UN HALLOWEEN MÁS, Patricia O.

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UN HALLOWEEN MÁS…

 

Desde el silencio, a través de la oscuridad que  alberga lo que queda de él, llega un leve murmullo que en un primer momento le recuerda a las aguas de un arroyo. Se revuelve en el espacio vacío que contiene lo que ahora es. ¿Recuerdos? ¿Cómo podría tenerlos, si se vació de ellos antes de llegar a donde está?

Intenta una sonrisa burlona que nunca llega a tal y se deja sumir otra vez en la nada. Pero el murmullo va creciendo hasta volverse un eco que resuena en sus tímpanos como un alarido. Ya no puede continuar con su letargo y, sin quererlo ni buscarlo, su espíritu eterno se ve inmerso en una cárcel. Abre los ojos y sólo se topa con negrura y vacío, estira los brazos y el vértigo se apodera de él al no hallar nada a lo que asirse, se siente flotar. De antemano sabe que conserva su cuerpo, esa es la prisión física a la que ha vuelto, y con extrema lentitud lleva los dedos a lo que debería ser su rostro. Se percata de que lleva las uñas largas cuando toca con brusquedad la blanda y fría piel de su cara. Palpa, constata que aún tiene boca, nariz y ojos. Una vez más los gritos se hacen oír, tienen una cadencia rítmica, monótona, y lo atraen muy a su pesar. El desconcierto da paso a la indignación y poco a poco va convirtiéndose en cólera. Esas emociones turbulentas lo hacen tomar conciencia de quién es y dónde se halla. Ahora cae en la cuenta de lo que sucede,  los ridículos juegos de niños de esa gente se han convertido en algo más que peligrosos. Aún  dudan de su existencia, pero todos los años es invocado de la misma forma descuidada, precipitada, sembrando  una ira que año a año se vuelve más ingobernable.

Estúpidos ilusos. Ellos mismos me provocan y le dan vida a una leyenda que sólo debería ser eso. Esto es un círculo vicioso de nunca acabar. Los mismos excesos que me atribuyen desde época inmemorial alimentan mi existencia a través del tiempo y eso los lleva a querer saber si es verdad.

Abandona la tumba que su cuerpo mortal habita desde siempre y avanza con paso tambaleante hacía las voces que se hacen más nítidas, al igual que las formas que lo aguardan ansiosas allá afuera, al igual que la luz naranja del fuego que lastima sus retinas atrofiadas. De la nada eterna ha sido despertado, de un descanso que al fin creía merecer y disfrutar la última vez que se durmió. Los observa desde las sombras, fingen ser sacerdotes de otras épocas, aunque no lo engañan debe reconocer que le gusta sentir otra vez el frío de la noche sobre su piel amarillenta. En  sus ojos, parecidos a huecos sin fondo, destella una chispa que sólo dura segundos. Su boca de labios purulentos y negros ensaya una mueca hasta convertirse en una espeluznante sonrisa, dejando entrever los pútridos dientes, demasiado grandes para ser humanos. La idea revolotea en el cerebro muerto de Jack O’Lantern; libertad, comienza a susurrar, y termina lanzando una estridente carcajada que le pondría los pelos de punta a cualquiera. Después de todo, el despertar es una escapada más de esa otra prisión en la que el Demonio se ha empecinado en mantenerlo. Seguramente el maldito está disfrutando de la situación alentando a esos ilusos para que osen despertarlo. Con una molesta claridad asoma a su memoria el recuerdo de otros momentos como este: cuando lo invocan él acude y, por ser quien es, hace de las suyas sembrando el terror por unos días hasta que el maligno vuelve a atraparlo, a antojo, para dejarlo inactivo por un año más…

 

Autora: Patricia O.

Sobre Lydia Alfaro

Escritora, soñadora y eterna aprendiz. Puedes seguirme aquí: https://www.facebook.com/lydiaalfaroescritora