Vamos a la playa ¡oh oh oh…!

Para gusto y disgusto de muchos ya ha llegado el veranito. Época ideal para el ocio, para pasear, para las cervecitas en las terrazas, para las moscas cojoneras y para […]
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Para gusto y disgusto de muchos ya ha llegado el veranito. Época ideal para el ocio, para pasear, para las cervecitas en las terrazas, para las moscas cojoneras y para la playa. Quien dice playa dice piscina, río, arroyo, pantano, charca o ciénaga. Puede que las dos últimas opciones sean más propias de ranas y sapos, pero en cuestiones de gustos no me meto.

Los que no tienen la fortuna de vivir cerca de la costa, deben de pensar que somos muy afortunados de poder disfrutar de la playa. Bueno si…en la televisión lo pintan todo muy bonito: playa idílica, arena blanca, chiringuito de madera con hojas de palmera sirviendo daiquiris, y cuerpos esculturales dorándose al sol.

Unas vacaciones ideales ¿verdad?

Pues no. La arena quema  y hay que llevar chanclas. Tienen poco glamour pero es mejor eso que acabar con las plantas de los pies desolladas. Ojo con dorarse, hay que ponerse protección solar para no acabar como un entrecot poco hecho, ya que de lo contrario se corre el riesgo de acabar achicharrado y perder la piel a tiras. Y aunque en un principio eso alivia, se vuelve uno a quemar. Ni las serpientes van a cambiar tanto de piel como algunas (dicho sea de paso y sin señalar a nadie, no vendría mal porque hay mucha víbora suelta) y que la crema no sea de base muy aceitosa, porque con la arena se acabará más rebozado que una escalopa.

¿Y el chiringuito?

Puede que sirvan mojitos, pero el olor a fritanga de la cocina hará desistir cualquier acercamiento.

Todo lo anterior se puede solucionar. Incluso los cuerpos esculturales. Lo difícil va a ser erradicar a los amigos de los ajeno y a los vendedores ambulantes. Yo vivo en Barcelona y en ocasiones he tenido que contratar a un vigilante jurado para que me cuidara la toalla y mis pertenencias. Y ya ni eso, porque la última vez que fui me robaron el vigilante jurado.

Luego están los vendedores ambulantes, porque estos no te los puedes quitar de encima aunque los veas venir. Según la información publicada en La Vanguardia del 14/06/2012 de abril a principios de junio aumentaron un 152,6% más las denuncias que en el mismo periodo del año anterior. A los vendedores de helados y bebidas de toda la vida, se han sumado la de los vendedores de gafas, marroquinería, tarotistas, procuradoras de masajes y… ¡tatuadores!

Tatuarse en verano y al sol, es tan arriesgado como meterse en una jaula de leones, y darles de comer con un bistec en la boca.

El caso es que la crisis está haciendo estragos, y el negocio de la venta ambulante se está diversificando cada vez más. Hace un par de días me tentaron cuando una comercial de Jazztel se acercó a la toalla y me dijo “Hola mi amol” ofreciéndome al momento el  ADSL a diecinueve con noventa y cinco para toda la vida. Porque no llevaba el boli encima, que si no…

Hay otros que son muy, pero que muy pesados. Estaba adormilado en la playa de Bogatell y me viene un señor con una cartera y un recibo en la mano, y va y me pide que le enseñe un recibo de luz o del gas, para aplicarme un descuento del cinco por ciento sobre lo que pago. Y yo venga decirle que no me interesa, que estoy muy contento con mi compañía de suministros, y que no acostumbro a ir a la playa con las facturas del gas encima. Al final se fue no muy convencido…pero la mañana dio para mucho: vendedores de seguros, de enciclopedias, testigos de Jehová, mormones y un señor que me decía que tenía que pagarle los cuatro euros que  costaba acostarse en la tumbona.

Al menos cuando estoy en casa y llaman, puedo permanecer en silencio y hacer como que no hay nadie en casa. Aunque claro, yo nunca he hecho eso. Al igual que vosotros… ¿Verdad?

 

Autor: Miguel Soria López

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