¡Resistiré!

Supongo que todo el mundo habrá escuchado en alguna ocasión por los medios de comunicación, que se han expropiado terrenos y fincas rústicas para construir líneas ferroviarias, carreteras o autovías. […]
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Supongo que todo el mundo habrá escuchado en alguna ocasión por los medios de comunicación, que se han expropiado terrenos y fincas rústicas para construir líneas ferroviarias, carreteras o autovías. También sabrán de lo injustas que suelen ser estas indemnizaciones que por lo general, están por debajo del valor del mercado ¿Qué hacer ante una situación así? Pues aquí poco más que chillar y patalear, pero visto como reaccionan los ciudadanos chinos cuando pasan por una situación parecida, habría que tomar buena nota.

En el caso que nos ocupa esta semana es de una pareja de sexagenarios vecinos de la localidad de Wenling, en la provincia de Zhejiang – que si no me equivoco, está tirando a mano izquierda según se mira al norte de cara al sol con la camisa puesta al lado de Shanghái- de los cuales desconozco las virtudes que tendrán, pero paciencia la que quieran. Ah! y huevos, muchos huevos.

La situación es bien sencilla. Las autoridades locales decidieron que el trazado para una nueva carretera debía pasar por una determinada zona habitada e iniciaron el pago de indemnizaciones. A pesar de que los importes abonados a los inquilinos de los cerca de 450 edificios rozaban la ilegalidad, uno a uno fue aceptando. Todos menos la citada familia, que considerando esta medida injusta se atrincheraron dentro de su vivienda “clavo” (término acuñado en China para aquellos viviendas que resisten a pesar de las presiones de las constructoras)

Pero claro, las obras habían que hacerlas, y  como decía aquel “para chulo chulo, mi pirulo”  las citadas autoridades ni han desviado o rodeado el trazado, han hecho la carretera con la casa…en medio. A pesar de que es digno de alabar la determinación de estos propietarios, las molestias y los ruidos de tráfico que padecen los vecinos de la Gran Vía y la Diagonal parecerá un ligero rumor en comparación a lo que les va a caer encima a ellos.

¿Se imaginan en España una situación así? Yo si. Ya veo a la familia García negándose a abandonar su casa y la constructora mientras tanto, asfaltando las paredes y el techo para que les pasen los coches por encima. O peor, que la casa se encuentre en medio del trazado de la línea de alta velocidad y le pasen la línea de ferrocarril por en medio del comedor. Aunque no espero que eso les importe mucho, porque a pesar de ser el segundo país por detrás de China en kilómetros construidos, probablemente acabará como muchas de las ya existentes en nuestro territorio: sólo las usará el maquinista para pasear a la familia.

Pero no hay que echar el grito en el cielo, porque estos pobres ciudadanos chinos pueden sacar provecho de tener la carretera a pie de puerta. Podrían en verano hacer la barbacoa directamente en el asfalto o aparcar su coche delante de casa y no como aquí, que algunos tenemos que dar vueltas y vueltas por el barrio esperando a que se vaya algún coche. En una ocasión estuve taaaaaaanto tiempo buscando sitio alrededor de la manzana, que cuando conseguí aparcar esta ya se había agusanado y podrido. No exagero eh, que una vez tuve que llamar a Telepizza y cenar en el coche mientras esperaba que saliera alguno.

Eso aún lo llevo bien, pero no tanto cuando voy al Carrefour a comprar  y veo a una señora con bolsas que se para delante del maletero pagar guardarlas dentro ¡Imaginar la emoción! Yo parado esperando pacientemente que la susodicha lo guarde todo, ya que la muy jodida parece que se retrasa a propósito para hacerme sufrir y cuando acaba me mira y con media sonrisa me dice así con el dedito “no me voy, solo guardaba las cosas”.

Son de ese tipo de ocasiones en que deseo tener poderes sobrenaturales para poder fulminarla de un rayo mientras el coche explota en mil pedazos. Todo esto dicho de buen rollo y desde el cariño…

¡¡¡Peeeeero es queeeee, es queeeee….!!!!

Una vez expulsada la bilis, caigo en la cuenta de que no he comentado de que al final estos venerables ancianos han claudicado y la casa ha sido derruida hace bien poco. Al final de todo esto se demuestra la máxima o la moraleja –como ustedes deseen- que cuando las Autoridades y Administraciones se empeñan en conseguir sus propósitos, poco importa lo que opinemos la gente de la calle.

Vamos, como aquí.

 

 

 Autor: Miguel Soria López

 

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