Los Reyes casi Magos

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–Melchor, ¿estás seguro de que es por aquí?

–Sí, sí. Estoy convencido de que este atajo es bueno.

–Teníamos que haber preguntado al de rojo, que ya pasó por aquí el día 25 y se conoce el camino –responde Baltasar.

– ¡Ah no, al gordo ese que es el protegido de la Coca-Cola no le pido ni la hora!

–Si por lo menos hubieras querido preguntar por el camino a alguien… –le dice Gaspar.

– ¿A quién, eh? ¿No se supone que vamos de incógnito?

-Al menos podías haber cogido el GPS, que todavía tenemos que visitar a tres millones de niños, y mira la hora que es.

–No hace falta. Mira, hemos llegado, Avenida de los Reyes, nº 6. Rápido coged los regalos y no perdamos más tiempo.

Como el aparcamiento está muy mal y ya van bastante retrasadillos, aparcan los dromedarios en cualquier sitio y se dirigen hacia la casa indicada. Una vez delante de la puerta, Gaspar empieza a buscar entre sus bolsillos. Al principio con cierta extrañeza, pero al cabo de unos minutos lo hace de manera desesperada y con verdadera cara de preocupación.

–No la encuentro –dice al fin.

– ¡No me jodas! ¿Has perdido la llave mágica de abrir puertas?

-Yo… yo… se ve que con las prisas, se me habrá caído…

–Anda, aparte torpe –le empuja Baltasar a un lado– y déjame hacer a mí, que tengo un truco que me enseñó un Elfo albano-kosovar que nunca falla.

Introduce una mano entre sus ropajes, y saca una enorme palanca que introduce entre el marco y la cerradura. Pocos segundos después la puerta está abierta.

–Macho, Baltasar… ¡como te pasas tío, acabas de reventar la puerta!

–Minucias Gaspar, minucias. Ya está abierta, ¿no?

Tanteando a oscuras y cargados los tres con enormes sacas, avanzan por el pasillo en busca del árbol de Navidad para dejar los juguetes.

¡Cloooonk!

– ¡Uaaaaah…!

– ¡Por las barbas de mi dromedario! ¡Mira que eres torpe Gaspar! ¿Con qué has tropezado?

–Ay, ay… con un… jarrón. Y parecía de los caros.

–La madre que te parió… mirad, allí está el árbol, sacad lo que corresponda y nos marchamos antes de que se despierten.

Mientras estaban colocando los regalos alrededor del árbol, Gaspar echa un mirada distraída por la ventana ante los destellos azulados que provienen del exterior. Al principio con poca atención, pero a medida que se da cuenta de lo que está pasando en la calle, los ojos casi se le salen de las órbitas.

– ¡Eh, Melchor, Baltasar, venid aquí rápido, que la grúa se está llevando los dromedarios!

¡Toc, toc, toc!, unos golpes que suenan desde el exterior. Los tres Reyes Magos se miran unos instantes, antes de salir de manera precipitada por el pasillo a ver quien está llamando. Ante el marco de la puerta se encuentran a un sargento de la Guardia Civil que los saluda de manera marcial.

–Buenas noches –los repasa con la mirada de arriba abajo ¿Esos animales de ahí fuera son suyos?

–Eeeeh… sí.

–Pues lo siento mucho, pero tengo que multarles. Estaban aparcados en doble fila, no llevan matrícula, no llevan cinturones de seguridad, no llevan luces de posición y permítanme que les diga también, que los cascos de los camellos…

–Dromedarios señor agente, dromedarios.

–…de los… dromedarios, están en muy mal estado. Enséñenme la tarjeta de inspección de sus dromedarios y sus permisos de conducción, por favor.

–Disculpe señor agente, es que nosotros tres somos los Reyes Magos y vamos algo justos de tiempo y…y… –comienzan a suplicar los tres.

–Y yo soy Madonna. –Sniff… Sniff…– ¿Han bebido algo ustedes algo?

–Bueno –empieza a balbucear Melchor–visitamos muchas casas y, ya se sabe, los niños nos dejan unas copitas y por no hacer el feo… eeh…

–Hagan el favor de soplar.

La tasa de alcoholemia da positivo. Es tanto el alcohol que se respira en el ambiente, que el sargento teme que al cabo Cañizares  fume, por riesgo de deflagración.

–Lo siento, pero tengo que llevarles a los calabozos detenidos. Además de que esto conlleva la retirada del permiso de conducir.

–Pero oiga… que tenemos que repartir…

–Ostias voy a repartir yo ¡Andando!

A la mañana siguiente, Miranda, la niña que vivía en la Avenida de los Reyes nº 6, se levantó muy temprano para ver sus regalos. Con ojillos somnolientos y arrastrando su muñeco de peluche se acercó al árbol. Una enorme sonrisa empezó a iluminar su cara.

– ¡Mamaaaaaa!, ¡Papaaaaaa! ¡Mirad la de cosas que nos han dejado los Reyes!

Había tres enormes sacas de regalos que se dejaron allí los Reyes Magos al ser detenidos. Por eso, niños, si el día de Reyes no habéis encontrado ningún regalo ni juguete junto al árbol de Navidad, preguntad en el cuartelillo de la Guardia Civil más cercano por ellos, y recordadles a vuestros padres que está pendiente vuestro regalo, y que lo queréis para el año que viene.

 

Autor: Miguel Soria López

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