“Una pastelería en Tokio”, de Naomi Kawase. Dorayaki, el pastelito de la felicidad

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Título: Una pastelería en Tokio (An)

Director: Naomi Kawase

Guión: Naomi Kawase (basado en la novela An de Durian Sukegawa)

Reparto: Kirin Kiki, Masatoshi Nagase, Kyara Uchida, Miyoko Asada, Etsuko Ichihara

Duración: 113 min.

Año: 2015

País: Japón

Música: David Hadjadj

Género: Drama

Distribuidora: Caramel Films

 

Sinopsis: Sentaro dirige una pequeña pastelería que sirve dorayaki (pastelitos rellenos de salsa de frijoles rojos y dulces llamada «an»). Cuando una anciana, Tokue, se ofrece a ayudarle en su cocina, él accede de mala gana. Pero Tokue demostrará tener magia en las manos cuando se trata de hacer «an». Gracias a su receta secreta, el pequeño negocio comienza a florecer.

Con el paso del tiempo, Sentaro y Tokue abrirán sus corazones el uno al otro para revelar viejas heridas.

 

 

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El dorayaki es un pastelito típico japonés formado por dos bizcochos planos y redondos en cuyo interior alberga el secreto de su éxito: el anko, una pasta de judía dulce muy típica de Japón. Muchos lo reconocerán como el pastelito preferido que se comía Doraemon, el famoso gato robot de color azul que viene del futuro.

Naomi Kawase, gran cineasta japonesa y muy reconocida y admirada internacionalmente, se sirve de este pastelito para contarnos en Una pastelería en Tokio (ganadora del premio a la mejor dirección en la Semana Internacional de Cine de Valladolid – Seminci) una historia única donde sus protagonistas aprenden que la vida también puede ser hermosa y que los pequeños momentos cotidianos también albergan felicidad.

 Naomi Kawase

Sentaro es un hombre que regenta una pequeña pastelería donde se hacen y se venden dorayaki. Si bien el negocio no le va mal del todo, tampoco sus pastelitos son nada del otro mundo. Pero todo cambia cuando conoce a Tokue, una anciana que se ofrece a trabajar con él y cuya pasta de anko es una auténtica delicia. Al principio Sentaro no está muy convencido de contratarla, pero gracias al anko que prepara Tokue con mucho amor y cuidado, como si las judías tuviesen alma, el sabor de los dorayaki mejora notablemente. Y de este modo, el negocio prospera y florece. El proceso de elaboración de esta pasta dulce la vemos secuencia a secuencia en la película, como se hacía antes, mostrándonos que en realidad las judías sí tienen alma y que para conseguir ese sabor único y mágico que le da Tokue se requiere mucho tiempo, paciencia y amor.

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La joven estudiante Wakana es otro ser solitario cuyo papel, aunque no lleve el peso de la acción como Tokue y Sentaro, también es un personaje importante que de algún modo ayuda a que ambos se conecten. Con el tiempo y entre fogones y dorayaki, los tres protagonistas van abriendo poco a poco sus corazones mostrando que cada uno tiene sus propias heridas que aún están por cicatrizar. Por su parte, Sentaro y Wakana, al sentirse un poco solos y algo apartados de la sociedad, aprenden a conocerse a sí mismos y a aceptarse, dando un paso adelante en sus vidas.

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Sin embargo, el pasado de Tokue es aún más doloroso. Enferma de lepra desde niña, la anciana vive desde entonces apartada en un sanatorio junto a otros pacientes leprosos. A pesar de que la ley que obligaba a los enfermos a estar recluidos desapareció hace poco menos de veinte años, aún hoy en día siguen discriminando a aquellos que padecen o han padecido la enfermedad de Hansen.

Como en el resto de sus películas, la directora nipona se acerca a esos grupos de personas a quienes la sociedad ha relegado a un segundo plano, y en esta película retrata esta visión cruel de la sociedad reflejando en Tokue a estos “intocables” prestándoles una especial atención.

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La naturaleza también es un elemento más en la película. En films como El bosque del luto (2007) o Aguas tranquilas (2014) la naturaleza tiene una gran importancia, y aunque a primera vista Una pastelería en Tokio no se observa ese elemento al ser una película rodada en la gran urbe de Tokio, sí que está presente: el sanatorio rodeado de vegetación y los cerezos en flor, símbolo de lo efímero de la existencia, se muestran de forma espectacular dándole un toque poético a la película.

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Contada de forma sosegada, como si fuera poesía en movimiento, Kawase ahonda en la vida íntima y en los sentimientos de los protagonistas que buscan su lugar en este mundo. La pastelería que regenta Sentaro les devuelve un poco ese aire que necesitaban para respirar y seguir adelante.

 

 

Redacción: Mariona Rivas Vives

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