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Título: Miel (Miele)
Directora: Valeria Golino
Guión: Valeria Golino, Francesca Marciano, Valia Santella (Novela: Mauro Covacich)
Reparto: Jasmine Trinca, Carlo Cecchi, Libero De Rienzo, Vinicio Marchioni, Barbara Ronchi, Roberto De Francesco, Valeria Bilello, Elena Callegari, Eastynn Chadwick
Duración: 96 minutos
Año: 2013
País: Italia
Fotografía: Gergely Pohárnok
Género: Drama
Productora: Coproducción Italia-Francia; Buena Onda / Les Films des Tournelles
Distribuidora: Good Films
Irene tiene 32 años, es una mujer como tantas otras, vive sola y tiene sus historias ocasionales. Hace tres años que ha decidido dedicar su vida a personas en busca de ayuda, asistiendo y aliviando su sufrimiento, incluso cuando llevan a decisiones extremas, por eso su nombre en clave es Miel. Pero un día conoce al Sr. Grimaldi, un hombre de 70 años, en perfecto estado de salud, que tiene un “mal invisible”. La reunión entre ambos pondrá a prueba las convicciones de Miel, y provocará un fuerte debate entre los dos. Su relación se llenará cada vez más de implicaciones y ambigüedades emocionales. La vida de Miel cambiará para siempre.
La sinopsis de “Miel” puede que no diga mucho, sin embargo, el tema que trata la película es muy interesante. El secreto que tiene la protagonista y que guarda relación con su trabajo, es seguramente el punto más interesante del filme, por lo que desvelarlo puede resultar tal vez muy frustrante.
La actriz, Jasmine Trinca (próximamente en “The Gunman”), pese a no realizar una interpretación inolvidable, cumple y muy bien con su cometido. Es imposible no creértela, al igual que al secundario Carlo Cecchi, quién la complementa estupendamente. El resto del reparto pasa prácticamente desapercibido, ya que nuestros ojos están centrados en la joven protagonista.
Valeria Golino ejerce por primera vez (es su ópera prima) de directora y guionista, aunque en esta última tarea también son responsables Francesca Marciano (“Tú y yo”, 2012), con varios trabajos anteriores, y Valia Santella (“Lascia perdere, Johnny!”, 2007). Sin ser una maravilla, el guion tiene cierto encanto, aunque decae justo en el clímax.
El director de fotografía es el desconocido Gergely Pohárnok (“Bastardo”, 2013), quién realiza un estupenda labor en la cinta, regalándonos hermosas vistas al mar o amaneceres increíbles. La música en esta película es variada, y cuenta con varios temas como Stranger de Christian Rainer o Les sabots d’Hélène de Georges Brassens, que la protagonista escucha en algún momento de la misma.
Sin ahondar en el tema central de la película y sin desvelar nada, diré que habla en especial de la moralidad de la propia protagonista, de la vida y de su sentido, sin resultar pesado y profundo en exceso. Es una emotiva, sensible y reflexiva película sobre la dignidad del ser humano, sobre la amistad intergeneracional y la comprensión frente al aislamiento individual, sobre el derecho a decidir sobre uno mismo, sobre la compasión y la solidaridad, sobre la deshumanización y la crisis de valores actuales, sobre el despertar de la conciencia, sobre la juventud y la muerte.
La recomiendo porque puede ser un visionado interesante para una tarde tranquila en la que, sobre todo, te apetezca pensar. Si tuviera que ponerle una nota me quedaría con un 7.
Crítica: Esmeralda Cuevas
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