Bueno, pues nada…que ya estamos otra vez aquí. Pueeees… no sé qué contar la verdad…es que yo no había hecho planes para este fin de semana, ya que la gente me ha estado comiendo el coco con eso de “que llega el fin del mundo, que llegaaaaa…”el día 21 de diciembre, y ya medio me había convencido de que era verdad y no he preparado nada. No es por ser desagradecido, pero con lo que hay que estrujarse las meninges para escribir algo gracioso y ocurrente, cuando toca publicarlo ya no habría nadie que pudiera leerme. Yo publicaría entre semana, pero va la jefa y me dice “Miguel, a ti te toca el domingo” y yo pues vale, lo que tú digas, pero como el viernes se habrán abierto las puertas del infierno y habrá una fiesta en todo el mundo que te cagas, mejor paso.
Pero a pesar de que al final no ha ocurrido nada y que para la mayoría estos últimos días han sido una agonía y un sinvivir, yo había decidido que quería pasar mis últimas horas haciendo lo que la mayoría de españoles quería hacer antes de morir: zumbar con la parienta en la cama hasta que mi pequeñín acabase en carne viva. Porque ya me diréis vosotros que otra cosa se puede hacer mientras nos anega los océanos, nos asolan los terremotos y nos cae un meteorito encima ¿Ya tuvieron tiempo los dinosaurios de echar un quiqui cuando les tocó a ellos?
Ya que estamos aquí no sé… ¿Verdad que no hace frío para la época que estamos?…supongo que debería llover más… ¿no?…es que es muy socorrido hablar del tiempo cuando uno no sabe qué decir. ¡Ya me contareis cuando coincidáis con el vecino dentro del ascensor, ya me contareis…!
Lo que no comprendo, es que después de tantas veces que se ha pronosticado el fin del mundo, la que más parece que asusta es la anunciada por la civilización Maya. Me sabe mal decirlo, porque serán todo lo que quieran, pero muy listos no creo. Algunos de sus descendientes tampoco lo son, sobre todo esa maya tan conocida que nació en un país multicolor bajo el sol, y que es conocida por su alegría y su bondad ¿Quién en su sano juicio se hace amigo íntimo de un saltamontes? No es el primero eh, que Robert Redford susurraba a los caballos y Mary Poppins le cantaba a los gorriones. A este paso no me extrañaría que lo siguiente sea que un niño de madera tenga un grillo de padrino.
Que no es por no escribir, que sé que hay gente que me lee –con mi mujer y mi hijo sumamos tres, un lujazo– pero saber que la vida continúa y que tendremos que celebrar la navidad, me jode cosa mala. No es por no ver a la familia que yo la quiero mucho, pero cuando se inician las rondas de negociaciones para saber en qué casa comemos, acabo totalmente agotado.
Yo acostumbro a tantear el terreno a mediados de noviembre para ir haciéndome una vaga idea de cómo ira este año la cosa, ya que ajustar el calendario es tremendamente complicado. En un principio acordamos hacer la nochebuena en mi casa con mi cuñada, pero mi sobrina no puede porque queda con el novio en casa de sus padres, pero si lo hago en navidad no puede venir porque tocan venir mis hermanos y no puedo cambiarlos porque el día anterior han quedado con sus cuñados y la familia de mi otra cuñada. Le digo que San Esteban pero en ese día una tía abuela por parte de madre quiere invitarlos porque celebra cuarenta años de casada.
Vaaaaaaale, pues en nochevieja entonces. ¡Ah no tampoco! La niña sale de fiesta para celebrar con sus amigos el fin de año, y eso es innegociable. A todo esto me he peleado con mis hermanos porque les he cambiado la fecha cuatro veces, mi suegro me mira mal porque no sabe en dónde y con quien le toca comer, mi mujer la tengo atacada de los nervios y mi gato cuando me ve por el pasillo me bufa…
Tres semanas después, hemos llegado a consenso y parece que la cosa saldrá bien. Ahora toca saber que se va a cocinar. Aquí no vale poner un plato de macarrones o una ensalada de tomates y espárragos porque en estas fechas quedaras recochinadamente mal. Al igual que los hombres acostumbramos a desafiarnos a “quien la tiene más grande” en navidades es más de lo mismo. A ver quien la tiene más grande…en la mesa.
No sé qué nos pasa a todos, pero si nos juntamos por ejemplo diez o doce a comer, habrá comida suficiente para toda la familia del pueblo, tus vecinos y el portero. Siempre hay excepciones por supuesto, y habrá alguna cuñada que en su casa te pondrá sopa de pescado, pero seguramente lo habrá hecho con las cabezas y las cáscaras de los ocho kilos de gambas que se comieron en tu casa y se llevaron en una bolsa… que parece que no han comido en toda la semana para hacer boca. La madre que los parió.
¿Y las tertulias de sobremesa con los turrones, los frutos secos y las copas? Empiezan después de la comida, y se empalman casi con la cena. Por supuesto no faltará quien beba un poquito más de la cuenta y empiece a restregarte cosas de hace diez, quince o veinte años por tal o cual cosa.
¡Es algo encantador!
Al igual no se ha notado mucho pero…no me gusta la navidad. Ya sabéis, sutil que es uno.
Aprovecho el artículo para desear a todo el mundo unas felices fiestas. Vigilar las comidas y la lengua, que es la fecha más propicia para las discusiones familiares. El autor (o sea, yo) admite que todo los expuesto anteriormente es fruto de su virulenta imaginación. Los datos han sido obtenidos mediante tretas y artimañas a compañeros, amigos y conocidos que me han proporcionado una valiosa información totalmente sesgada de lo que pasa en los hogares españoles por estas fechas. Vamos, que todo es mentira. ¿A que valdría para político?
Autor: Miguel Soria López
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