció una puerta. Al cruzarla se encontró con lo que parecía un viejo laboratorio.

LABORATORIO

Una zona le llamó la atención; se veía lo que parecían dos cápsulas y encima de ellas una nota: «experimento de personalidad múltiple» y seguido de ellas un pasillo con muchas más cápsulas.

—Este no será…¡el laboratorio del Dr. Stevenson! Todo encaja. —pensó — El hombre-sombra de antes era un experimento de Stevenson. Seguramente había conseguido desdoblar su personalidad y al igual que el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, el hombre-sombra tenía que ser Mr. Hyde, pero… ¿dónde estaba el Dr. Jekyll? Algo le decía que esa era la clave para salvar a Ana.

Decidió seguir investigando; no se iría hasta que hubiera descubierto la verdad.

En una estantería encontró lo que parecían libretas de apuntes, así que decidió leerlas. Al principio le parecieron un galimatías. Eran fórmulas matemáticas sin ningún sentido para él, hasta que por fin encontró una anotación:

Comienzo de las pruebas: 2 de marzo de 1953. (Experimentos con ratones).

Día 1. El sujeto A manifiesta un cambio de actitud tras la inoculación de la muestra AXH1: adopta una actitud agresiva hacia sus semejantes. (Creo que voy por buen camino).

Día 2. El sujeto A ha eliminado a los demás especímenes. Aunque hemos logrado un cambio de personalidad, no hemos conseguido aislar ambas personalidades. (Hay que continuar experimentando).

Día 3. Hemos inoculado la muestra BXH1 en el sujeto B, en el momento que ha estado rodeado de sus semejantes los ha atacado y eliminado. (Esto es frustrante, no conseguimos aislarlo).

Día 4. Hemos inoculado la muestra CXH1 en el sujeto C, no muestra actitudes agresivas durante las primeras horas, pero al final de la mañana ha eliminado al resto de sujetos de pruebas.

Hemos acabado las muestras, habrá que hacer más y continuar más adelante con los experimentos.

Segunda etapa de pruebas: 5 de mayo de 1953.

Día 1. El sujeto A ha sido inoculado con la muestra ATH1. Hemos conseguido que el sujeto se replique a sí mismo, aunque ambos han muerto a las pocas horas.

Hemos de perfeccionar la muestra ATH1 (parece que es la correcta).

Tercera etapa: 10 de junio de 1953.

Día 1. El sujeto A ha sido inoculado con la muestra ATH1b. El sujeto se ha replicado a sí mismo; hemos tenido que separarlos.

Día 2. El sujeto A1 y el sujeto A2 continúan vivos, pero no podemos conseguir que se relacionen entre ellos sin atacarse (quizás el problema sea que haya que experimentar con sujetos más racionales).

He tratado de conseguir financiación para continuar con los experimentos, mis compañeros de profesión piensan que estoy loco, no he podido conseguir más sujetos para experimentar, así que creo que ha llegado el momento de experimentar conmigo mismo.

Cuarta etapa: 3 de agosto de 1953.

Día 1. Me he inoculado la muestra ATH1b. Iré anotando los síntomas:

9:30 – Inoculación de la muestra.

10:30 – No he notado absolutamente nada, (quizás en humanos no funcione).

12:00 – Empiezo a notar temblores, mareos y sudores.

12:30 – …

No había nada más anotado.

Era evidente que el experimento había funcionado, aunque quizás no como el Dr. Stevenson quería, pero… ¿dónde estaba Stevenson?

Aquí no había ninguna pista; quizás debería cruzar el espejo y hablar de nuevo con Ana.

Subió rápidamente al desván, se dirigió hacia el espejo para cruzar… y se encontró con que era un espejo normal y corriente: no lo podía atravesar.

—¿Por qué no puedo cruzarlo? —Entonces recordó la música, debía ser eso lo que lo activaba, así que la única solución era esperar hasta que la música sonara.

Pacientemente, se sentó en el suelo y decidió esperar.

Una hora más tarde la música empezó a sonar, pero el espejo parecía igual. La única forma de averiguar si funcionaba era atravesarlo.

— Bueno… allá voy. —se dijo. Y lo atravesó.

Cuando cruzó al otro lado se encontró a Ana sentada en un sofá.

—¡Ana tienes que ayudarme! —dijo Carlos en cuanto la vio. —Creo que sé lo que ha pasado aquí. No sé qué le pudo pasar al Dr. Stevenson, pero estoy seguro de que tú lo sabes.

Carlos estaba muy contento con su descubrimiento pero si no encontraba la última pieza de este puzzle no podría dejarlo. Por un lado sentía miedo pero por otro se sentía entusiasmado. Ya estaban su corazón y su mente discutiendo. Uno que se marchara y la otra que siguiera investigando.

