Hace tiempo que lo sospechaba, pero hasta ahora no tenía la certeza: los guapos ganan más dinero que los feos, concretamente un 22% más según un estudio reciente realizado en Australia. Toda la vida quejándome de mi sueldo y resulta que el problema es porque soy feo. Ni más ni menos.
Olvidaros de ser más competentes en el trabajo, más eficientes, más cumplidores, porque si no tenéis la belleza subida no hay en donde rascar. Quizás para muchos hombres les pueda resultar frustrante, pero el que no se consuela es porque no quiere, ya que en España desde siempre las mujeres cobran menos que los hombres por el mero hecho de ser mujeres independientemente del puesto que ocupen. Incluso en los puestos en donde ellas han demostrado ser más eficaces que los hombres, como es el caso de las líneas de cajas de cualquier supermercado.
Sí, sí, alguno dirá que estoy tirando de tópicos, pero cuando voy al Carrefour busco que me cobre una chica, ya que en la de los chicos las colas suelen ser más largas.
Y no, la cosa no va con segundas.
Pero de la misma manera que no cobran igual los que tienen una formación universitaria de los que no la tienen, no pueden cobrar igual todos los feos, que hasta para eso hay grados ¿alguna vez te han dicho que eres simpático? ¿Sí? Pues ya sabes que guapo no eres, pero puede que si un poco resultón. Otra cosa es que te digan que eres más feo que Carmen de Mairena comiendo limones, y ya sí que puedes decir que vas a ganar menos dinero que mi peluquero, que la última vez que fui a verlo todavía afeitaba con una navaja. Muy agradable aquella chica por cierto, pero algo violenta a la hora de cortar el pelo, ya que te cortaba la cabellera de un solo tajo y resultaba algo incómodo ir con el cerebro al descubierto, sobre todo en invierno que es cuando más se resfrían las meninges. Creo que volvió a su pueblo natal en Utah o Colorado, que nunca tuve muy claro de dónde venía.
Con esto no digo que mi alopecia tenga nada que ver con la pobre muchacha, pero sí que me afecta en el sueldo de alguna manera. Y como digo antes no todos podemos cobrar de la misma manera propongo que las empresas creen unos escalafones de fealdad y lo aplique según convenio. Por eso los calvos deberían cobrar menos que los que tienen pelo, pero contemplando bonificaciones si todavía queda pelusilla por encima de las orejas. La barriga cervecera también cuenta, incluyendo a los que dicen que lo suyo es retención de líquidos, y aunque los michelines no penalizan de la misma manera, habría que andar con ojo porque el sueldo va inversamente proporcional a su tamaño. Se ha de llevar la tableta de chocolate en los hombres por fuera, y no el huevo kínder por dentro. Y a pesar de lo que diga Adolfo Domínguez la arruga no es bella, es por eso que los jóvenes deberían cobrar más.
Mucho me temo que muchos hombres cumplimos todos los requisitos anteriores, pero en el caso de las mujeres no será mejor ya que las rubias cobraran menos que las morenas, porque aunque no influye en su belleza, las rubias son tontas y si cobran menos no se van a enterar. Pueden darse casos en que su sueldo sea superior, dependiendo siempre del tamaño del trasero, ya que no es lo mismo tener cartucheras que culito de pera. El vestuario e indumentaria es un factor muy determinante. No es lo mismo llevar falda que minifalda, o una blusa cuyo escote muestre hasta el ombligo.
Pero dada la situación actual de la economía, mucho me temo que en vez de intentar parecer más guapos para ganar más, nos saldría más a cuenta esforzarnos en todo lo contrario porque las empresas cada vez quieren pagar menos dinero y las pocas multinacionales que van quedando, empiezan a trasladar su producción a países del sudeste asiático. No sé bien si esto se debe a que los chinos son más feos que los españoles, o es que hay mucho empresario espabilado entre nosotros.
Lo que si me ha quedado claro es que para tener un buen trabajo hay que ser un hombre joven, guapo y a ser posible, no vivir en España. A no ser que te dediques a la banca, a la política o seas familiar o yerno de algún personaje importante, que en eso sí que somos un paraíso.
Autor: Miguel Soria López
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