Retorno al pasado (VII): El ángel exterminador

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1Creo que me repito cuando explico que hay películas que necesitan afrontarse de una manera adecuada ya que de otro modo perderíamos la capacidad de disfrutarlas o padecerlas como se merecen. En esta ocasión y sin ningún atisbo de duda puedo confirmar una vez más esta recomendación porque nuestro encuentro con el irrepetible mago de Calanda así nos lo prescribe. Y es que atrevernos a visionar un film de Luis Buñuel conlleva ciertas normas básicas de obligado cumplimiento (no cuento como norma el tener una mente abierta porque asumo que si te atreves con Buñuel, de eso vas sobrado) aunque la que en mi opinión prevalece sobre todas ellas es un mandamiento principal: No busques ningún sentido o patrón a lo que estás viendo. Sumérgete en la película libre de prejuicios, desnudo ante los giros, las bufonadas, la ironía de doble tirabuzón, el cinismo ilustrado, la sal gorda, el alocado montaje… Y, repito, no busques una explicación porque lo primordial tras la contemplación de este exquisito largometraje es volcar tus inquietudes y exteriorizar todas las sensaciones que hayas acumulado. Hazlo y podrás comprobar como cada persona encuentra diferentes significados a las escenas más absurdas. Esa charla complementará a la película y dependiendo de sus participantes puede que se alargue más por el propio disfrute del dialogo que por la película en sí.

Y es que con Buñuel, además de con otros géneros, topamos con uno de los totems minoritarios de la contracultura: el surrealismo. Surrealismo. Pero, ¿puede alguien definir el surrealismo? ¿Puede alguien valorar un concepto tan abierto y que huye por antonomasia de encasillamientos absurdos? Podríamos decir que “El ángel exterminador” es una película obsesiva, claustrofóbica, culta, terrorífica, misteriosa, psicológica, sobrenatural, experimental o simplemente loca. Sin embargo, en lugar de llenarnos la boca con una imposible retahíla de epítetos, lo traducimos simplemente en una sola palabra: surrealista.

“…la rueda se parece tanto a una pierna como el surrealismo a la realidad…”

Ejemplos de surrealismo en el cine los hay, incluso a nivel popular y con ciertos tintes comerciales. Pienso en ‘Twin Peaks’ o “Carretera perdida” de David Lynch. Recuerdo con una sonrisa los excesos de Jean-Pierre Jeunet en “Delicatessen”. Me acerco hasta la filmografía de Julio Medem para saborear una vez más joyas como “Vacas” o “Los amantes del círculo polar”. Disfruto del interesantísimo encuentro de Hitchcock y Dalí en “Recuerda” y, como no, de otras astracanadas del maestro Buñuel como “Un perro andaluz” o “La edad de oro”. Películas que dejan un regusto particular en mi paladar y que tienen, como los clásicos, la virtud de resistir perfectamente el paso del tiempo e incluso mejorar con cada visionado ya que nosotros cambiamos con el paso del tiempo mientras que estas obras de arte permanecen para mostrarnos nuevos y diferentes puntos de vista. Donde una vez creíste ver una broma indigesta ahora contemplas una sátira criminal del sistema capitalista o viceversa o viceversa o viceversa o…

Luis Buñuel

1El azar no obsequió a Buñuel con la fe: tampoco convino. Esa suerte de intolerancia en materia teológica conformó una obra única que vino a representar, en parte, el convulso panorama político e ideológico de la España de la que Don Luis fue forzado a huir. Todo ese agitado ideario de apostasía militante y anarquía estética están formidablemente escritas en “El ángel exterminador”, que vale tanto como vehículo estrictamente cinematográfico que como perfil de una personalidad compleja tallada en la adversidad y en cierta escuela de libre pensamiento y casi irrepetible talento (Lorca, Dalí, Alberti).

La habilidad enorme de Buñuel (y el riesgo infinito que contrae) es hacer verosímil una situación enteramente absurda, rayana en la sinrazón: un nutrido grupo de comensales, invitados por los burgueses Nóbile no pueden (de forma literal) salir de una habitación por más que ninguna evidencia física les impida un acto tan elemental y simple. El curso natural de esos días de encierro les reviste de un salvaje instinto de supervivencia que choca frontalmente con el protocolo y las educadas y civilizadas maneras que exhibían antes del deterioro de la situación.

«Durante el rodaje de «Viridiana» me encontré con el escritor José Bergamín, quien me dijo que se proponía escribir una obra de teatro con el título de «El ángel exterminador». Yo le dije que era un título magnífico y que si iba por la calle y lo veía anunciado, entraría a ver el espectáculo. Como Bergamín jamás escribió la obra, le escribí pidiéndole los derechos del título. Me respondió que no necesitaba pedírselos, puesto que esas palabras aparecían en el Apocalipsis». Así explicaba Buñuel el origen del título.