—Yo no sé lo que pasó. —dijo Ana. —O mejor dicho, no puedo recordarlo. —y entonces empezó a llorar y a sentirse muy nerviosa.

—No llores Ana, no importa que no recuerdes por qué ni cómo llegasteis aquí, pero estoy seguro de que has pensado en alguna forma de escapar, ¿por qué no lo has hecho?

—La única manera de derrotar al hombre sombra es destruyendo la máquina que abre el camino entre los dos mundos y destruyendo el espejo.

—¡Pues hagámoslo y huyamos de aquí!

Ana le miró con ojos llorosos y con una tristeza infinita.

—No puedo irme y dejar a todos los demás aquí.

— ¿Los demás? ¿Quién más está aquí?

— Sígueme, —dijo Ana —y te lo mostraré.

Se levantó y la siguió hasta el punto en el que por primera vez había aparecido el hombre-sombra. Se asomó y lo que vio fue un pasillo muy largo e infinidad de puertas, cada una de ellas con un ventanuco con rejas, como las habitaciones de los psiquiátricos de las películas.

PASILLO

Fue recorriendo el pasillo y mirando a través del ventanuco en cada una de las puertas y lo que más le sorprendió es que en cada una de las habitaciones había una persona. Debía de ser la gente que había acudido atraída por la música, pero… ¿para qué los quería? ¿sería para experimentar con ellos?

¿Y si entre ellos estaba el Dr. Stevenson bueno?

Siguió mirando habitación tras habitación, hasta que, efectivamente, en una de ellas le vio.

Se giró para hablar con Ana y vio que había desaparecido.

—¡Dr. Stevenson! ¡He venido a rescatarle!

El Dr. Stevenson, muy sorprendido, se giró y dijo:

—Pero… ¿quién eres tu? Si te descubre, te encerrará como a los demás.

—Me llamo Carlos, el hombre-sombra es su personalidad malvada, ¿verdad? He leído las anotaciones de sus experimentos.

Los hombros del Dr. Stevenson se hundieron con pesar y una sombra de vergüenza cubrió su rostro.

—Creí que era capaz de separar la maldad que todos llevamos en nuestro interior, pero lo que hice fue hacerla más poderosa hasta tal punto que me ha encerrado aquí. No puede matarme ya que sería como matarse a sí mismo.

—Me ha dicho Ana que podemos vencerle destruyendo la máquina.

—Sí, hay que destruir la máquina que abre el camino entre los dos mundos y a continuación romper el espejo, y así se quedaría para siempre aquí atrapado. ¿Está Ana contigo?

—Estaba hace un momento, pero en cuanto oyó que le nombraba desapareció.

—Tiene prohibido acercarse a mí —dijo el Dr. Stevenson con pesar. —La última vez que la descubrió hablándome me torturó durante días, por eso evita acercarse. ¡Destruye el espejo antes de que te descubra!

—¡De ninguna manera! ¡Destruiré el espejo pero antes salvaré a todo el mundo!

Con esas palabras llenas de confianza se despidió, volvió sobre sus pasos y salió a través del espejo.

Una vez que cruzó pensó:

—¿Y ahora cómo hago para salvarlos a todos? Solo soy un niño y si le pido ayuda a alguna persona mayor no me va a creer. Tengo que hablar con los otros niños, quizás ellos sí me crean y entre todos podremos rescatar a todo el mundo.

Sin perder tiempo corrió hacia el pueblo a buscar a su prima Laura y le contó todo lo que había sucedido estos días. Al principio, como es natural no le creyó, pero poco a poco, como solo un niño puede hacer, comprendió que era verdad todo lo que le había dicho.

—¡Hemos de hablar con los demás niños! Tienes razón, ningún adulto nos creerá. Esto lo hemos de resolver nosotros mismos.

Con las mismas, sacó su móvil y empezó a mandar un WhatsApp a todos sus contactos citándolos delante de la casa, excepto a Sergio, el hijo del cerrajero. A ese le llamó por teléfono y le dijo que acudiese con «la llave».

LLAVES

—¿Qué llave? —le pregunté intrigado.

Mi prima se puso como un tomate y sin atreverse a mirarme a los ojos me dijo:

—Sergio es el hijo del cerrajero y, sin que lo sepa su padre, ha fabricado una llave maestra que abre todas las puertas del pueblo. La usamos de vez en cuando para hacer gamberradas, bueno, en realidad para vengarnos de los abusones. Entramos en sus casas y les cambiamos el azúcar por la sal y cosas así.

