Crítica | «Los caballos de Dios», el martirio de ser terrorista

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Ficha técnica | Título original: Les chevaux de Dieu. Director: Nabil Ayouch. Guión: Nabil Ayouch. Reparto: Abdelhakim Rachid, Abdelilah Rachid, Hamza Souidek, Ahmed El Idrissi El Armani. Género: Drama. Duración: 113 minutos. Año: 2012. País: Marruecos. Fotografía: Hichame Alaouie. Música: Malvina Meinier. Productora: Les films du nouveau monde. Distribuidora: Wanda Visión.

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En Sidi Moumen –un asentamiento chabolista próximo a Casablanca– vive una familia que intenta sobrevivir como buenamente puede. Lamentablemente el patriarca de la familia sufre una severa depresión y por tanto son la madre y los hijos los que traen algo de dinero al hogar y arriman el hombro en lo que pueden. Uno de estos hijos es Yachine, un crío de 10 años que pasa el tiempo jugando al fútbol mientras que su hermano Hamid, más espabilado, ha decidido centrarse en el gamberrismo convirtiéndose en el cabecilla del barrio. Esa conducta tan rebelde hará que Hamid empiece a coquetear con el radicalismo llevándoles a él y a su hermano a emprender un aciago viaje que les llevará a perpetrar un atentado suicida de Casablanca en 2003, dejando un saldo de 45 muertes a sus espaldas.

cdd_img0728_4079Está historia tan trágica sirvió al parisino Nabil Ayouch de inspiración para viajar a su tierra natal y dar su interpretación personal de los hechos, contando con actores no profesionales y vecinos del mismo barrio marginal. Las trabas que impusieron las autoridades marroquíes o el miedo a nuevos brotes yihadistas fueron algunas de las muchas dificultades con las que se topó Nabil. Afortunadamente y a pesar de todos estos contratiempos, consiguió que todo esfuerzo plasmado en la película fuera debidamente recompensada con la Espiga de oro en Valladolid en 2012 y premiada en otros festivales dando a conocer este suceso basado en hechos reales.

En “Los caballos de Dios” se nos presenta una causalidad  dividiendo la película en dos partes bien diferenciadas. Por una parte tenemos la causa que deriva en el trágico atentado, tenemos un primer acto enfocado a la niñez de estos dos hermanos que van creciendo en un ambiente donde los sueños son irrealizables, una especie de ratonera en la que se encuentran atrapados en busca de un resquicio para poder de escapar. Yachine sueña con ser un gran portero de fútbol algún día mientras que Hamid le hará que se deje de idealismos y se centre en ayudar a la familia. Temas como la drogadicción, las peleas de banda o la prostitución hacen acto de presencia mientras los niños se evaden en partidos de futbol para pasar las horas muertas.

Contemplar esta pobreza desde occidente nos lleva a pensar en el grado de culpabilidad que tenemos al mirar para otro lado ante este grave problema de desigualdad social que se produce en el mundo musulmán. No hay tiempo para juegos y muchos acaban madurando más pronto de lo que deberían por las circunstancias que les ha tocado vivir, ni tan siquiera Yachine es capaz evadirse de la realidad cuando empieza a sentir algo por una chica del barrio. Igual podemos decir que Nabil peca con algunas escenas demasiado gratuitas para enfatizar en los hechos, pero eso no deja de ser minucias ante el caldo de cultivo desfavorable que se genera por la desesperación que se palpa en Sidi Moumen.

cdd_img2789_8533Con la inminente detención de Hamid llegamos al quid el cuestión con respecto al porque unos veinteañeros marroquíes acaban por inmolarse para llegar al cielo con 70 vírgenes. En esta segunda parte vemos un Yachine muy cambiado, más adulto que ha tenido que responsabilizarse de toda la familia ante la ausencia de su hermano, mientras que Hamid y sus nuevas amistades supondrán un cambio drástico en la filosofía de vida que mantenían ambos hermanos tiempo atrás. En este proceso en el que se sumergen ambos protagonistas los partidos de fútbol son reemplazados por reuniones clandestinas y las cañas en el bar por lecturas del Corán convirtiendo todo en un lavado de cerebros consentido.

Es justo en esta segunda parte donde vemos un Nabil tan frío como el témpano ya que continúa con su relato sin interferir en la historia para dar una visión transparente de los hechos, no se moja mucho al respecto y deja en manos del espectador cualquier valoración posible lo cual es un craso error cuando no aporta los matices suficientes para generar debate suficiente. No sabemos si igual es por miedo a levantar ampollas pero la película en ese aspecto decepciona levemente lo cual sorprende de un director que no es profeta en su tierra a tenor de la censura que está sufriendo su último trabajo este año, Zine lo Fik (much loved) obligándole a comparecer ante el Tribunal de primera instancia de Marrakech por “pornografía”, “atentado al pudor” y “incitación al libertinaje”.

El adoctrinamiento por parte de los nuevos amistades de Hamid cada vez es más evidente y la religión es la única salida que tienen estos jóvenes para desconectar ante las penurias que les ha tocado vivir. Es tal la exasperación y las escasas expectativas de futuro que cuando son elegidos por el imán para ser mártires lo reciben como una bendición demostrándonos la combinación explosiva que supone mezclar el fanatismo con la religión. Es en esos precisos instantes cuando  se escuchan los diálogos más alocados y extremistas sobre la muerte y lo que es realmente importante en la vida dejándonos perplejos al escucharlos. Podríamos decir que Abdelilah Rachid como Yahid es quien se lleva el gato al agua interpretativamente presentándonos un final aterrador de como la sinrazón y la manipulación acaban matando inocentes ajenas a un conflicto del que no son participes.

foto_los_caballos_de_dios_7_329_7910Nada más salir del pase de prensa de esta película me entró un escalofrío por el cuerpo al enterarme de los atentados de Lyon y sobretodo Túnez convirtiéndose en una fatal coincidencia del destino. Pasan los años y ves que los personajes cambian pero las historias se repiten abriéndonos los ojos ante este problema de difícil solución. Alegatos como el de la película descrita están muy presentes en nuestros días y por mucho que nos pese son difíciles de pasar por alto. Muchos les parecerá que esta película es trillada y repetitiva pero nunca está de más que nos recuerden lo mucho que nos queda por recorrer en cuanto a tolerancia se refiere.

Lo mejor: La primera parte centrada en reflejar las penurias de Sidi Moumen y la desesperación que reina entre el vecindario. Los planos aéreos, en concreto, uno donde salen niños jugando al fútbol bastante conmovedora.

Lo peor: La segunda parte enfocada en el radicalismo yihadista, bastante simplista y ciñéndose a contar la historia sin apenas arriesgar. Algunas escenas gratuitas que emplea para reforzar las penurias de los protagonistas, no hace falta recalcar cosas que han quedado lo suficientemente claras.

Crítica: Iván Heral 

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