Audrey Hepbrun: la estrella que nunca se apagará

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El pasado sábado 20 de enero, se cumplieron veinte años desde que Audrey Hepburn falleciera. Por eso, desde Pandora Magazine, queremos rendirle un pequeño homenaje, recordando su trayectoria personal, profesional y humana.

Audrey nació el 4 de mayo de 1929, en la ciudad belga de Bruselas. Descendiente de la familia aristócrata holandesa Van Haemstra, su abuelo era un barón muy próximo a la corte real y su padre un banquero llamado Joseph Víctor Henry Ruston. Fue bautizada con el nombre de Edda kathleen Van Heemstra Hepburn – Ruston.

Vivió en Holanda hasta que sus padres se separaron en 1939, momento en que se fueron a vivir a Londres. Allí comenzó a estudiar danza y arte dramático en la Marie Rambert School. La segunda guerra mundial estalló y se vio obligada a viajar a Holanda y a Inglaterra, donde empezó su carrera como modelo.

La guerra marcaría para siempre a la pequeña Audrey, no sólo físicamente, condenándole a tener una delgadez casi extrema, sino también en su entorno familiar: uno de sus hermanos fue llevado a un campo de concentración, el otro se extravió en uno de los ataques de la resistencia, y varios familiares fueron fusilados.

El tiempo transcurría y lo ocupaba en trabajar como corista en algunos teatros e interpretar pequeño papeles en varias películas.

Llegó el año 1952, y con en él, la oportunidad que le alejaría del anonimato.  El director William Wyler le ofreció protagonizar la comedia, “Vacaciones en Roma”, con ella obtuvo su primer premio, el Oscar a la mejor actriz.

En 1953 filmó como protagonista “La princesa que quería vivir”, junto con Gregory Peck, bajo las órdenes del mismo director que le lanzó a la fama, William Wyler.

A partir de este momento trabajó en diversas películas, entre las que destacan  la comedia » Sabrina» (1963) , la dramática “Historias de una monja” (1959), “Desayuno con diamantes”(1961), y “Sola en la oscuridad” (1967).
Por estas cuatro películas obtuvo sendas nominaciones al Oscar como mejor actriz.

En 1958, logró el premio a mejor actriz en el festival de San Sebastián y el Bafta Británico en la misma categoría por “Historia de una monja”.

En 1963 ganó el Bafta británico como actriz por la película “Charada”, una parodia de las películas de suspense en la que compartió protagonismo con el actor Cary Grant.

En el mismo año protagonizó “My fair lady”, dirigida por George Cukor, de la que se dijo que era la película más esperada después de “Lo que el viento se llevó”.

Respecto a su vida personal, en 1954 conoció al al actor de Hollywood, Mel Ferrer, con quien se casó el 25 de septiembre de ese mismo año. Convivieron durante diez años juntos, y fruto de esa unión, nació Sean, el 17 de julio de 1960. Audrey sufrió cinco abortos, hecho que la pareja no pudo superar, divorciándose en noviembre de 1968.

En enero de 1969, decidió probar nuevamente suerte en el amor y se casó por segunda vez con un psiquiatra italiano, Andrea Dotti, El 8 de febrero de 1970, nació su segundo hijo, Luca Andrea. Nuevamente surgieron los problemas en forma de infidelidades por parte de su marido, desembocando en el fin de su matrimonio en 1976.  Se retiró de la vida pública para ocuparse de sus dos hijos pequeños.

En 1976, regresó al cine con “Robin y Marian”, un film dirigido por Richard Lester.

Audrey necesitaba descansar del bullicioso Hollywood por lo que compró una residencia de treinta años de antigüedad en Tolochenaz, un pequeño pueblo suizo de medio millar de habitantes.

Pese a estar retirada del cine, nunca dejó de frecuentar los sets de rodaje, donde conoció a su último marido, el actor holandés Bob Wolders, como ella relató a la prensa tiempo después, él fue su único amor fiel:  «Él me hizo vivir de nuevo, darme cuenta que no todo se había terminado para mí».

En 1979 regresó al cine con la película “Lazos de Sangre”,  junto con Omar Sharif y Ben Gazzara.

En 1988 fue nombrada embajadora de UNICEF. Ésta fue la labor a la que dedicó sus últimos años de vida. Viajó a Sudán, El Salvador, Guatemala, Somalia, Honduras y Vietnam.

Tras serle notificado que padecía un cáncer de colon en fase terminal, se retiró de la vida pública.

En 1989, realizó su última interpretación, premonitoria sin lugar a dudas, de la mano de Steven Spielberg, en la película “Always” encarnando a un ángel.

El 20 de enero de 1993 su luz se apagó para siempre. Los cinco hombres de su vida, sus dos hijos y sus tres maridos, estuvieron acompañándola en el funeral que se celebró en ese pequeño pueblo suizo donde había fijado su residencia.

En 1993, meses después de su muerte, la academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood le concedió el premio Oscar Humanitario Jean Hersholt por su labor como embajadora de UNICEF.

Audrey no sólo fue una actriz y una colaboradora de causas sociales, creó estilo. Influyó en la moda de tal forma que aún hoy en día, muchos diseñadores siguen considerándole su icono.

Me despido con una frase que pudo escucharse en su funeral:

“Si en el cielo existen los ángeles, estoy convencido que deben tener los ojos, las manos, el rostro y la voz de Audrey Hepburn”.

 

Redacción: Aitziber López Marín

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