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El ángel exterminador es la crónica de un naufragio. De hecho la obra en la que libremente se basa se llamaba «Los náufragos de la calle Providencia», nunca escrita, pero prefigurada en la mente de Buñuel y de Luis Alcoriza, su mano derecha en toda la experiencia mejicana. Y debemos entender la película como un naufragio y cómo los supervivientes deben aprender a comunicarse para lograr salir del encierro y abandonar la isla/la habitación.

Jacqueline Andere relata que, para dar aún más realismo a las actuaciones, los intérpretes habían sido efectivamente encerrados; su desesperación era similar a la que hubieran sentido los “huéspedes”.

La elegancia de los invitados poco a poco desaparece al escasear el agua y los alimentos. El hacinamiento se hace presente, y ante la falta de medicamentos, algunos caen enfermos. Celos, envidias, humillaciones y la masacre de los inexplicables y asustados borregos conforman las vivencias de esta pléyade de aristócratas que pierden todo rasgo de humanidad al encontrarse encerrados en una pequeña área con seres humanos a los que desprecian casi tanto como a sí mismos.

Buñuel dibuja a los invitados como seres deplorables, superiores en un sentido casi nazi del término: todo el esfuerzo de Buñuel escudriña hasta lo imposible en el aborregamiento de una aristocracia culta, embebecida y altanera, que desprecia toda forma ajena a su beneficio, a su estricto protocolo.

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Hubiese sido mejor hacer la historia en Inglaterra (contaba Buñuel) por cuanto la sociedad allí es extremadamente educada y toda esa educación y refinamiento convenía muchísimo a la trama del film, que venía a ser la simple idea de que, en condiciones adecuadas, el ser humano es capaz de lo más perverso, aunque se le atribuyan (por naturaleza, por cultura) las cosas más sublimes. En muy resumidas palabras, “El ángel exterminador” es un retrato de la decadencia humana, pero tamizada por evidencias surrealistas. Quizá el pánico, el temor a la muerte o la soledad sean residuos de una forma surrealista de entender la realidad.

Por otro lado, siempre se ha intentado dar a las películas del cineasta español un significado oculto, o al menos un doble sentido. Las imágenes que utiliza son muy ambiguas y por eso se pueden dar muchas interpretaciones. Cada quien es libre de dilucidar según su juicio, por eso siempre es recomendable observar historias así.

Puede parecer una tomadura de pelo a quien asista a la película con un exceso de espíritu crítico (o cinéfilo). Hay que querer ir más allá y entender que Buñuel hizo una bufonada, una astracanada, un descenso al bochorno de que el mundo tenga gentuza encopetada que mira de refilón a los demás por el mero hecho de sentirse distintos. Este siglo XXI recién alumbrado ya ha pergeñado el término «otredad», que es un palabro, un recurso semántico horroroso para designar la evidencia del otro, su injerencia en nuestro mundo, que puede (al cabo) ser también el suyo.

Luis Buñuel retoma esta interesante trama en su filme, de 1972, “El discreto encanto de la burguesía” de habla francesa. Aquí una serie de amigos intenta reunirse para cenar juntos pero siempre sucede algo que lo impide. Si bien esta película es muy interesante, no es tan sorprendente y los resultados no tienen el alcance que “El ángel exterminador”.

5“El ángel exterminador” es, en fin, cine surrealista, infinitamente rico, distinto, arriesgado hasta la extenuación. Película indispensable para hacer después tertulia de sano diálogo: da igual que nos haya gustado mucho, poco o que consideremos que es un verdadero coñazo insoportable. Todo se acepta. Igual tiene un poco de todo eso y aglutina cine de altura y aburrimiento inconmensurable. Pero ahora que, gracias a esta sección, he vuelto a disfrutarla; me he encontrado con una historia original e irrepetible como pocas. Cierto que en algunos momentoss es desconcertante en exceso pero lo que más valoro del legado de Buñuel es la extraña cualidad de todas sus películas de no terminar cuando mueren las imágenes. Las obras de este maravilloso loco continúan con un debate de sobremesa; el cual debemos saborear como se merece una costumbre, desafortunadamente, en vías de extinción.

Otras entregas de «Retorno al pasado»: aquí

Redacción: Alberto R. Polanco
www.facebook.com/HijosBastardosdelAmorydelaMuerte

Sobre Maria José Díaz-Maroto García

Cinéfila empedernida buscando la serie perfecta. Combino mi pasión por el cine con las series y los libros. Redactora Jefe de Cine de esta gran comunidad que es Pandora Magazine y propietaria de un pequeño blog donde extiendo mi pasión por el cine, la literatura, las series y etcétera: 'Delirios, Literatura, Cómics y Películas'.