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Ficha técnica | Título: Cherry Pie. Director: Lorenz Merz. Guión: Lorenz Merz. Reparto: Lolita Chammah, Marie-Claire Boscher, Fiorella Campanella, Henrie Campanella, Orfeo Campanella. Duración: 85 minutos. Año: 2013. País: Suiza. Fotografía: Lorenz Merz. Productora: 8horses. Distribuidora: Good Films.
Lorenz Merz se enfrenta valerosamente a su primer largometraje como director, asumiendo también las labores de guión y fotografía (campo en el que tiene más experiencia previa). El realizador suizo construye una historia apenas trazada pero con un elemento clave, el propio trazo. “Cherry Pie” es un viaje, es la huída hacia adelante de Zoé (Lolita Chammah). Una huída que se convierte en el centro de película haciendo del viaje el cuerpo de la misma. Zoé parece abandonar a su pareja tras una dura discusión, las palabras de su pareja son tajantes: “Si te marchas ahora cuando vuelvas la puerta estará cerrada”, Zoé ni siquiera mira atrás y se adentra en el viaje más importante de su vida.
La película se estructura en capítulos que dividen el viaje de nuestra protagonista a través de los momentos claves que vivirá en él. Una huída hacia adelante que, como casi todas las huidas, son solitarias. El primer personaje con quien Zoé se cruza es un camionero que accede a llevarla en el camión, en la parte de atrás porque delante junto a él viaja su perro. La joven queda relegada a la trasera del camión y no participa del monólogo de camionero a quien jamás vemos exceptuando breves reflejos de sus ojos en el espejo retrovisor. No hay contacto ni por su parte ni por la nuestra, Zoé es quien importa y su largo viaje recién comenzado.
Gasolineras, áreas de servicio, un ferry, varios moteles, casino, una playa… Los huesos de la solitaria Zoé saltan de no lugar en no lugar. Sitios donde los seres humanos no son más que pequeñas motas de polvo que se detienen a coger aire. La joven se pasea delante de personajes que no quieren saber nada de ella, tenderos que no le venden una Coca-Cola de 1,50 por 1,20 céntimos, lo máximo que parece portar nuestra chica. Incluso los breves momentos en que el personaje interpretado por Lolita consigue viajar lo hace siempre en aquellos lugares de los vehículos que no están destinados para las personas. La parte de atrás de un camión, el maletero de un coche o la bodega de un ferry. La figura y la mente de Zoé se desdibujan a cada paso. La muerte de una desconocida durante su travesía en ferry lleva a Zoé a robar un traje, cambiarse de ropa y asentarse en un motel iniciando entonces su viaje interno hacia el descubrimiento de sí misma.
La mano de Lorenz a la hora de rodar recuerda poderosamente a la de Jonathan Glazer en “Under the skin” a pesar de que la fecha de estreno de ambas cintas son coincidentes en el tiempo. Ambos exploran el rostro de sus protagonistas buscando sacar a luz cada peca, pelo y poro de sus rostros. Las expresiones copan la pantalla y la llenan de temor, ansiedad y sexualidad. Una exploración del rostro alejada de la realizada por David Lynch sobre el rostro de Laura Dern en “Inland Empire” pero rodada en la dirección contraria, alejándose de la deformación del rostro humano.
El cuerpo de Zoé no es representado de forma sexualizada ya que incluso en los momentos de mayor intimidad, durante sus masturbaciones, lo que en un principio comienza como algo sensual, erótico y relajado termina convirtiéndose en una situación incómoda para el espectador. La mano del cámara, que aparece en contadas ocasiones como reflejo oculto del Otro, agarra a la joven por el cuello y los gemidos de placer se van tornando en un lamento más cercano a la tristeza y al dolor que al disfrute sexual.
La ópera prima de Lorenz Merz nos lleva de la mano hacia las costas de Inglaterra acompañando el alma de Zoé, compartimos su soledad y ansiedades. Esperamos la continuación de su carrera como realizador con ganas y le deseamos suerte con su distribución.
Crítica: Carlos G. Gurpegui
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