Crítica | «La Promesa», dirigida por un francés, protagonizada por británicos y ambientada en Alemania

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Ficha técnica | Título original: A Promise. Director: Patrice Leconte. Guión: Patrice Leconte, Jérôme Tonnerre (Novela: Stefan Zweig). Reparto: Rebecca Hall, Alan Rickman, Richard Madden, Maggie Steed, Christelle Cornil. Género: Drama romántico. Duración: 95 minutos. Año: 2013. País: Francia. Fotografía: Eduardo Serra. Música: Gabriel Yared. Productora: Fidélité Films, Scope Pictures. Distribuidora: Emon.

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No es sencillo hacer una reseña de una película dirigida por un francés (el prestigioso autor francés, un poco de capa caída Patrice Laconte), protagonizada por británicos, hablada en inglés y ambientada en la Alemania anterior a la 1ª guerra mundial. De  este film-mejunje se espera, ya por estas características, que vaya a ser denso, preciosista y por lo que se espera de su director  e intérpretes, de alta calidad.

Alemania, poco antes de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Friedrich Heitz (Richard Madden), es un joven ingeniero empleado  en una metalurgia quien, por su eficiencia, pronto empieza a llamar la atención del propietario de la misma, Karl Hoffmeister (Alan Rickman). Cuando una enfermedad recluye en casa al propietario, Friedrich deberá hacerse cargo de la empresa e ir a diario a casa Hoffmeister. En una de sus visitas a la mansión del metalúrgico Friedrich conoce a Lotte  (Rebecca Hall),  una joven y bella mujer que resulta ser la esposa del empresario. A pesar del respeto que Friedrich profesa a Karl, no puede evitar sentirse irremediablemente atraído por Lotte, algo a lo que el matrimonio Hoffmeister no parece ajeno.

untitledLo que sí está claro es que, desde luego, no va a ser una de esas películas que llenen multisalas de adolescentes. “La Promesa” es una película que tiene un ritmo interno sosegado, por más que sus títulos de apertura indiquen mediante esa fundición y la banda sonora de Gabriel Yared –que recuerda a la de “12 monos”, o más precisamente a la “Suite punta del este” Astor Piazzola– que nos encontramos ante una película de corte épico.  Nada más alejado de la verdad. De hecho la intención de Patrice Leconte, su director, es hacer un drama tremebundo, ya que esa entrada casi calca a la de “La caída de los dioses” de Visconti pero, de nuevo, nada más alejado de la realidad. Lo que en la obra de Visconti es la disección de una sociedad que acabaría desembocando en el auge de la Alemania Nacionalsocialista y por ende en la segunda guerra mundial, aquí no es más que un melodrama ambientado en la Alemania previa a la primera contienda mundial.

Voy a entrar un poco más en materia. “La Promesa” es el típico melodrama en que una mujer se encuentra dividida entre dos hombres, uno maduro  que le trata bien y otro joven que le pone totalmente cachonda; y ella debe decidir si quiere que le pongan un piso en la Gran vía o mirando a Cuenca. Pero la vida es cruel y le hace una putada gorda en el tercio final de película y no sabemos si al final se queda sin piso y sin polvo. Esa, a brochazos gordos, es la premisa del melodrama, desde “Lo que el viento se llevó” a “Anna Karenina” y esta película lo cumple, si bien es cierto que Leconte (y no sé si la novela original, puesto que no la he leído) descentra en su primera mitad la atención de la esposa en pos del joven de origen humilde que va escalando socialmente y pasa de vivir en un destartalado y minúsculo ático trajinándose a la portera a convivir con el dueño de la empresa que le contrata y ser el asistente personal del dueño e interés amoroso de la esposa de este.

