Retorno al pasado (VI): los ojos de Bette Davis

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Hay momentos en la vida que te marcan y que recordarás siempre. No hablo del primer amor ni siquiera de la perdida de la virginidad o la llegada de tu primer vástago. No, nada de eso. Este hecho nos sucede a todos con independencia de sexo, religión, posición, raza o inclinación sexual y es inevitable. Porque hay frases lapidarias en la vida de todo individuo que después de oírlas y aborrecerlas durante gran parte de tu juventud aparecen de nuevo en tu propia boca dejando un regusto amargo y dulce a la vez entre tus labios. Porque esas frases como las primeras canas o las resacas que duran varios días no son sino signos de que nos estamos haciendo viejos y, como en un bucle existencial sin sentido alguno, comenzamos a repetir las mismas coletillas que escuchábamos con gesto de desagrado a nuestros mayores.

1“Ya no se hace cine como el de antes” es una frase manida donde las haya independientemente de la generación a la que pertenezcas. Todos la hemos escuchado cientos de veces pero es ahora que las palabras resbalan entre nuestros propios dientes cuando certificamos la absoluta realidad que encierran. Porque es cierto. Ya no se hace cine como antes y así debe ser. De otro modo acabaríamos renegando de todos nuestros queridos clásicos a fuerza de verlos repetidos una y mil veces. Nos aburrirían terriblemente. Pero esa frase también encierra un enorme sentimiento de nostalgia por una manera de hacer cine que desapareció para no volver por motivos tan evidentes como la perdida de la magia y de una época en la cual la televisión vestía pañales y las películas poseían la capacidad de seducir y hechizar al ciudadano de a pie. La magia del cine clásico. Eso y el ritmo de vida que tanto se ha acelerado y apenas deja espacio para deleitarnos con la obra de directores sin prisas, guiones calmados o actores sutiles. Porque, efectivamente, hay películas que no creo que pudieran ser filmadas en este siglo XXI y “¿Qué fue de Baby Jane?” es una de ellas. Principalmente por las actrices. En esta era ebria de tecnología en la cual apostamos por cantantes como Miley Cyrus y actrices como Lindsay Lohan, Robert Aldrich hubiera desestimado el proyecto, a pesar de su poderoso guión, al no poder encontrar el casting adecuado para este tremendo y escabroso relato. Por mucho que quisiéramos no encontraríamos a dos actrices tan estratosféricas como Joan Crawford y Bette Davis en estos días de porno para adolescentes y playbacks por doquier. Para que os hagáis una ligera idea, el choque de estas dos actrices, que lo fueron todo en el dorado Hollywood de los años 30-40, es tan brutal que uno no puede sino asistir impávido a una enorme demostración de talento como pocas veces se ha visto en la pantalla.

«¿Qué fue de Baby Jane? (What ever happened to Baby Jane?)» es una película con un guión de hierro, una dirección muy trabajada, una fotografía extenuante en blanco y negro, un vestuario suntuoso y sobre todo, Bette Davis y Joan Crawford. Dos prodigios interpretativos que aquí llevan su odio al extremo, afeándose con un maquillaje excesivo y volviéndose oscuras y autoconscientes de su edad y decadencia. Dos torrentes de sabiduría en cada gesto que merecen cualquier alabanza posible ya que debieran ser obligatorio estudiar su trabajo en todas las academias y escuelas que se precien. Porque sí, admitámoslo, hay tanta verdad en cada gesto, en cada mirada, en cada palabra,…

2Como impecable lección de cine del artesano Aldrich, «¿Qué fue de Baby Jane?» resulta una película tan claustrófobica, angustiosa y en ocasiones tan terrible como sólo puede ser la relación entre dos personas que se necesitan tanto como se odian, que dependen la una de la otra tanto como quisieran destruirse. Y es que a veces, mal que nos pese, el amor también puede derivar en eso.

La trama.

La película en sí narra la historia de Baby Jane Hudson, una niña prodigio que con el tiempo se convierte en un juguete roto en estado de profundo alcoholismo. Por otro lado su hermana/rival es Blanche Hudson, famosa actriz durante toda una carrera hasta que un oscuro accidente la deja postrada en una silla de ruedas. Así que nos encontramos con las dos hermanas encerradas en un caserón rancio y moribundo en el que Blanche se consuela visionando reposiciones televisivas de sus éxitos mientras Jane se alcoholiza y va perdiendo la razón.

Desde ese mismo instante, o quizás antes, el odio se convierte en el motor de la película, el espléndido odio que le tributa una crepuscular, terrorífica Bette Davis a la no menos apabullante Joan Crawford. Y para ello se vale de las armas más crueles: el engaño, los jueguecitos sádicos, la tortura psicológica, el maltrato emocional y físico… Todo ello tamizado por el extraño sentido de autojustificación con el que se brindan permiso los dementes para obrar en nombre del bien ajeno.

