Retorno al pasado (III): Uno, dos, tres… ¡Wilder!

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Berlín es una ciudad extraña. La mezcla de olores, sabores, razas y arquitecturas hace de esta ciudad un lugar al cual me une ese extraño vínculo de los apátridas. Evocadora, bohemia, siempre vanguardista y siempre por reconstruir; Berlín tiene el encanto, y el morbo, de una cama a medio hacer.

Hace muchos veranos me dejé guiar a través de los efluvios berlineses y, vagabundeando de lo lindo durante una de esas tardes cálidas e interminables, mis antojadizos pasos me acercaron hasta el que se convirtió en mi rincón favorito de Berlín. Situado en pleno corazón de la Hackesche Mark, me encontré con el Café Cinema, un rincón semiescondido en la rutilante Rosenthaler Strasse. Su deliciosa ambientación al estilo de un café de época y con las paredes abarrotadas de fotogramas en blanco y negro hicieron que el pequeño gran mitómano que llevo dentro sucumbiera a la luz de las velas, al exquisitamente desvencijado piano de cola además de a sus acogedores y variopintos patios interiores, donde me esperaban otras sorpresas.

Poster - One, Two, Three_02Tras degustar un exuberante chocolate a la taza, me precipité en los callejones adyacentes al café atraído por un tímido cartel que anunciaba una sesión de cine al aire libre. Tras consultar el horario, y el precio, decidí que era una tarde apropiada para disfrutar de una película en versión original. Una vez instalado en la reducida pero animada terraza, enfrente la pantalla y, mientras disfrutaba de una buena copa de Merlot, el proyector cobró vida. Una diminuta aunque muy sincera sonrisa se apoderó de mi rostro. Ya la había visto, pero no me importó. No creo que hubiera película más adecuada para ver en aquel momento, en aquel lugar y, por supuesto, en aquella contradictoria capital.  La película en cuestión era “Uno, dos, tres” del genial y siempre añorado Billy Wilder.

 Uno.

La trama de esta obra maestra se sitúa en un Berlín atravesado por el muro y en plena guerra fría. Un importante ejecutivo de la Coca-Cola (un estratosférico James Cagney) que está harto de vivir en una ciudad en ruinas, y a pocos metros de los pesados de Berlín Oeste con sus eternas manifestaciones y sus cartelones con la cara de Khruschev, ve llegar la que cree que es la oportunidad de su vida para así abandonar por siempre Berlín Oeste y conseguir un más que merecido ascenso. El presidente de la compañía le encarga que cuide de su alocada hija, de visita en la ciudad. Lo que parece un trabajo muy fácil se va a convertir en una pesadilla de gigantescas dimensiones…

 Dos.

onetwothree-9La película transcurre a un ritmo vertiginoso conducido por la endiablada partitura de la “Danza del sable” de Aram Kachaturyan. El guión tiene un ritmo trepidante, los diálogos son rápidos y punzantes, las interpretaciones son total y absolutamente geniales… Toda la película rezuma ironía y cinismo por los cuatro costados. Wilder consigue fabricar con estos elementos una auténtica bomba de hidrógeno con un mensaje de fondo tan corrosivo y ácido como pocas veces se ha visto en una pantalla. Envuelta en el celofán del mejor vodevil, el filme es un disparo a la cabeza de tantos y tantos imbéciles que vivían en aquellos tiempos y en éstos. Dotada de una coreografía frenética, el guión no deja títere con cabeza y da palos a todos los bandos posibles. Capitalistas redomados, comunistas dogmáticos, ricos de nuevo cuño, funcionarios mezquinos… todos son caricaturizados hasta el extremo y aparecen como lo que son: unos perfectos idiotas. La comedia de la vida se convierte en puro frenesí. Normalmente los guiones permiten que el espectador digiera los chistes pero no es el caso. Ante esta película en particular, el cinéfilo se sumerge en un estado tal de perpetua hilaridad que le puede dejar al borde de la hiperventilación. No es solo un gag, no hay un momento más significativo que otro… la película arranca pisando el acelerador a fondo y no levanta el pie hasta que los títulos de crédito nos retratan con la mandíbula desencajada después de una impensable sobredosis de carcajadas.

A pesar de que durante su estreno la película fue un fracaso en Estados Unidos y Alemania, con el tiempo fue ganando adeptos sobre todo cuando, tras la caída del muro, los alemanes llenan las salas para poder verla con el ánimo dispuesto a reírse de sus propias miserias. De hecho, y a pesar de estar rodada en 1961, la película se mantiene fresca ante el espectador del siglo XXI ,convirtiéndose así en un clásico universal.

Tres.

“Primera plana”, “El apartamento”, “Con faldas y a lo loco”, “Irma la dulce”, “Sabrina”,… Hablar de cual es la mejor comedia de Billy Wilder no sería justo. Lo justo es reconocerle como uno de los más grandes directores y guionistas de cine de todos los tiempos. Influenciado por Ernst Lubitsch, genial cineasta alemán que, como Wilder, emigró a EEUU. Su estrecha colaboración dio a luz “Ninotchska”, una excelente comedia de Lubitsch con guión de Wilder que comparte muchos lugares comunes con “Un, dos, tres”. Poseedor de un desbordante ingenio, Billy Wilder es, quizás, el mayor exponente de la añorada comedia clásica aunque también utilizó otros registros para esculpir joyas como “El crepúsculo de los dioses” o “Días sin huella”.

oneWilder nace en Austria y no emigra a Estados Unidos hasta que tiene 28 años de edad. Es por ello que parte de su filmografia esta teñida por el trauma del nazismo y, de hecho, pocos directores están tan legitimados para bromear sobre los nazis como él. Wilder perdió a su madre, su abuela y a su padrastro en los campos de concentración y durante toda su vida fue muy reacio a hablar sobre tan doloroso tema. Así, “Uno, dos, tres” contiene varias referencias a la historia reciente de Alemania, sembradas con ingenio y en una época en la que las heridas estaban completamente abiertas.

Años más tarde, Wilder intenta dirigir “La lista de Schindler” y aunque la película fue dirigida por Spielberg, el anciano director le echa una mano con el guión. Wilder va a ver la película una y otra vez. Cuando le preguntan por qué repite, su respuesta es devastadora: “A lo largo de toda mi vida he intentado averiguar como murió exactamente mi madre y no lo he logrado. En “La lista de Schindler” aparecen muchos extras judíos y siempre la busco entre ellos. Cuando me siento en la sala, se apagan las luces y empieza la película… busco a mi madre”.

No me resisto a recomendaros la entrevista que el director Cameron Crowe, “Casi famosos”, “Jerry McGuire” y antiguo reportero de la revista Rolling Stone, le realizó a este genio del celuloide en la cual nos deslumbra además de invitarnos a amar la vida y el cine. No os defraudará y entenderéis porque Fernando Trueba dijo tras recoger su Oscar por “Belle Epoque”: “Yo no creo en Dios. Pero creo en Billy Wilder”.

Redacción: Alberto R. Polanco

Sobre Maria José Díaz-Maroto García

Cinéfila empedernida buscando la serie perfecta. Combino mi pasión por el cine con las series y los libros. Redactora Jefe de Cine de esta gran comunidad que es Pandora Magazine y propietaria de un pequeño blog donde extiendo mi pasión por el cine, la literatura, las series y etcétera: 'Delirios, Literatura, Cómics y Películas'.