a-promiseDurante la primera parte vemos cómo el joven va subiendo de categoría en la empresa y a su vez socialmente amparado por el poderoso Karl Hoffmeister quien, viendo las ansias de trabajar y el talento para llevar los negocios, cede paulatinamente las riendas de su vida (léase empresa y familia) a su joven pupilo, ya que él sufre de una grave enfermedad cardíaca que sabe que le llevará al otro barrio. Esta parte está rodada con frialdad pero con una bella puesta en escena. Frialdad porque Leconte utiliza técnicas más cercanas al documental que al melodrama clásico, pero es interesante esta opción porque tanto el trato cercano y cordial de los Hoffmeister como la relación que se establece entre el joven y la señora de la casa es así, cordial pero distante, por lo que aunque la ambientación esté inspirada en los pintores de la época (muy bella la fotografía) estamos teniendo visualmente la misma relación que establece el protagonista con su entorno.

Pero llegamos a la segunda parte, cuando el joven ya no puede más y declara su amor a la señora de la casa. Aquí finalmente ambos aceptan sus pasiones y Karl Hoffmeister, quien desde el principio ha sabido de la atracción de ambos, se pone verde de celos y manda al protegido a México dos años, pero entonces estalla la guerra y el embargo marítimo  sobre el país germánico rompe el contacto entre los jóvenes. Aquí el director cambia el protagonismo de la narración del joven a la esposa, pero no cambia su forma de rodar, cuando ahora lo que la narración pide es algo más desmelenado, más folletinesco, más culibronífero si se prefiere, pero Leconte sigue emperrado en continuar con su visión documental cortando todo el desmelene emocional haciendo que el reencuentro final de dos de los tres lados de este triángulo sea frio, además añadiendo un final que nada aporta al film, salvo una forzada marcha de ex militares donde estos aparecen con esvásticas intentando recuperar lo que comenté al principio de “La caída de los dioses”, algo totalmente fuera de contexto y alejado de la realidad, sólo presente en el relato como indicativo de que otra guerra se acerca, equiparando el amor con la guerra. Algo así como cuando Alfred Hitchcock equiparó el sexo al ataque de la naturaleza en “Los pájaros”, pero el problema es que aquí no sólo es rebuscado, sino ridículo, así que aquí le diría al realizador “Patrice, majo, entiendo tu mensaje, pero la has cagado”.

A PROMISE, from left: Richard Madden, Rebecca Hall, 2013. ©IFC

Pero la valoración total la dejo para el final, porque antes me centro en otros temas. Como se puede ver, he valorado la realización y algo del guión, un guión muy novelesco que deja personajes sin evolución, personajes que desaparecen porque si y se centra en los protagonistas, lo que no está mal, pero que deja carente de energía algunas secuencias. Por otro lado hay veces que Karl Hoffman está tan enfermo que cede todos los bártulos a su protegido, quien hace y deshace con fortuna y otras el joven no se entera de nada. El guión prefiere ceder el protagonismo al melodrama que a la verosimilitud, pero se encuentra con la china de la realización, como he comentado antes, pero Leconte tiene un gran aliado: Alan Rickman. El intérprete británico sin aspavientos, sin exageraciones, con calma y con una interpretación superlativa, se come al resto del elenco, dando al film el tono que el desapego del realizador le ha restado. Casi sin gesticular vemos cómo en todo momento sabe la relación entre esposa y discípulo, vemos sus motivaciones, ya que él está enfermo, quiere que ambos sean felices y vemos cómo esa calculada cesión del cetro se convierte en celos y posteriormente en arrepentimiento. Es una pena que el film pasara desapercibido, porque Rickman pide a gritos con esta interpretación el Oscar, el Oso de oro y hasta el nobel. Impresionante composición. Fuera de él, bueno, pues corrección, que no es poco.

Y paso ya a poner nota. Como vemos la primera parte para mí es de sobresaliente, pero la segunda sería de nota de telefilm de sobremesa los fines de semana, pero hacemos la media y sumamos a Alan Rickman y nos sale un 6, una media escasa para un director que ha dado títulos muy importantes, que puede hacer que se minusvalore un film que a la postre es un relato más que decente.

Crítica: Juan Pablo Pérez-Padial

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