4Pocas veces la locura ha sido tan elocuente en un rostro estragado como el de Bette Davis  que en este terrorífico drama grand guignolesco. Su mirada, sus famosos e incomparables ojos vibran durante todo el metraje merced a un personaje ebrio de registros y alcohol que oscila entre la demencia, la envidia, el odio, la cobardía, la locura, la vanidad, la nostalgia, el asco… matices éstos y muchos más que nos encontramos en la mirada de una de las más grandes actrices dramáticas que el mundo ha conocido. Aldrich, el director, utiliza las luces y las sombras, el montaje y la banda sonora, los picados y los contra picados para afear más si cabe el memorable personaje de Baby Jane Hudson hasta que nos sintamos confusos y reaccionemos ante sus locuras con una insoportable mezcla de odio y lástima. Memorable, sí. Como memorable es la interpretación de la Srta. Davis del antiguo éxito de Baby Jane: “I´ve written a letter to daddy” mientras el perezoso y vulgar pianista ofrece un recital de gestos de disgusto. Porque su interpretación se queda grabada como un tatuaje en tu memoria para asaltarte en algunas de tus peores pesadillas. Los tirabuzones, el maquillaje, la voz, el vestido… la canción infantil en boca de una vieja loca y borracha… Todo en su personaje resulta tan grotesco que da miedo, aterroriza pensar cuan cerca de la locura estaba realmente la actriz para poder representarla de un modo tan descarnado y perturbador.

Y es que solo la escena de Jane riéndose a carcajadas por su maldad y a Blanche dando vueltas en círculos agobiada por no poderse mover en un magistral plano cenital o ver el dedo amenazador de Davies señalando la cara de Crawford, solo eso merece la pena ver esta maravilla pero es que a además tenemos un guión que siempre avanza, cuyas acciones tienen consecuencias en la escena posterior y que su argumento es como un pequeño copo de nieve en lo alto de la montaña que va rodando colina abajo, engordando en una bola claustrofóbica que culmina en un buen final.

3Porque el final de esta obra maestra sin paliativos nos obsequia con otra escena para el recuerdo cuando una demente Baby Jane es sorprendida por la policía comprando helados en la playa y entonces, mientras éstos descubren el cuerpo moribundo de Blanche sobre la arena, se dedica a girar y bailar ante el corrillo morboso y las risas malvadas de todos los bañistas. Cine en estado puro del que no puedes apartar la vista aunque no te agrada en absoluto los sentimientos tan humanos y tan odiosos que ves reflejados en los personajes. ¿Del que ya no se hace? No, todavía se escriben grandes guiones y fascinantes películas. Incluso hay algún director al que merece la pena idolatrar pero si hablamos de interpretaciones… Imposible. Creo que estamos ante una de las mejores interpretaciones de una de las mejores actrices de todos los tiempos.

Por último debemos acercarnos a la gota de morbo que colmó todos los vasos: Bette Davis y Joan Crawford se odiaban en la realidad hasta puntos imposibles y para  que veáis el cariño que tenía la Davis a Crawford os dejo algunas de sus frases memorables.

• «No la mearía ni aunque estuviese ardiendo en llamas».
• «Ha dormido con todas las estrellas masculinas de la MGM, menos con Lassie».
• «Uno nunca debe decir cosas malas sobre los muertos, sólo se deben decir cosas buenas… Joan Crawford está muerta, ¡qué bien!».

No está nada mal, ¿verdad? Aquí ese duelo se explota hasta la extenuación y el odio y rencor de las dos divas de la época sirvió para que iniciaran una carrera competitiva a nivel interpretativo por ver quien lo hacía mejor en la cinta.

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Pero los que salimos ganando de ese duelo somos los espectadores que nos regocijamos en cada una de las dos interpretaciones de estas dos actrices magistrales, altivas, estremecedoras, hipergestuales, terroríficas, compasivas y absolutas dueñas de cada segundo de fotograma.

En resumen, «¿Qué fue de Baby Jane?» es un duelo de egos, de vanidades, de bondades, de locuras y sobre todo de actrices. Una crítica latente a una sociedad que crea ídolos de barro y las enfermizas consecuencias de la fama y su pérdida. Y quizás un último homenaje de calidad a una de las miradas más sugerentes en la historia del séptimo arte.

Otros ‘Retornos al pasado’ del autor: aquí

Redacción: Alberto R. Polanco
www.facebook.com/HijosBastardosdelAmorydelaMuerte

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Sobre Maria José Díaz-Maroto García

Cinéfila empedernida buscando la serie perfecta. Combino mi pasión por el cine con las series y los libros. Redactora Jefe de Cine de esta gran comunidad que es Pandora Magazine y propietaria de un pequeño blog donde extiendo mi pasión por el cine, la literatura, las series y etcétera: 'Delirios, Literatura, Cómics y Películas'.