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Título: El sueño de Ellis (The Immigrant)
Dirección: James Gray
Guión: James Gray, Ric Menello
Reparto: Marion Cotillard, Joaquin Phoenix, Jeremy Renner, Angela Sarafyan, Antoni Corone, Dylan Hartigan, Dagmara Dominczyk
Duración: 117 minutos
Año: 2013
País: EE.UU.
Música: Chris Spelman
Fotografía: Darius Khondji
Género: Drama de época
Productora: Kingsgate Films / Worldview Entertainment / Keep Your Head Productions
Distribuidora: Vértigo Films
No hacía falta porque ya lo había hecho en sus anteriores obras, sobre todo con “Two lovers” (2008) y “La noche es nuestra” (2007), pero James Gray sigue demostrando que es uno de los pocos directores estadounidenses que con presupuestos pequeños es capaz de crear películas de magnitudes épicas.
Una vez más, Gray habla acerca del sueño norteamericano. De ese destino inabarcable para casi todos, solo al alcance de unos pocos elegidos. Utiliza los mismos recursos que en sus anteriores trabajos pero los traslada a 1921 cuando Ewa Cybulska (Marion Cotillard en uno de los mejores papeles de su carrera), una joven polaca que llega a la Isla de Ellis (lugar donde retenían a todos los emigrantes europeos que intentaban llegar a América) junto a su hermana para empezar una nueva vida, de repente se ve sola y a punto de ser deportada.
A partir de ahí todo se complica, nada es lo que parece y James Gray juega con la cámara como quiere, la maneja con tal soltura que, incluso, se atreve a moverse entre lo clásico y lo onírico, entre la realidad y la ensoñación. De igual modo, la historia mezcla violencia dura y contundente con momentos de ternura y sentimientos extremos. Los tiempos de la película, aunque lentos, son intensísimos. Y como no, llega la catarsis a la que nos tiene acostumbrados, los personajes que interpretan Marion Cotillard y Joaquin Phoenix tienen un arco de transformación tremendamente bien hilvanado y definido, un crescendo que empieza suave, que, poco a poco, va a más y que, finalmente, acaba estallándonos en la cara en uno de los mejores finales de los últimos años.
Un exquisito plato que se degusta despacio pero a grandes cantidades. Desborda energía en cuanto a realización, texturas, creación de ambientes, tono, diálogos cargados de “magia”, subtexto y silencios, personajes duales y, sobre todo, pasión por el cine. James Gray es un enamorado de su trabajo y se nota. Cine en mayúsculas.
Crítica: Antonio Garrido
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