Me quedé asombrado, ¡y yo que pensaba que mi prima era una mosquita muerta! Me empecé a reír como un loco:

—¡Laura, eres genial! Con esa llave abriremos todas las puertas y podrá escapar todo el mundo.

Cuando llegamos a la casa ya estaban todos esperándonos. Laura les explicó rápidamente lo que ocurría y aunque al principio tenían bastantes dudas, al final todos me creyeron.

El plan era sencillo: yo entraría delante buscando a Ana y al hombre-sombra. Los demás, mientras tanto, con las llaves maestras (ya que Sergio había hecho varias copias) irían abriendo las celdas para que la gente escapara y les ayudarían a salir de la casa.

Cuando encontrara a Ana la rescataría. Lo que aún no tenía claro era cómo íbamos a poder destruir la máquina y a continuación cruzar el espejo, pero bueno… eso lo veríamos sobre la marcha.

Subimos sin hacer ruido hasta el desván. Tuvimos la suerte de que estaba sonando la música, así que entré yo primero y fui guiando a los demás. Cuando llegamos al pasillo, mientras los demás iban abriendo las puertas y rescatando a los cautivos, me dirigí directamente al cuarto en el que estaba el Dr. Stevenson, abrí la celda, ya que eso era lo que en realidad era, y le dije:

—Salga Dr. Stevenson. Tenemos que buscar a Ana.

El Dr. Stevenson me miró totalmente asombrado:

—¿Cómo has abierto la puerta? Hay que destruir la máquina antes de que él se entere.

—Primero hemos de rescatar a Ana, ¿sabe dónde puede estar?

—La tiene encerrada en un cuarto al final del pasillo mientras él hace sus experimentos.

—Pues vamos, no tenemos tiempo que perder.

Cruzamos el pasillo rápidamente. Gracias a Dios todos estaban siendo muy silenciosos y apenas se oía algún murmullo mientras eran rescatados.

Pasamos delante de una puerta de la que salían unos sonidos muy extraños. Con señas el Dr. Stevenson me indicó que era el laboratorio y que el cuarto de Ana estaba al lado.

Abrí con la llave de Sergio. Al principio, Ana nos miró asustada y sin moverse, como si no comprendiera lo que estaba pasando. El Dr. Stevenson tampoco se movía y yo no me atrevía ni a respirar.

—¿Papá? ¿Eres tú de verdad?

—Sí, Ana, soy yo. Hemos de huir antes de que nos descubra.

Ana corrió a sus brazos y comenzó a llorar. El Dr. Stevenson, suavemente, la cogió en brazos y le dijo:

—Shhh… No hagas ruido o nos oirá.

Salimos sigilosamente del cuarto y tratamos de cruzar el pasillo lo más rápidamente posible. Cuando llegamos junto a la máquina que producía la música, todo el mundo había logrado escapar. Sólo quedábamos Ana, el Dr. Stevenson y yo mismo.

—¿A dónde os creéis que vais? —rugió el hombre-sombra que apareció en ese instante; estaba furioso.

—¡No podéis escapar de mí! ¡Si huis os volveré a atrapar! ¡Me pertenecéis!

El Dr. Stevenson empujó a Ana hacia mi y me suplicó:

— ¡Sácala de aquí! ¡Sálvala!

Tuve que tirar con fuerza de Ana, ya que no quería separarse de su padre y gritaba:

—¡No! ¡Sin ti no me iré!

Extendió su mano para alcanzar la de su padre, pero tiré fuertemente de ella para que cruzase el espejo.

MANOS

Lo último que vi antes de cruzar el espejo fue al Dr. Stevenson destruyendo la máquina mientras el hombre-sombra trataba de impedírselo. En el instante en que la música dejó de sonar, cogí una silla y la estrellé contra el espejo que se rompió en mil pedazos.

Ana lloraba. Abrazándola le dije:

—Es lo que él hubiera querido.

FIN

Corrección ortotipográfica de Sandra Cuervo

Esta historia ha sido posible gracias a la colaboración de:

Sara Hartasánchez

Sergio Acevedo

Alex Acevedo

Gabriel Carús

Mario Fernández

Alba Monteserín

Aitor Casielles

y el Ampa del C. P. Noega

 

Sobre maria alfonso

Hola, pandorianos mi nombre es Maria y soy una escritora española de novela infantil y juvenil que vive en Ontinyent (Valencia) a la que le chiflan las historias de miedo y fantasía. Con el seudónimo de Ann Joan Berenguer he sido miembro del jurado en certámenes literarios así como he participado en diversas antologías y concursos literarios siendo seleccionados algunos de mis relatos. Actualmente estoy a punto de publicar mi primer libro infantil/juvenil "El mundo secreto de Gala" con la editorial La Fábrica de Sueños.