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Director: Beatriz Sanchís
Guión: Beatriz Sanchís
Reparto: Elena Anaya, Macarena García, Angélica Aragón, Nahuel Pérez Biscayart, Patrick Criado, Christian Bernal
Duración: 88 minutos
Año: 2014
País: España
Música: Juan Manuel del Saso, Juan Pastor, Aaron Rux
Fotografía: Álvaro Gutiérrez
Género: Drama fantástico
Productora: Avalón P.C.
Distribuidora: Avalón Films
De un tiempo a esta parte vivimos una oleada nostálgica ochentera, que quiere vivir la movida madrileña. Y digo bien, vivir y no revivir, porque son los jóvenes quienes idealizan aquella época ignorando los pocos supervivientes que perviven. En ese marco se encuadra “Todos están muertos”, en visión nostálgico/idealista de una época que, como uno de los protagonistas del film, está muerta.
Lupe (Elena Anaya) sufre de agorafobia desde que su hermano Diego (Nahuel Pérez Biscayart) murió. Aunque en su momento fue una estrella del pop de los 80, ahora vive recluida en casa con su madre Paquita (Angélica Aragón) y Pancho (Christian Bernal), su hijo adolescente. Lupe no se habla con su hijo, pero varias cosas cambian: por un lado Pancho se hace amigo de Víctor (Patrick Criado), quien es fan incondicional de Lupe, y por otro lado la reaparición de Diego vía Santería.
Aunque la película ocurre en el 96, el corazón de la cinta está enmarcado en la primera mitad de los 80, cuando Lupe y Diego tenían su grupo de música. Ellos siguen viviendo en su mente en aquella época. Por otro lado los adolescentes Pancho y Víctor están inmersos en una época en la que nacieron, pero no vivieron, el primero por su ropa y peinado, casi años 70 y el segundo, aunque de estética Grunge, con alma de ochentero.
Como digo en la presentación, los años 80 reflejados aquí son más una idealización que una realidad, ya que esquiva muchos temas espinosos. De hecho hay una vuelta de tuerca que no llega a ser sorprendente, porque se ve casi desde el principio, que está tratada tan de puntillas, que casi es una excusa para hacer avanzar la historia.
Pero como digo esta es una visión Hipster, de ensoñación, y eso se ve también en la fotografía del film, llena de planos coloreados y trucados tipo instagram y en general todo tipo de moderneces que de unos meses a esta parte parecen haberse convertido en punto obligado en el cine. Esto en contrapartida hace que el guión se resienta, ya que aunque el film sea una comedia dramática muy negra, el indigesto esteticismo de la cinta se carga el timing de la comedia, dejando la sonrisa para momentos muy puntuales.
En cuanto a las interpretaciones destaca una esforzada Elena Anaya que hace recordar a la Victoria Abril de aquella época y Angélica Aragón, como esa madre santera obsesionada con sus hijos. El resto de los actores, los adolescentes y el hermano, bueno, cumplen y poco más.
Un guión ingenioso, pero unos actores que cumplen y poco más y una dirección que rema en contra del guión de la propia directora, además de una resolución un tanto ramplona no permiten puntuar más allá del 5.5. Y es que Instagram engaña, no por poner un filtro u otro se saben narrar historias.
Crítica: Juan Pablo Pérez-Padial
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